Capítulo 11

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Tras mi confesión, me dije a mí mismo que era mejor distanciarme de Veg durante un tiempo para calmar mis emociones. Pero aquí estoy, enfrente de su ascensor esperando... no sé realmente a qué ¿a arrepentirme e irme a casa? No, ya está decidido. Él es el único que puede ayudarme en el poco tiempo que me queda.

—Soy imbécil —el rubio saca su móvil del bolsillo buscando el número del de ojos amatista —Nací imbécil y nadie me va a quitar lo imbécil —apoya el teléfono en su oreja sintiendo la calidez de éste y esperando impaciente a que los pitidos se conviertan en una voz.

Tranquilízate. Es la única manera.

—Vegetta.

—¿Si Doblas?

El oso suspira provocando la aparición de un cúmulo de arrepentimiento y con este un malestar físico indescriptible.

¡No seas dramático coño! Solo vas a pedirle un favor.

Tras pulsar el botón rojo, Rubius no pudo evitar mirar hacia el amplio cielo que, poco a poco, se convertía en un azul oscuro bastante imponente.

Sin darse cuenta ya se encontraba en frente de la majestuosa propiedad de Vegetta. Solo tenía que cruzar un corto camino de césped para hallar la entrada de piedra cerrada a cal y canto, frente a la cual le esperaba el azabache.

—Hola, Veg —saluda nada más llegar a su lado.

—Doblas —el mayor le dedica una ligera sonrisa para luego desviar toda su atención a la puerta, cuya apertura desembocó un estruendoso ruido.

Mantente tranquilo Vegetta, no va a pasar nada —se dice a sí mismo fingiendo una serenidad impasible.

El silencio incómodo reinó durante el trayecto hacia la mansión del adinerado que, junto a la extraña distancia que mantenía con Rubius, provocaba que la intranquilidad de ambos aumentase, notándose a uno más que al otro.

—Veg.
—Rub- —ambos dijeron al mismo tiempo dando lugar a una risa nerviosa por parte del oso y un gesto del dueño de la casa para que empiece él.

—¿Dónde nos sentamos?

—Por aquí —dice distanciándose aún más del chico, dirigiendo sus pasos a un salón con una gran mesa.

—Siéntate donde quieras —Rubius arrastró la silla más cercana que tenía, situada en el inicio de la mesa.
Estaba a punto de sentarse, pero, al ver como Vegetta se alejaba hasta el final de la habitación, decidió no completar la acción y seguirlo confundido.
El azabache se sentó justo en el asiento contrario al primero que el oso quiso usar, sin embargo al ver que éste se sentaba en una cerca de la esquina, y por lo tanto, cerca de él, se movió a la que quedaba en frente de su invitado.

¿Me odia?

Rubius, sin entender nada, tragó saliva, posó las manos en su regazo e inició un juego con sus dedos fijando su vista en éstos.

—Es-. T-tú. Eh- —el oso intentaba arrancar la conversión con cualquier frase que su mente le ofrecía, pero no lograba centrarse en una sola.

Vegetta, quien apoyando su mejilla en la palma de su mano mientras recargaba su peso en su codo, le observaba inexpresivo, tratando de no alterarse al tener al protagonista de aquel fatídico video delante suya. Pero lo único que conseguía con su despreocupada actitud y su fija mirada era aumentar la inquietud del oso.

—Necesito... tu ayuda —consigue pronunciar el cura.

Inconscientemente una ligera sonrisa se formó en los labios de Vegetta.

Indecente - Rubegetta 🐻🐺 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora