EPÍLOGO

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El sol produce destellos hipnóticos en el agua que fluye libremente por el canal.

Asuna observa el reflejo enceguecedor por algunos segundos, antes de apartar la mirada más allá: hacia los agrimensores que con varas secas miden el nivel del agua. El grupo de hombres ha trabajo fervientemente bajo el tórrido sol del verano. Y ese día en especial, el astro rey parece quemar con más fuerza que nunca.

—¿Le parece bien aquí su majestad? — El hombre imponente, cuyo torso se halla desnudo de la cintura para arriba, se seca el sudor de la frente cuando se dirige a ella. Es de mediana edad, pero tiene una contextura física increíble. Su cuerpo, casi iguala al del capitán de la guardia, Agil. Es el padre adoptivo de Alice por lo que sabe, y aunque no tiene un origen noble, es el mejor en su oficio. Un agrícola muy próspero. Razón principal para que su orgullosa hija lo hubiera recomendado para el puesto.

La joven acaricia el ala de su sombrero de paja, corre el velo de su rostro hacia un lado, para ver a los obreros que esperan sus órdenes.

—¿Usted que opina, señor Bercouli? —pregunta con suavidad, abanicándose con una mano. Las mangas del vestido que usa, aunque son ligeras, le pasan y debido a la temperatura del día, le pican un poco. Observa a su guardia, que está con una sombrilla abierta a pocos pasos de ella, luciendo una expresión indescifrable.

—Pienso que es el sitio indicado, mi reina —responde con toda franqueza.

—Muy bien, instalen por favor el Shaduf —incapaz de mantenerse por más tiempo a salvo en los márgenes del río, se levanta el ruedo del vestido con la intención de meterse ella también. La mayoría de los trabajadores están sumergidos en el canal, mojados de los lomos hacia abajo, y considera injusto que ellos estén allí, mientras ella luce tan seca.

Quizás adivinando su intención, un brazo firme la frena de cometer semejante travesura. No necesita voltearse para ver quien es. La garra de acero que presiona su brazo es fuerte, pero gentil —Asuna no te atrevas, ese no es un espectáculo que deseo compartir con todos —la voz de Kazuto tiene una nota de humor en el fondo. El brazo se traslada ahora a la cintura femenina, mientras una sombrilla los cubre. El rey acomoda el velo de su sombrero, volviendo a cubrirla con él, pese a sus protestas —El sol está muy fuerte hoy, debes proteger tu piel —él luce un sombrero de paja, y también se ha metido con sus hombres al río; lleva el bajo de los pantalones arremangados a la altura de las rodillas, y con ese aspecto parece todo un campesino.

Asuna siente la tentación de soltar una carcajada. ¡Protegerse del sol! Por supuesto Kazuto ignora sus correrías entre los montes y valles cuando cuidaba su rebaño de ovejas, el sol durante esos días era un amigo constante que siempre la acompañaba, confiriéndole a su piel un precioso matiz dorado. Lo recuerda porque cuando pisó al palacio por primera vez, ese fue uno de los rasgos que la hizo llamativa ante los ojos del rey.

Cuando la travesía de crear el sistema de riego empezó, de algún modo Kazuto fue muy consciente de que no podía dejar a su reina al margen de toda esa tarea. La idea de desviar el cause del río a través de canales que conectaran el reino, beneficiando así al pueblo, había sido de ella. La mente de su esposa nunca dejaba de sorprenderle.

Y aunque el plan original no lo oyó por boca de ella, pues fue en el tiempo en que la pelirroja había osado escapar del palacio, Eugeo se lo relató con todo detalle en la siguiente reunión que mantuvo con sus consejeros. El grupo de hombres escuchó con la boca abierta mientras el joven rubio relataba con entusiasmo todo el ambicioso proyecto. Ninguno se mofó, ni ninguno fue capaz de negar que era una idea maravillosa, y que si era ejecutada con perfección, llenaría de prosperidad y buenaventura el reino, a tal extremo que su fama sería conocida en los países vecinos.

Galbi #Kiriasuweek2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora