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La suave brisa de la mañana movía las delgadas cortinas de una habitación de hospital, los rayos del sol se reflejaban en el cristal de las ventanas dándole luz a todo en el pequeño cuarto.

A pesar del tranquilo y tan cálido ambiente se podían escuchar gritos y pasos apresurados dentro del lugar. Los doctores corrían de un lado a otro de forma desesperada.

En la camilla cerca de la ventana se podía observar a una hermosa mujer de cabellos blancos y ojos grises ahora abrumados de dolor. La joven apretaba con fuerza las sábanas a su lado en un intento de aguantar ese sentimiento desgarrador que tanto se extendía en la parte inferior de su cuerpo que, apesar de no tener una gran herida visible, ardía de forma casi insoportable a tal punto que la sangre caía lenta y discreta pintando las sabanas blancas de aquel color carmín.

La joven mujer entreabrió uno de sus ojos y dirigió su mirada al origen del dolor, era tanta su desesperación que un rastro de sangre adornaba sus labios los cuales mordía con fuerza.

Pero más que un simple dolor lo que más la lastimaba era aquel sentimiento de soledad.

Su esposo, como todas las veces, nunca estaba presente cuando se le necesitaba. En su mente aún se preguntaba la razón por la que había aceptado el compromiso, se arrepentía profundamente el haberse casado con aquella clase de hombre.

Tuvo la oportunidad de huir de casa en su momento y olvidar aquel matrimonio arreglado, pudo haber dejado todo atras. Aún se preguntaba porqué no lo hizo.








Fuera de la habitación, tres pequeños niños acurrucados en una esquina del pasillo esperaban alguna noticia de su madre.

El mayor de ellos acunaba entre sus brazos a los otros dos, la pequeña niña jugaba algo nerviosa con sus dedos mientras que el más pequeño de ellos tapaba casi desesperado sus oídos en un intento de aminorar su temor por lo que sucedía dentro.

Ninguno sabía lo que estaba sucediendo dentro de la habitación frente a ellos.

El tiempo pasaba de forma lenta y tortuosa para los menores que solo podían esperar y esperar por un tiempo indefinido. Como si fuera una eternidad, luego de un par de horas los gritos cesaron y sólo podían escuchar unos agudos sollozos junto con el suspiro de alivio de las enfermeras que se retiraban del lugar.

Esperaron un momento más antes de entrar a la habitación, giraron con lentitud y duda la perilla de la puerta aún con muchas dudas dentro de sus mentes, no sabían si era seguro el lugar.

La niña apretó con fuerza la mano de su hermano menor dándole a entender que todo estaría bien, mientras los tres estuvieran juntos nada malo sucedería. Miró al mayor de ellos y al recibir una respuesta positiva del pelirrojo empujó por completo la puerta.

Los tres niños asomaron sus cabezas con algo de cautela antes de proceder a entrar a la habitación. Recostada sobre una de las camillas, podían ver a su hermosa madre algo cansada por el sobresfuerzo y cargando un pequeño bulto entre sus manos.

La mujer dedicó una suave sonrisa a su pequeño bebé mientras lo arrullaba con cariño, aquellos hermosos ojos bicolores la tenían cautivada por completo.

La niña sonrió por unos momentos ante la imagen antes de notar una pequeña cuna algo alejada de la cama, los doctores habían puesto algunos monitores para revisar la frecuencia cardíaca de la criatura que descansaba plácidamente dentro.

Con pequeños pasos se acercó con curiosidad de lo que había dentro, colocó sus manos en la esquina de la cuna mientras se asomaba un poco para descubrir el origen de las pequeñas risas que se escuchaban.

1 | ELLIPSISM ↬ 心の闇Where stories live. Discover now