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Después de un día completamente estresante en la oficina, donde tuvo que despedir a varios trabajadores por su incompetencia, fue una sorpresa para Kun que le hayas ofrecido tu ayuda para hacerlo sentir mejor. No se negaría ¿cómo podría hacerlo?
Se encontraba sentado, tu cabeza entre medio de sus piernas, estabas dándole todo el placer que se merecía luego de un largo día. Tu cabeza subía y bajaba sobre su miembro, intentando meter a tu boca todo lo que podías. Con una mano te aferrabas a su muslo para no perder el equilibrio mientras que con la otra sostenías su pene.
La punta de su miembro golpeaba contra tu garganta. Cuando las arcadas eran demasiado fuertes, te alejabas unos segundos y con tu lengua dabas pequeñas lamidas a todo el falo. Sus gruñidos y jadeos solo hacían que tus movimientos se aceleraran, querías hacerlo sentir muy bien, tal como él lo hace todas las noches.
Sus manos acariciaban suavemente tu cabello mientras te miraba con cariño —Tu boca se siente muy bien, amor— te encantaban los halagos y por ello no evitaste soltar un gemido a su alrededor, provocando vibraciones que erizaron su piel. —A-ahh...tan linda—
No pasó mucho tiempo para que se corriera en tu boca, tragaste todo sin dejar ningún rastro. Lo ayudaste a acomodar su ropa mientras lo llenabas de mimos. Preparaste el baño mientras él recuperaba el aliento. Definitivamente se había casado con la mujer indicada.
