‹‹Galbi››
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«Que se busquen jóvenes vírgenes y hermosas para el rey. Que nombre el rey para cada provincia de su reino delegados que reúnan a todas esas jóvenes hermosas en el harem de la ciudad de [...]. Que sean puestas bajo el cuidado de Diavel, el encargado de las mujeres del rey, y que se les dé un tratamiento de belleza. Y que se convierta en reina la joven que más le guste al rey.» Esta propuesta le agradó al rey, y ordenó que así se hiciera.
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La sangre que cubre sus manos es tan roja que por un momento lo encandila. No está solo en su piel, también se encuentra impregnada en su ropa. La chaqueta real, siempre tan pulcra, se halla embebida por el metálico liquido, su pantalón también.
—Señor... señor, debe reaccionar... el medico está preocupado de que también le haya herido.
Ante eso, el joven rey parece volver en sí. Observa la tinta en sus manos una vez más, antes de centrar su atención en uno de los guardias que, visiblemente preocupado, está inclinado ante él. De pronto, ve la silueta de Eugeo acercarse por detrás e inmediatamente se alza sobre sus pies.
—¿Cómo está?
—Alice se encuentra allí. Seijirou piensa que también te hirió. Estás lleno de sangre.
—Es la sangre de Asuna —cierra los ojos al responder, aspirando una bocanada de aire. Sus hombros tiemblan. Eugeo sabe que lo hace para imponerse control —Me protegió con su cuerpo.
—Su intención era matarte a ti, lo sabes ¿verdad?
Por supuesto que lo sabe. Si algún rasgo de estima guardaba hacia esa mujer, acabó en el mismo instante en el que se atrevió a herir a su reina.
—¿Qué hacía Sachi ahí? Creí haberte dicho que la devolvieras a casa de sus padres.
—Es lo que pretendíamos hacer, pero de la noche a la mañana desapareció de la casa de las concubinas, y Agil creyó que ya no tendríamos que preocuparnos por ella. Lo lamento, fue mi irresponsabilidad no avisarte.
Kazuto sacude la cabeza —Maldita sea la hora en la que puse mis ojos en esa mujer.
—Mantén la calma, el pueblo no necesita que su rey pierda la cordura ahora.
—¿Y qué ha sido de ella?—pregunta de pronto, Eugeo le mira fijamente, como midiendo la veracidad de sus palabras —¡No siento nada! —exclama — ¡A estas alturas ya deben parecerte obvios mis sentimientos!
—Solo estoy sorprendido, su majestad —murmura lentamente —Según anunciaron los guardias que dispusieron su cuerpo, se desangró hasta morir.
Eugeo contempla con fijeza a su amigo, esperando ver qué reacción tendrá ante esa noticia, pero la expresión turbada del rey muestra la preocupación que siente hacia su actual reina, la cual se debate entre la vida y la muerte. Sigue estoico, quizás algo molesto.
—Si entregaran sus sobras a los perros, no opondría resistencia.
—Kazuto...
—Pero lleva sus restos y dáselos a su padre. Que él se ocupe de darle sepultura. Era una traidora que no tiene lugar en el sepulcro real.
—Así se hará.
—Majestad — Agil está allí, con el frente de su uniforme manchado de sangre, pero luciendo tan sereno como puede —Seijirou ansía saber cómo se encuentra usted. Solicita su presencia.