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Unas semanas habían pasado desde que comenzó a salir con los Kennys. Y su vida escolar, no podía ir mejor. Iba a fiestas, los estudiantes lo respetaban, los maestros lo admiraban. Todo el mundo lo amaba, por fin era visto. Tantos años, siendo humillado, habían válido la pena.

—Pip, tengo dos cosas para decirte —confesó Cartman.

Aquel tiempo, lo había convertido en la mano derecha del líder.

—¿Si? —preguntó algo asustado.

—Necesito que transcribas esto —le entrego un papel—. Esta es la letra que debes imitar, hazlo a la perfección —puso sobre la mesa, otra hoja.

Tomó su diario, y comenzó a copiarlo, teniendo en cuenta los detalles de la letra que estaba copiando. Pero se detuvó a la mitad, leyendo el contenido.

—¿Qué se supone que es esto? —levantó la vista, viendo a su nuevo amigo, sonriendo con maldad.

—Es una carta de amor, ¿No te das cuenta?

—P-pero, esta escrita como si fuera Ken, para Butters.

—Exacto —rió—. ¿No te preguntaste alguna vez, como seria ser cupido?

Frunció el ceño.

—Pero Ken jamás saldría con Butters.

—¡Ese es el punto, florecilla! —exclamó.

Pip miró a su alrededor, preocupado. Por un lado, no quería hacer aquella carta, pero por el otro, ¿Qué le iba a pasar si no lo hacía? Tomó fuerza interior.

—¿Y si no lo hago que?

Vio a su líder detenerse en seco, y sus facciones endurecerse. Se acercó lentamente al inglés, con una mirada que mataba.

—Pues, verás. El sábado es la fiesta de Ken, debes saberlo. Todos los años, él organiza una enorme fiesta, de la cual se habla durante tooodo el año —sonrió—. Y por supuesto, estas invitado —le ofreció un papel, que el chico iba a tomar. Pero a último momento, Cartman lo apartó—. Con una condición.

"Oh, no."

—Debes falsificar una carta, para que Butters también vaya a la fiesta. Luego, la pondrás en su casillero. Y así, tienes el pase garantizado a poder ser alguien decente, por una vez en tu vida —escupió en su rostro—. Yo no te pienso obligar a nada, pero piensa, ser un buen amigo no te llevó a donde estas ahora.

Pip indagó en sus recuerdos. Por mucho que le costaba admitirlo, Cartman tenía razón. Recordó su infancia, y los pocos momentos en los que Butters podía considerarse popular. En ninguna de sus aventuras lo invitó. Mientras que todos jugaban juntos, Pip sólo era degradado, y su amigo estaba tan metido en su burbuja de felicidad junto a Ken, que poco le importaba el otro.

"A la mierda."

Volvió a tomar la lapicera, mientras copiaba aquella carta, procurando que la letra se vea creíble. Al terminar, se la entregó a su amigo, en busca de aprobación. El contrario la leyó en silencio, para luego apoyarla de vuelta en la mesa.

—Bienvenido a mi dulceria —sonrió.

(...)

El inglés se encontraba en el pasillo, colocó la carta en el lugar indicado, y se dio la vuelta. Allí, Cartman le enseñó su pulgar, en señal de aprobación.

Iba a caminar de vuelta con su grupo, pero adelante suyo, una pelea comenzó. Por lo que no tuvo más opción que quedarse en su lugar, observando. Al principio, le parecía horrible. Los que peleaban, eran Ken y Craig, contra aquel chico nuevo del que tanto había oído hablar. Se esperaba que ambos le pateen el trasero, sin embargo, se sorprendía más y más, al ver que el nuevo, iba ganando la pelea.

Y así fue.

Vio fascinado a aquel muchacho, quien se encontraba con algunos moretones, y su respiración agitada.

"Dios, ojalá alguien peleará así por mí..." —pensó, mientras se sentía cautivado, por aquel azabache. Sin darse cuenta, el joven lo observo también, y se acercó a él.

—¿Qué tal? —sonrió.

—Hola —le devolvió el gesto—. Me llamo Pip.

—Lo sé, soy Damien —le ofreció su mano.

El rubio la tomó, sintiendo ese algo, del que tanto había oído hablar a sus conocidos. El algo del amor.

Conversó unos minutos, olvidándose por completo de sus amigos, quienes lo observaban con desagrado.

Al ver que tardaba, se aproximaron a toda velocidad, para rescatar a Pip de aquel, que consideraban un salvaje. Los cuatro caminaban, rumbo a la clase, cuando Butters se puso en medio.

—Pip, Pip —lo llamó, agitado y feliz—. Ken me invitó a su fiesta —sonrió—. Te dije que sentía algo por mí —abrazó la carta, bailando para si mismo.

—Felicidades —fue lo único que salió de sus labios, para luego seguir caminando con sus amigos.

(...)

El inglés estaba sentado en el asiento trasero. Minutos antes, había pasado por la tienda, para comprar algunas cosas que Cartman le había encargado. Allí, había tenido su segundo encuentro con Damien Thorn. Podía jurar que se quemaba por dentro, cada vez que el azabache le dirigía la palabra. Y no sólo era por su voz tan masculina, o esa personalidad problemática, si no que además, cuestionaba sus amistades. El hecho de que eso pasara, significaba algo importante para Pip. Y era que aquel chico nuevo, no era un idiota. No se dejaba intimidar por los populares, y no le importaba lo más mínimo lo que estos hagan. Se sentía en el cielo de pensar en el chico.

—¡Pip! —gritó Kyle en su oído, para luego reír—. Llegamos a la escuela, francesito.

El resto de su grupo, ya estaba afuera, a punto de entrar a aquel lugar.

Trago en seco.

Ya había estado en otras fiestas, sabía de que iba. Era aparentar estar borracho, reírse, bailar, llamar la atención. Pura mierda. Pero esa celebración en particular era importante, era la más importante de todas. No podía cometer ni un solo error. Cualquier cosa que diga o haga, podía ser usada en su contra. Debía actuar como un chico popular más, ser el centro de atención, pero no tanto. Cuidar sus palabras, pero verse relajado.

Y todo estaba saliendo según su plan.

Si tan sólo no se hubiera emborrachado de más. Y si tan sólo no le hubiese vomitado encima a Eric Cartman.

Con aquel asqueroso acto, firmo su sentencia de muerte.

South Park AU HeathersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora