Adela no volvió a casa

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El 5 de septiembre de 1997 el pueblo se fue a la cama con una noticia escandaloza que iba de boca en boca.
"Si, la hija de la señora del ojo raro" "siempre supe que era una vagabunda. Ha de estar con el novio"
esas eran algunas de las cosas que decían las personas, pues la hija mayor de los Rendón había desaparecido hacía ya tres días. Sus familiares estaban desesperados.
El día que desapareció, la señora Marta, su madre, llegó del trabajo. Desde ese momento supo que algo estaba mal;  su hija ya debería estar en casa a esa hora. Sin embargo esperó a que su marido llegara; no quería suponer cosas y entrar en desespero.
Así pasó, el señor llegó, y luego de tres horas eran dos los desesperados.  Acudieron a la policía, pero como lo esperaban, tuvieron que aguardar a que el tiempo prudente para reportar a una persona como desaparecida se cumpliera. Así terminaron los dos padres preocupados preguntando de puerta en puerta si alguien la había visto.

"ya aparecerá, debe estar borracha tirada en una zanja" comentaba el señor Ricardo descomplicadamente cuando su hija, amiga de Adela, se lo comentaba angustiada.
Él tenía razón, Adela si estaba en una zanja, pero no borracha.
Un día después de ser reportada oficialmente como desaparecida, fue hallada; estaba en una zanja a un kilómetro de su casa tenía moretones en todo el cuerpo, la quijada desencajada, un ojo reventado y signos de violación. Estaba desnuada, envuelta en bolsas negras.
A pesar de ser evidente el atroz crimen, las personas se mostraban indolentes y un tanto despiadadas.

"Ella debía estar en la casa, no de vagabunda en la calle" o "si le pasó fue por algo" frases como esas se seguían escuchando en las conversaciones  de las personas.
Lo que ellos no sabían, era que Adela si estuvo ese día en la casa. Pero como iban a saberlo, si la misma policía fue tan incompetente para hallar pistas.
Una tarde la señora Marta acudió a la comisaria, en donde al recibir respuestas indiferentes de parte del oficial, se mostró agresiva con él, a lo que éste le respondió casi burlándose; "si no hago bien mi trabajo debería hacerlo usted por mí. Pero le recomiendo que vaya a casa y se encargue de cuidar bien a su otra hija, no vaya a ser que le ocurra lo mismo".
Aunque fue un crimen inedito, las autoridades no miraron más allá de sus narices, porque las evidencias que incriminaban a una persona del pueblo estaban ahí.
Todos en el pueblo parecían reacios a aceptar que la culpa no era de la víctima. Sin embargo, y dejando en evidencia la hipocresía de los habitantes, la gran mayoría asistió a su entierro. Algunos incluso lloraban lamentado la muerte de la muchacha.

Nunca se halló al cumpable, no se le dió la relevancia adecuada a la tragedia que devastó a una familia entera.
La verdad la sabían solo dos personas, una de ellas estaba siendo sepultada, y la otra era el violador y asesino que le arrancó la vida a la joven, ese mismo hombre que se encontraba carca a la corona de rosas blancas puestas por él a un lado del ataúd de Adela. Era el hombre vestido de negro con corbata roja, ese mismo que abrazaba a la señora Marta mientras esta se quebraba en llanto. Ese mismo hombre que Adela llamaba "papá".

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