5.

704 44 22
                                    


Anne

Me desperté con un dolor de cabeza increíblemente fuerte y al mirarme al espejo, pude apreciar un rostro de aspecto cansado y con unas predominantes ojeras oscuras y marcadas. No es que hubiera pasado una mala noche, sino todo lo contrario, fue una noche con un sabor agridulce. Me despojé de muchos pensamientos. Me liberé contando cómo me sentía. Y escuché, mucho y atentamente. Todo fue culpa de Gèrard.

A raíz de lo de las clases de dibujo de él, y el hecho de tener que ir un par de veces más para que terminaran mi retrato, hizo que nuestra amistad recién empezada, se fortaleciera a grandes pasos. Se nos hizo costumbre eso de ir a tomar algo al salir, y el hecho de estar escribiéndonos horas y horas a través WhatsApp, a pesar de que yo no le tenía mucho aprecio a esa aplicación y siempre era de esas típicas personas que tardaban horas o incluso días en responder, en fin, soy un desastre. Y en los últimos días, nos acostumbramos a hacer videollamadas de larga duración, en las que no me daba cuenta de qué hora era y siempre me levantaba para ir a clase habiendo dormido menos de dos horas. No sé cómo no se nos podían terminar los temas de conversación, pero, nunca nos sucedía algo semejante, se notaba las ganas que teníamos ambos de continuar hablando, aunque fuera sobre alguna tontería. A veces nos envolvía una especie de silencio, cálido, agradable y acogedor, que a ninguno nos molestaba en absoluto.

La videollamada de anoche fue diferente a las demás. Decidimos abrirnos en canal, explorarnos el uno al otro, y ya no sólo hablar de cosas comunes o banales, sino, de algo que iba más allá. No sé muy bien cómo me podía llegar a sentir tan cómoda con él, pero lo hacía, y esa sensación me gustaba; mucho. Hablamos de miedos e inseguridades, de nuestra infancia (incluyendo pequeños traumas de los que a ambos nos costó hablar). Nos explicamos con detalles e ilusión nuestras metas, nuestras inquietudes. Nos desnudamos emocionalmente contándonos la situación actual que estábamos viviendo. En ese momento cayeron lagrimas por parte de ambos y podría jurar que, incluso a mí, se me escapó algún sollozo de la garganta.

Él no lograba comprender cómo había llegado al punto de verme así a mi misma, de sentirme un cero a la izquierda, y de tener millones de inseguridades respecto a lo que hago, a lo que siento, a lo que soy, e incluso inseguridades respecto otras cualidades que engloban al físico. No era capaz de entender semejante destrozo de ruinas que habitaba mi ser. No entendía, o no quería ver, que, en cierto modo, estaba rota y hecha pedazos. Y yo, en cambio, no comprendía cómo una persona tan buena se podía echar toda la culpa sobre su espalda para cargar con ella toda la vida. Como alguien cómo él podía guardarse dentro todo lo que le estaba sucediendo al nivel de cerrarse tanto en banda como para no mostrar ni siquiera expresiones faciales. Ninguno de los dos lográbamos concebir una explicación lógica respecto a las emociones y pensamientos del otro, pero para nada nos juzgamos; simplemente nos escuchamos y asentimos, mientras las palabras del otro se calaban en nuestro interior, ya que, todo lo dicho durante esas horas, era algo muy personal y si estaba siendo contado con esa facilidad al otro, demostraba que nos teníamos una gran confianza.

Y lo que también teníamos eran muchas ganas de darnos uno de esos abrazos sanadores, que te llenan el alma. De esos donde haces una gran presión con tu cuerpo y tus brazos, donde se te cuela el olor del otro a través de las fosas nasales. Uno de esos abrazos en los que te quedarías a vivir.

Gèrard

−¿Con quién has estado hablando durante toda la noche? Ah no, no me lo digas, déjame adivinar, mmh... empieza por "A" y acaba por "nne", ¿me equivoco acaso? − Comentó un Rafa que se había levantado graciosillo de buena mañana.

−Sí, Rafa, con Anne. Estuve hablando con Anne. Si ya lo sabes no sé para qué me lo preguntas. Y tampoco entiendo esa sonrisilla. Somos amigos y nos llevamos genial, punto. −Respondí pensando en lo que había dicho. ¿Realmente la quería como a una amiga únicamente? Qué pregunta más tonta. Por supuesto que sí.

Serendipia [geranne]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora