Tormenta.

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—¿Escuchaste que la profesora Lourdes murió el fin de semana? 

Escuché la voz de mi tía hablar con un falso lamento mientras susurraba sus palabras, como teniendo cuidado de no ser oída por un ser invisible que se hallará en aquél establecimiento, observaba con atención sus acciones y palabras, tratando de leer sus pensamientos, no tenía nada mejor que hacer después de todo.

—Ay Dios, no me digas eso —mi madre se persignó mientras decía aquellas palabras, ella realmente se sentía mal por ese hecho—. Benjamín —me llamó, me dirigió la mirada y me observó con sus ojos avellana.

—¿Uhm? ¿Qué sucede? —pregunté levantando mi mirada claramente hacia ella.

—¿Recuerdas a la maestra Lourdes?, la que te dio clases en tercero, en la primaria —me explicaba como para asegurarse de que recordara todos los detalles de aquella mujer.

Yo asentí con la cabeza, tenía muchos recuerdos de la primaria y tenía demasiados sobre esa mujer, si tuviera que comparar mi cerebro con algún lugar lo compararía con un basurero, un basurero con montones de diferentes tipos de basura, los tipos eran etapas de mi vida y la basura eran los recuerdos.  

—No puedo creer que haya fallecido, era tan joven —expresó mi abuela con pesar en sus palabras mientras tomaba entre sus manos la taza de café que con anterioridad estaba bebiendo, extrañamente, continuaba estando caliente pues lograba observar el vapor saliendo de la taza y empañando sus lentes.

Recordaba con claridad a la maestra Lourdes, una mujer joven y alegre de 24 años, con un futuro por delante, dentro de unos meses ella ya habría cumplido sus 31 años, no me sorprendí al escuchar la noticia de su muerte si es que soy sincero.

—¿Estaba enferma? —pregunté discretamente, podría afirmar saber el motivo de su muerte, solamente necesitaba que alguien me lo confirmara.

—No se miraba enferma, hace una semana la miré muy sana —explicó mi tía mientras se rascaba la nariz, me incomodaba esa acción por alguna razón—, Doña Martha dijo que le dio un ataque al corazón mientras dormía, pero no creo que sea eso, ella definitivamente estaba sana, debió haber pasado un accidente en su casa.

—De cualquier forma, es muy triste —agregó mi abuela ante el desinterés que demostró mi tía con sus palabras—, ella era muy buena maestra, el otro día vino a comprar cena con su hija y me dijo que este año la iban a mandar a otra escuela, creo que iba a trabajar en el colegio.

—Seguro solamente quería salir de aquí para dejar a su madre —mi tía soltó una risa tosca—, ya ves que nunca tuvieron una buena relación entre ellas.

—Ella solo quería avanzar —le defendí antes de que mi abuela pudiese hacer algún reclamo por las palabras dichas por su hermana.

Ambas voltearon a verme, pero ni siquiera la mirada de mi tía me iba a intimidar esta vez, sus ojos mirándome con molestia eran incómodos, pero mi molestia por sus palabras era superior al miedo que podría tenerle a cualquiera.

Toska.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora