Casilla 14 - Hongsan

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La primera vez que lo vio estaba tirado a un lado de la carretera, sangrando por la cabeza. Acababa de girar en una esquina y era esa escena la que se había encontrado. No había nadie más, ni siquiera un solo vehículo aparcado o circulando. Solo la calle y ellos dos. Corrió a tapar la hemorragia con la mano, asustado, al tiempo que llamaba al 112.

Nadie fue a buscar a aquel chico. Nadie reportó su desaparición. El pobre había olvidado hasta cómo levantarse de la cama y los médicos solo habían podido deducir de su pasado, por las zonas dañadas de su cuerpo, que debieron de atropellarlo y dejarlo luego a un lado de la carretera con alguna especie de guantes puestos, porque no había huellas en su ropa ni en ninguna otra parte más que las de Hongjoong.

Poco a poco el chico fue aprendiendo a hablar y a andar. Era como si fuera un niño pequeño y Hongjoong se sentía responsable de él. No podía dejarlo, no tenía a nadie más. Estuvo a su lado durante todo aquel tiempo, yendo a visitarlo y ayudándolo con todo lo que estaba en su mano.

Le sorprendía que a pesar de todo siempre lo sonriera. Fue así como una noche fue al hospital sin avisarlo y lo pilló llorando en la camilla. Se había estado frotando tan fuertemente las mejillas y los parpados que tenía la piel roja y un pequeño arañazo. Fue entonces cuando el mayor sacó de su bolsillo un paquete de tiritas de la marca Doctor San. Luego lo consoló y lo abrazó dejando pequeños besos en su frente. Fue a partir de ese día que decidieron llamarlo San y hablaron para ponerle una fecha de cumpleaños nueva hasta que pudieran descubrir su día de nacimiento y nombre de verdad. Técnicamente, el mayor habló y el menor dijo alguna de las pocas palabras que conocía.

Cuando le dieron el alta, San se quedó a vivir con Hongjoong ya que no tenía ningún otro lugar al que ir. El chico compartía piso con un otro llamado Yunho con el que enseguida cogió el menor confianza. Resultaba que los padres de cada uno vivían lejos por cuestiones laborales y ellos tenían allí sus institutos, así que les pagaban todo lo que necesitaban para vivir entre los cuatro mientras que ellos debían vivir por su cuenta.

- ¿Tú... también... abandonado? - le preguntó San cuando se lo explicó todo Hongjoong.

- Sí, podría decirse que sí.

El tiempo pasaba pero nadie parecía conocer ni buscar a San, que seguía aprendiendo poco a poco las cosas básicas que había olvidado. Por más que intentaban investigar, no encontraban nada y el chico tampoco era capaz de recordar una sola cosa. Hasta que una noche, despertó de un sueño de golpe despertando al mismo tiempo a Hongjoong, puesto que dormían en la misma habitación.

- ¿Qué pasa? ¿Estás bien? - le preguntó.

- Creo que... he soñado con algo que... he vivido.

- ¿Ah sí? ¿El qué? Cuenta. Cualquier cosa puede ayudarnos a descubrir de dónde vienes, quién eras.

- Había algo azul... muy muy muy grande... se extendía hasta muy lejos. No podía ver hasta dónde.

- El mar. Te lo he enseñado en fotos, ¿recuerdas?

Asintió - Hacía frío y alguien me prestaba su chaqueta. 

- ¿Puedes recordar algo más?

- Estábamos en un sitio muy alto de rocas y debajo nuestro estaba el mar. No me acuerdo cómo se llamaba.

- Acantilado.

- Sí, eso.

- Bien, buscaré cuáles son las playas más cercanas que tengan acantilado - se fue a levantar pero San lo detuvo diciéndole que era muy tarde y tenían que dormir.

En una semana ya se encontraban en el lugar con el que había soñado el menor. El chico sonrió ampliamente al ver aquella maravilla a la que llamaban mar. Corrió emocionado por la playa hasta llegar a la orilla y comenzó a gritar como un niño pequeño. Hongjoong rió mientras seguía sus huellas, observándolo. Sin darse cuenta, había ido desarrollando un sentimiento por aquel chico que iba más allá de la amistad.

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