Cap 5: donde Pinki se pierde

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Bailo de la emoción.

¡Hoy es viernes por la noche!

Lo cual significa una cosa:

Tengo el sábado y domingo libres para mí solita.

¡Magnífico!

Solo hay un problema... No tengo ganas de hacer nada. Estoy consciente de que había dicho que me iba a divertir los días que pudiera. Que sería una Bad Girl pero no se puede hacer nada contra la flojera. Así que por eso estoy sentada sobre mi sofá viendo tranquilamente la televisión.

Estoy un poco desanimada porque, aquel chico del supermercado nunca me llamó o me mensajeo. Tal vez si tiene una familia y decidió no ponerle los cuernos a su mujer, así que esa decisión es buena, ¿No?

Lo que me desanima es no tener nada que hacer este viernes (además de alimentar a mi gato) porque tengo una vida de lo más aburrida. En cuando me sienta bien invitaré a Luz por unos tragos, si, eso haré pero mientras tanto me moriré lentamente sobre mi sofá.

Podría comer un bote de helado completo mientras lloro con alguna película cliché pero no quiero que mi helado se termine ya que apenas lo compré hacía tres días. Si me lo termino ahora, estaré llorando en dos días porque ya no hay, así que mejor me ahorro esos berrinches y me concentro en mi gato... Que por cierto...

¿Dónde está?

—¡Pinki!— le llamo porque soy una floja de lo peor que no quiere ponerse de pie— ¡Pinki! ¡Cariño, es hora de comer!

Pero no aparece. No hace ningún tipo de ruido y eso me alerta. Trato de recordar si esta mañana lo ví antes de irme al trabajo. Claro que estaba aquí en la mañana incluso me rasgo algunos calcetines de mi armario. También trato de recordar si deje cerrada la puerta cuando me iba corriendo al trabajo (porque obviamente iba tarde) pero...

No... Puede... Ser...

Arrojo apresuradamente las cobijas que me cubrían del frío mientras estaba sentada en el sofá. Corro a mi armario para revisar si (por gracia del espíritu Santo) Pinki está ahí pero no está. Corro, ahora a dirrección a la cocina y tampoco está tratando de buscar comida. Así pasa más de media hora y me doy cuenta de que Pinki no está en ningún lado de la casa.

—No puede ser— me llevo las manos a la cabeza— no pude ser... Mamá dijo que no debía comprar un gato, ella sabía que no podía ni cuidar de mi misma, ¡Y ahora Pinki está perdido!

Me doy un golpe en la mejilla con la palma de mi mano para comprobar si no estoy soñando pero, por el dolor que sentí, me doy cuenta que no estoy soñando y que Pinki se ha escapado. Entro en pánico. Una vez soñé que mi bendito gato se perdía por las calles de este lugar y que lo encontraba arrollado por un autobús.

—Cálmate, cálmate... Pinki no puede estar muerto, el sigue vivo pero fuera del apartamento. ¡Si! Si, está fuera.

Vuelvo al armario y tomo un abrigo negro (el invierno ya ha llegado por eso me cubro). Caigo en cuenta que mi pobre Pinki puede estar en alguna calle, triste y solo, pensando que lo he abandonado... ¡Que no se le ocurra pensar eso! ¡El fue quien me abandonó, a mi solo se me olvidó cerrar la puerta pero el fue quien salió!

Mientras voy saliendo de mi habitación logro ver mi reflejo en el espejo de cuerpo completo que tengo en una esquina. Demonios. ¿Saldré de casa vestida así?. Tengo el cabello enmarañado, el abrigo negro me queda unas tallas más grande, mis lentes (que uso por las noches) están algo sucios, mi pijama rosa me hace ver menos sería y ni hablar de las pantuflas...

¡Pero no hay tiempo!

Tengo un gato al que encontrar.

Vuelvo a correr por todo el apartamento en busca de mis llaves hasta que doy con ellas y salgo corriendo al pasillo del edificio. Algunas paredes están sucias y viejas que trato de no tocarlas mientas corro por todo el sitio. Tengo que salir a la calle porque, si Pinki llegó a salir a las calles, se está alejando con cada segundo que pasa. Pero si está todavía en el edificio puede que se quede hasta que lo encuentre.

Toco varias veces seguidas el botón del elevador pero este tarda en llegar. ¡¿Por qué a mí?!. Lloro mentalmente al tener que pensar en correr por las escaleras hasta llegar a la entrada del edificio. Me muerdo el labio pensado si quedarme a esperar al elevador o tener que irme por las escaleras. ¡No hay tiempo! Pinki está solo y me necesita.

Así que, con una velocidad que creía no tener, corro escaleras abajo. Tropiezo algunas cuantas veces pero llego aún con vida a la recepción (dónde no hay nadie porque son altas horas de la noche y la chica que cuida el sitio ya se habrá ido a ver porno. Porque, si señores, las chicas también ven porno, no todas pero si algunas). Aún apresurada salgo del edificio y camino por varias calles. Todas frías y solitarias.

Ni un perro o gato se encuentran a la vista.

Cuando ya llevo varias calles lejos de casa (departamento) y aún no he encontrado a Pinki decido regresar para ver si está en el edificio. Durante todo el trayecto cruzo los dedos para que Pinki esté bien, en algún rincón del edificio sin hambre ni frío.

En cuando te encuentre te daré algunas nalgadas y después comerás...

Pero, ¿Cómo se le da unas nalgadas a un gato?

¿Eso es maltrato animal?

Digo, solo será por castigo. Me ha parado el corazón por el susto, se merece un castigo...

Mis pensamientos son interrumpidos por una voz gruesa e intimidante a mis espaldas. Me hago pequeña en mi lugar cuando esta dice:

—Hey... Quiero que no te muevas y que me des, lentamente, todo lo que tienes en ese abrigo.

Solo faltan dos calles para llegar a mi edificio pero no creo que me sea posible correr ya que el tipo detrás me ha tomado del hombro. Siento su respiración en mi nuca y me causa un repentino escalofrío de miedo. Siento como la sangre de mi cuerpo se vuelve fría (o tal vez se me ha parado el corazón y no me he dado cuenta), mis manos y frente sudan y mi cuerpo se ha puesto rígido.

—¿No me has oído? Dame todo lo que tienes en tu abrigo.

¿Por qué tuve que pasar por esta calle oscura?

Con una mano temblorosa saco de mi bolsillo todo el dinero que tengo (que no es mucho por suerte mía y por mala suerte de él) y se lo entrego en la mano que ha puesto a un lado de mi cuerpo. Del otro bolsillo saco un dulce de menta y dudo si dárselo o no.

El tipo solo mira al dulce.

—Dame eso también...

Titubeó un poco y también deposito el dulce en su mano. Esta es la primera vez que me asaltan de una manera muy extraña. Me muerdo el labio interior aguantando las ganas de reír. Si antes estaba nerviosa ahora me encuentro divertida por la situación, ¿En serio me robó un dulce de menta?.

—¿Qué más tienes?

—Nada— digo en voz baja para que no note mis ganas de reír.

Por favor, que no me pida mis llaves...

Es lo único que le falta pedirme pero si lo hace me quedaré afuera de mi departamento hasta que consiga otras llaves. Pero, ¿Por qué las pediría si no sabe dónde vivo?

—Dame esas llaves que tienes en las manos...

Maldición...






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⏰ Última actualización: May 15, 2020 ⏰

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La Fracasada Vida De Nahomy B.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora