Podía escuchar sus pasmadas respiraciones como si acabara de aprender hacerlo, frunció los labios y retiró su mirada de la mía. Había esperado lo suficiente por mi respuesta. Yo no dije nada después de su felicitación; no sabía qué tono utilizar o qué movimiento hacer porque ella parecía como si se estuviera preparando para lo peor. No estaba cómoda, nadie lo estaría en su lugar pero tampoco estaba totalmente cohibida como parecía estar cuando llegué.
— Gracias—fue lo que terminé diciendo en susurro.
Ella me miró de nuevo y su labio se curveó del lado derecho. Eso me hizo pensar que la cúspide de todo esto estaba por llegar. Emma me sonrió, por pena, pero lo hizo.
Tomé el libro lentamente, sabía que todos afuera estudiaban mis movimientos y ser brusco en este momento valdría un mal juicio sobre mí. Busqué por las páginas y saqué las tres rosas que ella mandó para mí. Conservaban ese color rosa pálido más no la vida. Las puse frente a ella quien frunció el entrecejo quizá intentando adivinar que quería hacer, ni yo lo sabía.
—Te gustan las rosas, Emma—dije tratando de quitar la tensión, la chica seguía viéndolas. Quizá le sorprendió el hecho de que las haya guardado. Metí la mano en mi bolsillo derecho para encontrarme con la descuidada hoja de papel, la extendí y la coloqué en la misma posición de las rosas—. Te gusta dibujar, y más sobre mis garabatos, eso lo sabes porque lo hiciste hace poco—le miré. Estiró sus brazos y tomó el dibujo, le sonrió de la misma manera que a mí—. ¿Recuerdas este libro? A veces te lo leía, a veces lo leíamos juntos... ¿Te acuerdas de él? —cerré el libro donde venían las rosas y golpee el título de éste.
—¿Eso qué importa? —habló casi en susurro.
—Me importa a mí. Me importas a mí—respondí rápidamente, ella giró su cabeza para evitar que nuestras miradas se cruzaran. Ver a Emma Sumpter tan vulnerable no era algo para lo que estaba preparado. El maquillaje sobre sus ojos intentaba ocultar su dolor cuando ellos solo me mostraban la esencia de un alma herida y sin mucha esperanza—. Tú no me temes, crees que debes hacerlo pero no lo sientes, por eso quisiste verme—no respondió y supe que era mi oportunidad—, tampoco me odias, solo crees que debes hacerlo porque todos lo hacen—me acerqué a la mesa de metal y fue cuando ella decidió voltear de nuevo hacía mí—. Te sientes tan vacía como yo—dije llamando aún más su atención—. Perdóname, por favor—terminé.
—¿Tú me hiciste esto? —masculló, vi como sus ojos azules se hicieron más grandes y un pequeño brillo salió de ellos para después caer por su mejilla. Mi piel se erizó y mis piernas comenzaron temblar. Verla llorar ahora me haría perder la cordura que mantuve todo este tiempo.
El silencio se hizo incómodo para mí, le dediqué una débil sonrisa, una de esas sonrisas de ingenuidad en un momento desesperado. Negué con mi cabeza lentamente—. No —dije después.
—¿Entonces por qué? —elevó su voz, fue como un chillido pero no tan desagradable como parecía. Su sensatez le abandonó y ahora me cuestionaba todo a mí—, ¿Por qué me pides perdón? ¿Por qué sólo te veo a ti y a esta horrible sensación que me hace sentir asquerosa hasta querer vomitar? ¡¿Por qué sólo ese momento y entre todo ello, a ti?! —estalló, se quebró, fue estremecedor como ella pedía explicación de lo que le fue arrebatado. Enterró sus manos en su cabello y con un quejido su carga salió en forma de más lágrimas—. Quiero morir, eso es lo único que siento, Charlie.
—Puedes llorar, no me iré—intenté acercarme y tomar una de sus manos pero ella se alejó.
—No, no, no, no—repetía para sí misma—, vete, por favor, vete —lloriqueó.
La puerta se abrió de golpe lo que me hizo dar un salto en mi asiento, vi a la oficial dirigirse hacia Emma con paso firme y una mirada de desaprobación hacía mí.
—Suficiente—dijo cuando vio que me puse de pie.
—¡Emma, escúchame! —recargué mis brazos en el frío metal de la mesa—. Puedes llorar, no me iré. Puedes gritar, no me voy a ir —dije firmemente, tanto que sentí que mi garganta raspó. Alguien me tomó de ambos brazos intentado alejarme de ahí.
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Porno
Mystery / Thriller»Puedes llorar, no me iré. Puedes gritar, no me iré« Emma Sumpter desaparece una tarde del otoño de mil novecientos noventa y uno. Y la única persona que puede ser de ayuda desaparece también, pero no de la misma manera. |Jude 2015|