6. Un completo desconocido.

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Su caricia se trasladó de mis hombros a mi clavícula. Y de allí a mis labios, donde dejó un pequeño hormigueo.

—Quiero jugar algo sencillo Ashley, tu me das y yo seré generoso contigo —susurró en mi oído.

Mi cuerpo se estremeció.

—Yo- yo te doy? —tartamudeé.

Mi nerviosismo iba en aumento y con el mi excitación.

—Si —fue su escueta respuesta.

Tomó mis manos entre las suyas y me levantó de donde estaba con un leve tirón, estrellandome contra su duro y amplio pecho.

No me gustaba esta puta venda, quería saber como era él.

Aunque esto del anonimato, no estaba nada mal, era excitante.

Sentí su respiración cerca de la mía, y luego me dio un beso apasionado.

¡Dios, pero que beso!

Él me besaba lenta y concienzudamente, posó sus manos en mi trasero para atraerme aún más hacia él.

Besaba mis labios a la vez que les daba pequeños mordisquitos.

¡Joder, estoy ardiendo!, pensé.

Me tomó entre sus brazos sin romper la unión de nuestros labios y comenzó a caminar conmigo, luego se detuvo y me deslizó suavemente por su cuerpo hasta dejar mis pies posados en el suelo.

Por Dios, deseaba las manos de este desconocido por todo mi cuerpo. Y quería acariciar a su vez cada centímetro de él. Saborearlo y tocar sus lugares más íntimos.

¡Y esa jodida venda no la dejaba ver su rostro y conocer a la persona con la que se iba a acostar!

—¿Cual es tu color favorito? —me preguntó mientras besaba mi cuello, mi clavícula y mis mejillas.

¿Que? ¿Estábamos malditamente a punto de tener sexo y el me está preguntando cual es mi color favorito?

—El... negro —respondí sinceramente.

—¿Porque no me sorprende? —dijo cerca de mi oído. Podría jurar que estaba sonriendo. —Espero que no sea ese el color que prefieres en tus parejas —escuché su risa en mi cuello —Muy bien, tu palabra de seguridad es negro y sólo la admitiré si tienes una razón de peso para decirla —siguió sin esperar respuesta de mi parte. Aunque tampoco creo que le haga falta. Me esta ordenando, no preguntando.

Deseaba que me poseyera completamente. Él estaba muy duro y ella podía sentirlo. Por la presión de su pantalón contra mis piernas, podía notar lo erecto que estaba.

—¿Te gusta el sexo vainilla? —acarició mis mejillas y bajó a mi cuello.

Mi vagina se apretó con sus caricias.

—¿Vainilla?

—Si, con ataduras, pero no de las que te hacen esclava, si no aquellas que te hacen disfrutar, y echan a volar tu imaginación —respondió con esa voz tan profunda.

Apreté mis piernas y sentí mi entrepierna mojada. ¡¡¡Dios!!! De solo imaginar lo que él le estaba susurrando...

Estaba tan húmeda que podría gotear en cualquier momento. Y su carne palpitaba. Deseaba desesperadamente sus manos allí, su boca y otras partes de su cuerpo en su vagina.

Un gemido de placer se me escapó cuando él hizo exactamente eso, tomó las braguitas de encaje entre sus manos y comenzó a bajarlas por mis piernas, besándo la piel que iba quedando al descubierto.

La Princesa Del Just Dance.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora