4.

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Anne

Surrealista.

Otra vez él. Quizás aún estaba teniendo alguno de esos sueños donde él aparecía, como llevaba soñando últimamente. Disimuladamente me pellizqué el moflete derecho. Auch. Joder no podía ser más bruta y ahora se me vería la mejilla sonrojada a más no poder. Pues resulta que no era un sueño y Gèrard estaba ahí, de verdad; en carne y hueso. Y ahora tenia que arrancarme todos esos nervios que me recorrían el cuerpo y quedarme quieta en una misma posición para que él y los demás alumnos me hicieran un retrato.

Notaba sus ojos clavados en mí de manera intensa, pero claro, si me estaba dibujando, debía mirarme para captar los detalles con exactitud. Aún así el hecho de tener esos ojos fijados en mi persona me producía escalofríos. Joder, Anne, tía qué tonta estás. Para ya.

Obviamente lo que me iba a encontrar no eran dibujos terminados, ni siquiera por la mitad, ya que, en tan poco tiempo, era algo prácticamente imposible. Pero al echar un vistazo pude apreciar el talento que tenían las personas de esa aula. Maialen estaba fascinada, lo noté en su cara de ilusión y su voz más aguda de lo normal. Era la primera clase y la gente allí ya tenía un potencial increíble con el que podría trabajar con facilidad. Me alegraba por ella, y la verdad, me había hecho gracia esto de ser dibujada por tantas personas. Tendré que venir otra clase o incluso dos más.

De repente subí mi mirada y vi cómo él bajaba, un tanto cohibido. Me hizo gracia. Lo que no me esperaba es que se acercara a mi a los pocos minutos sugiriéndome ir a tomar algo. Titubee antes de contestar. Íbamos a ir los dos solos y aunque, no era nada raro, ya que estábamos iniciando una amistad, y lo normal era hacer cosas juntos, pero el hecho de pasar tiempo con él me daba mucho vértigo. Nunca me había pasado esto antes, pero a pesar habernos conocido hacía poco sentía una fuerte conexión, y para qué engañarme; lo que me daba miedo era que me empezara a gustar, porque sabía con cierta certeza que era lo más probable que pasara, y me negaba. Rotundamente.

Aun así, acepté su propuesta y salimos los dos juntos de la escuela de arte.

Gèrard

El hecho de tener que dibujarla me hizo apreciar mejor su rostro. Sus rizos de un color castaño oscuro estaban bien definidos, pero a la vez un tanto despeinados; supongo que tener ese corte y tipo de pelo hacían que fuese algo difícil de domar. Si bajaba despacio la mirada, me encontraría con su frente, pero esta estaba lo suficientemente tapada por los rizos como para a penas dejarse entrever. Sus cejas parecían ser perfectas; eran delgadas y perfiladas. Llegó el turno de los ojos. Esos ojos me parecían lo más cautivador que tenía la chica, físicamente hablando. Eran atrayentes, fugitivos, despiertos e impenetrables. Me podía quedar a vivir en ellos. Dudaba sobre de qué color era su iris; tal vez ¿gris?, ¿azul?, ¿verde?, necesitaba acercarme más o incluso preguntárselo a ella misma. Seguí observando su nariz, pequeña y fina. No dejaba mostrar sus dientes, ya que mantenía una expresión facial seria, pero me pude fijar en sus labios rosados, estrechos, pero a la vez un tanto voluptuosos. Me fijé en su estilizado cuello y continué apreciando lo bien que le quedaba esa camisa de color naranja a su tono de piel. Era blanca, podría decir blanca nuclear incluso, pero sus mejillas se tornaban sonrojadas cada vez que manteníamos nuestros ojos mirándose unos segundos. Era poco espabilado, pero de eso me había dado cuenta ya varias veces.

Me sentí satisfecho del primer boceto que había realizado durante la clase. Y al terminar, después de un par de miradas tontas, no sé de dónde saqué el valor para acercarme a Anne e invitarla a tomar algo conmigo. La vi dudar y su cara pasó a estar de varios colores en cuestión de pocos segundos. Iba a cancelar la propuesta al verla así, pero se me adelantó dándome una respuesta afirmativa. Sonreí.

Serendipia [geranne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora