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—. ¿Quieres trabajar aquí?—preguntó Hoseok confundido mientras miraba con una mueca extraña el currículum de Yoongi. El pelinegro frente a él asintió bastante seguro de sí mismo—. Pero...yo creí que no te gustaban los niños.

—Yoongi se encogió de hombros—. Bueno, la gente cambia de opinión.—infló sus mejillas y sonrió sin mostrar sus dientes para convencer a su amigo.

—. Bueno, ¿y qué hay de tus clases? No puedes llegar tarde, ni aquí ni a tu clase.—señaló cruzando sus brazos.

—. Eso yo lo arreglo. Hay uno que otro día que estaré aquí más temprano.—comentó Yoongi entrelazando sus manos detrás de su espalda—. ¿Qué dices?

—. Tendría que hablar con mi supervisor para que te de tu horario. Pero no estoy seguro de por qué quieres trabajar. ¿Necesitas dinero?

—. Algo así, no es importante.—Hoseok hizo una mueca—. Por favor, Hyung, piénsalo. Les sirvo mucho para entretener a los niños dibujando, por favor. No seas malo, ¿sí?—el pelinegro comenzó a hacer pequeños gestos tiernos haciendo que Hoseok riera y finalmente aceptara.

—. Bien, pero no puedes faltar. Haré todo lo posible para que te contrate. Te llamaré por cualquier cosa. ¿De acuerdo?—Yoongi asintió feliz y dio saltitos contento.—. Ahora vete antes de que tu hermano me llame gritándome que dónde estás.

—. ¡Gracias, Hyung, no te voy a fallar!

Esa tarde, Yoongi volvió a la guardería después de que Hoseok le llamara para decirle que había logrado que lo contrataran. Daba saltos de felicidad de tan sólo imaginar a la hermosa chica de la que estaba enamorada entrar a la guardería.

Su primer día no iba tan mal y a pesar de que efectivamente, a Yoongi no le agradaban del todo los niños, comenzaba a acostumbrarse e incluso a disfrutar de su compañía. Toda la tarde había estado haciendo algunos dibujos con los niños que se interesaban en el nuevo maestro. Y fue entonces, cuando los curiosos ojos color avellana de Sunny se fijaron en el pálido muchacho con un pincel en sus manos.

Se sentó junto a Yoongi en una silla y colocó su hoja de papel con tan sólo un pequeño sol dibujado en una esquina encima de la mesa y observó como las gráciles manos de Yoongi cincelaban a la perfección sobre el papel de su cuadernillo. Yoongi de reojo miraba como la niña miraba asombrada su trabajo. Dejó a un lado su cuaderno y observó a la pequeña a su lado.

—. ¿Qué sucede, pequeña?—preguntó amable. Sunny sonrió apenas logró ver el rostro del chico—. ¿Cómo te llamas?

—. Soy Sunny—dijo la niña y acercó su hoja hacia el pálido muchacho de cabello negro.—. Enséñame a hacer eso.—pidió señalando el boceto de Yoongi encima de la mesa.

—Yoongi rió enternecido y entonces tomó uno de los crayones encima de la mesa para dárselo a Sunny—. Entonces tienes que hacer lo mismo que yo, ¿de acuerdo?

La pequeña tan sólo asintió aún embobada por el aspecto del chico y observó como las manos grandes de Yoongi movían tranquilamente el crayón encima de la hoja en varios círculos y distintas formas geométricas. Sunny repetía los movimientos de Yoongi en su hoja y seguía sus instrucciones.

—. ¿Tú cómo te llamas?—preguntó la pequeña concentrada en sus figuras.

—. Me llamo Yoongi.—respondió el pelinegro observando el trabajo de la niña mientras le otorgaba más crayones para que dejara volar su imaginación.

—. ¿Por qué tienes esa mancha en tu carita?—preguntó la niña señalando el moretón en el pómulo de Yoongi. A pesar de que este ya había sanado casi por completo, todavía podían notarse ciertas tonalidades amarillentas y otras violáceas.

Sunny ; M.ygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora