Capitulo 3: Inicio

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A veces quisiera ser menos predecible, tener un visión más audaz de lo que me rodea y darme la oportunidad de vivir un poco más, pero se me hace mas sencillo, atraparme en mis emociones hasta sentir que no puedo dar ni un paso más.

Estaba sentada en el metro camino al trabajo, escuchando Wildest dreams de Taylor Switf , en una de las estaciones un grupo de personas se bajaron, dejándome ver mi reflejo en la ventanilla, mi rostro estaba destruido, las ojeras que tenia me hacían ver enferma como si estuviera en la etapa terminal de alguna enfermedad.

Estaba exhausta de tener que ocultarlas, no se habían ido de vacaciones desde que me mude al departamento, o al menos desde que todo paso, pero el día de hoy no hubo manera de taparlas, hoy no tenían ganas de irse y yo no tuve fuerzas para seguir maquillandolas. 

Saque de mi bolso mi termo con café, anoche solo logre dormir 2 horas, me estaba muriendo y no podía seguir tomando energizantes, afectaban mi organismo unido a las píldoras  y aunque el café tampoco me ayudaba mucho, tenía que mantenerme en pie con ayuda de algo.

Llegue a la editorial, esa mañana todos estaban bastante ocupados, el departamento de edición ya estaba terminado los libros que se iban a publicar en las semanas posteriores, así que debíamos tener el cargamento de los nuevos libros y todos teníamos bastantes postulantes por leer aun. 

- Buenos días - escuche a alguien detrás de mí cuando esperaba el ascensor, gire mi cabeza a la izquierda para ver quien era, joder, Davide.

- Buenos días - dije mientras entraba al ascensor con él, presione el piso 8.

Me miro por unos segundos y luego presiono el número 5 - una casualidad volverte a encontrar - sonrió.

Yo sonreí con incomodidad - si - mire al suelo.

Estaba apenada de que el me mirara en el estado en que me encontraba. Davide llevaba una camisa blanca con corbata roja a rayas y pantalones negros, su rostro se notaba fresco.

Mire mi reflejo en las puertas del ascensor, yo tenia unos jeans azules, un suéter largo marrón, unos tacones crema, mi cara estaba destruida con el cabello recogido en una cola, me arrepentí no haberme arreglado mejor justo esa mañana.

- Todos están bastante atareados - intento sacar una conversación, pero yo no estaba apta para conversar con el de la vergüenza. 

Tosí - Si, todos tienen trabajo atrasado al parecer - el ascensor abrió sus puertas en el piso 5 

- Pasa bonito día Adila - y sin mas se retiro, las puertas se cerraron y me sentí mas aliviada. 

Llegue a mi oficina, solo iba a buscar mis carpetas y algunas cosas necesarias para el viaje que realizaría hoy, lo único que me emocionaba de ir a Bolonia, es que pasaría unos días fuera de mi departamento, un respiro aunque fuera pequeño.

Sarah toco a mi puerta 

- Adelante - estaba buscando una grabadora que tenía en uno de los cajones.

- Adila, acá tengo tu boleto de tren - se acercó a ponerlo en mi escritorio.

La mire - Gracias.

Sarah frunció el ceño - Adila ¿que te paso en la cara? - se acercó a mi - tienes unas ojeras del diablo.

Exhale - Lo se, no dormí bien anoche y no tuve el tiempo de maquillarlas mejor.

- ¿Y viajaras así? ¿con esa cara? - inquiero. Sarah era una mujer puntillosa, no había conocido en mi vida a alguien tan delicada con su imagen personal, creo que nunca la he visto mal arreglada, su cabello era rubio platinado, vestía de negro, un cuerpo delgado a base de spinning y un rostro perfectamente maquillado - antes de irte, arréglate otra vez.

-  No tengo ánimos hoy - confesé.

- Eso no es excusa, eres muy guapa como para tener unas bolsas moradas que no hacen juego con tus risos pelirrojos - se dispuso a salir de la oficina - iré a sacar unas copias para Katherina y al regresar espero verte sin esas bolsas debajo de los ojos.

Luego de terminar de buscar lo necesario para el viaje, Sarah llamo un taxi para que me llevara a la estación de tren, antes de irme, logre que mis ojeras se disimularan y quedaran como una sombra muy tenue en mi rostro.

Al llegar a la estación y realizar el proceso pertinente para ingresar al tren, logre almorzar en uno de los restaurantes. La verdad el viaje no era muy largo, de Roma a Bolonia solo eran 2 horas y 17 minutos de recorrido según google. 

Al llegar a Bolonia un carro ya me estaba esperando para llevarme a la casa de la señora Nela y me sorprendió ver lo alejada que estaba la casa de la ciudad como tal. 

Al llegar, unas rejas de barrotes negros dieron paso a la hacienda, el recorrido era de lajas  y a los lados solo se podía divisar bosque, luego de unos 10 minutos de recorrido se podía apreciar la enorme mansión, que tenía como área principal un jardín de rosas rojas, y estaba segura que debía tener un huerto, algún laberinto, quizás un cobertizo y un jardín más grande que el que estaba al frente y tal como lo supuse así fue. 

Al bajar del carro, seguía atónita con la inmensidad del lugar, no solo era por el espacio tan grande de jardinería que poseía sino también por la magnitud de la casa.

- Querida - se acercó a mi una mujer de unos 70 años, cabello rubio, algo gordita, piel bronceada y labios rojos con un traje mostaza - tú debes ser Adila ¿cierto?

La mire y sonreí - Sí señora Nela, mi nombre es Adila vengo de parte de la editorial Adelphi Edizoni.

Me abrazo - lo sé, lo sé, estaba muy emocionada en conocerte, Katherina es una vieja amiga y me alegro mucho su llamada - Nela miro a su chofer - Patrick por favor escolta las pertenencias de la señoría al cuarto de huéspedes - me miro a mi nuevamente luego de que Patrick siguiera sus órdenes - me habló maravillas de ti, por eso logró convencerme en aceptar esta entrevista.

La mire algo confundida.

- Tu libro querida - sonrió - ame tu libro, la manera en que describes a los personajes y se entrelaza la historia con todo - sonrió - quede enamorada, en todos mis años de vida, no había conocido a una joven tan talentosa a tan corta edad. Me emociono la idea de que tu narraras mi vida - puntualizo.

- Gracias, me siento halagada por su comentario - sonreí.

Ella me miró con dulzura - bueno, debes estar cansada, los trenes son agotadores.

La verdad si tenia razon, yo odiaba los trenes, me daban ganas de vomitar. 

- Entremos para que tomes un baño y descanses ya mañana sera otro dia.

Asentí y entramos a la casa.

Las puertas eran de un cristal opaco, que le daba finura al piso dorado y a el barandal de la escalera. La decoración de las paredes eran cuadros de hermosas flores y mujeres al desnudo, la cocina era bastante amplia y la sala de estar muy acogedora con los candelabros.

Nela me condujo hasta el cuarto de huéspedes que quedaba en planta baja cerca de la cocina.

La habitación era grande, tenía un closet, un baño, un escritorio, un pequeño juego de muebles y una cama de dos plazas.

Las paredes eran crema y las cortinas ocres con beige.

- El baño es esa puerta de allá - señaló una puerta de madera - puedes tomar una ducha y cuando estés lista llamas a Bedoña, ella te cocinara algo si tienes hambre y ya mañana trabajaremos.

- Muchas gracias por la hospitalidad, señora Nela.

- Ella sonrió - dime Nela, el señora me haces sentir anciana

Asentí y ella se retiró.  

Esa noche, tomé una ducha algo incómoda, me sentía extraña, al principio pense que seria por no estar en mi hogar, si así le podía llamar, pero luego de comer y arreglarme para dormir me sentí mejor. 





AdilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora