🌊Epílogo🌊

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Tiempo después

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Tiempo después.

La brisa del mar daba la bienvenida a los primeros rayos del sol al amanecer. Tanto en la tierra como en el océano, se podía ver reflejadas las primeras luces que indicaban el inicio de un nuevo día y el comienzo de una nueva vida juntos.

La celebración por la boda de Marina y Shin se realizaría en las orillas de la playa en donde todo estaba preparado para recibir a los novios.
Entre los invitados se encontraban Stella y Axel junto a su pequeña hija Aqua, de un año de edad. Las reglas de la manada habían cambiado en los últimos años y en la actualidad se les permitía a las sirenas de todas las edades ir a la superficie usando un diamante luna aprendiz, siempre y cuando una sirena adulta o tutora los acompañara.

Otros cambios importantes fueron la integración de tritones de todos los clanes del océano e incluso aquellos que habían crecido en el mundo de la superficie, ya que se les permitía volver al océano cuando quisieran hacerlo. Entre los beneficiados con este nuevo cambio estaba Austin, él junto a Mirra ya tenían una hija llamada Mina, de tres años. Ellos vivían viajando, por lo que su regreso al mar en cualquier momento, era la excusa perfecta para sorprender a sus amigos cuando quisieran.

Por otro lado Micaela y Leo vivían en la superficie junto a su pequeña hija Mayrin de dos años. Ellos habían obtenido el permiso especial de la nueva líder, Stella, reina de la manada de la isla, y eso les permitía quedarse en la superficie por tiempo indefinido y criar a su hija como humana, sin olvidar que eran descendientes de la cultura ancestral del océano.

🌊🌊🌊

Las cortinas blancas moviéndose con el viento, junto con una sutil melodía de piano daban inicio a la ceremonia. Mientras que en casa y aún con el cabello revuelto y el vestido a medio colocar Marina se encontraba inmersa en la desesperación, intentando llegar a tiempo, solo cuando vio a Stella llegar para ayudarla, logró tranquilizarse un poco.

—¿Estás nerviosa? —preguntó Stella, a su hermana, mientras le arreglaba el cabello.

—No, para nada —mintió entrelazando sus manos para esconde la ansiedad que sentía—. Solo un poco —confesó.

—Todo estará bien, Shin te adora —la ánimo terminando su peinado.

—Lo sé —sonrió olvidando la idea de que algo podría salir mal.

—Además, si se arrepiente a último minuto nuestro padre lo detendrá y le hará pagar caro —bromeó Stella, pero solo logró que Marina volviera a ponerse todavía más nerviosa—. Olvida eso —repuso a destiempo.

—¿Papá está aquí? ¿Pero que sucedió con su visita al océano Índico?

—Bueno ya lo conoces, jamás se perdería la boda de una de sus hijas. Hizo lo mismo en mi boda llegó desde el océano Atlántico —le recordó Stella.

Una escena graciosa de la boda en el océano, se le vino a la mente a Stella. Sin querer sonrió, para sí misma, mientras arreglaba el vestido de su hermana pequeña.

—Solo espero que no lo arruiné con amenazas como la última vez —Marina suspiró con resignación.

—Incluso si lo hace. Shin sabe muy bien como manejar a nuestro padre, la primera vez que se conocieron no les fue tan mal —sonrió Stella para animarla—. Ya es hora, te vez como toda una princesa, hermanita.

—Gracias —Marina la abrazó.

Fue entonces cuando su mirada se topo con el espejo, justo antes de salir y con solo ver su imagen con el vestido blanco se sintió en las nubes. Todo le parecía un sueño difícil de creer e incluso llegó a pensar que en realidad estaba soñando; sin embargo, al tener a su hermana y la compañía se sus amigas observando cada momento junto a ella le daba cierta sensación de alivio y felicidad.

—Mi pequeña Marina, deseo que seas muy feliz, ya sea en el océano o en la tierra —le dijo su padre antes de cederle la mano de su hija, a quién sería su futuro esposo.

—La cuidare por el resto de mi vida —prometió Shin, extendiendo su mano para tomar la de Marina.

Una mirada de aprobación de parte del padre de Marina, dio inicio a la ceremonia terrestre e intercambio de anillos. Después de las palabras ya acostumbradas y el tan esperado “acepto” de parte de los novios. La fiesta se celebró con música y una infinidad de regalos junto a palabras hermosas de sus amigos, deseando lo mejor a los recién casados. Marina y Shin se alejaron de todo ese apogeo por un momento, sin que los invitados se dieran cuenta, pues tenían un compromiso pendiente entre ellos, que sobrepasaba cualquier cosa.

La tradición del océano, dictaba que las nuevas parejas debían jurar su amor, de una forma un poco distinta a lo que los humanos estaban acostumbrados. Pues en aquella ceremonia, no era necesaria una entidad que validará su amor. Lo único que hacía falta eran ellos y el océano como único testigo de su romance. Con una promesa cada uno de ellos debía dibujar un símbolo en la muñeca de su pareja, usando la tinta de un color especial y un pincel para trazar el sello que simbolizaba el compromiso eterno entre ambos.

—Mi promesa ya la conoces —aseguró Shin, trazando un medio triángulo con una raya ondulada en el brazo de Marina, que simbolizaba la cueva en donde se conocieron por primera vez—. Mi pequeña tonta —agregó jugando con ella.

—Tú también conoces mi promesa —replicó ella, con una sonrisa en sus labios y trazo el mismo dibujo que él en su brazo—. Mi pequeño llorón —agregó seguirle el juego y molestarlo.

«No importa el tiempo, ni el lugar e incluso si existe otra vida después de esta, quiero y prometo amarte siempre de la misma forma que ahora».

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