Había pasado una hora exactamente desde que llegaste a la cafetería, una hora donde estuviste sentada sola, bebiendo un café para disimular y no dar lástima a los que se encontraban a tu alrededor. Ya te sentías mal y no pensabas tolerar los murmullos de los presentes compadeciéndose de tu suerte.
¿Y tu novio? Él ni siquiera se dignó a contestar los mensajes que le habías mandado cuando los minutos pasaban y no lo veías entrar por la puerta.
Cansada de esperar, pagaste lo que habías bebido y te fuiste del lugar. No ibas a seguir haciendo el ridículo esperándolo cuando era obvio que no llegaría.Estabas tan decepcionada, el encuentro lo habían planeado toda la semana. Sabías que Jeno podría ser un despistado a veces y olvidarse de algunas cosas, pero el sentimiento de amargura y tristeza seguían allí.
Al llegar al departamento fuiste directo al baño, al menos una buena ducha te haría sentir mejor.
Cuando saliste, escuchaste el sonido que emitía tu celular, claramente era una llamada y sabías quien sería.Decidiste contestar para soltar todo el enojo que tenías dentro, pero cuando abriste la boca para hablar solo escuchaste un -Lo siento tanto, bebé. Porfavor ábreme la puerta- antes de que rápidamente colgara.
Suspiraste y fuiste hacia la puerta, por más que estuvieras enojada no lo dejarías afuera, menos sabiendo que era capaz de esperar allí todo el día.
Cuando abriste, te encontraste con la imagen de un chico alto y de cabello negro como la noche, con los ojitos brillosos reflejando arrepentimiento. De sus labios se formaba un puchero demasiado tierno, capaz de ablandar a cualquiera. Toda barrera que habías creado se rompió, pero aún así intentaste no ceder ante su ternura.
Te hiciste a un lado para que pasara, recibiendo una pequeña sonrisa de su parte.
Escuchaste atentamente todo lo que tenía para decir. El enojo se esfumó cuando oíste que estaba ayudando a su madre en los quehaceres de la casa, ya que se encontraba lastimada y no podía levantar cosas pesadas. Se le había pasado la hora y cuando se dió cuenta ya era demasiado tarde.Siempre fuiste comprensiva y tu novio lo agradecía. Así que solamente soltaste un -Está bien, no te preocupes- para luego abrazarlo, escondiendo tu rostro en su cuello. Lo habías extrañado tanto, necesitabas de su atención y él lo sabía, siempre lo hacía.
Acarició suavemente tu cintura para luego alejarse un poco -Cariño, dejame recompensarte porfavor- un dulce beso fue depositado en tus labios.
La habitación era inundada por los suspiros y suaves gemidos que ambos soltaban.
Palabras dulces y halagos eran los que recibías, mientras tu cuerpo era recorrido por suaves labios que a su paso iban dejando besos llenos de amor y admiración.Las sábanas eran arrugadas por tus manos, tus ojos estaban cerrados mientras sentías y disfrutabas todo lo que te era dado.
El vaivén de caderas era lento y profundo, buscando hacer todo más íntimo.Te aferrabas más a su cuerpo en un intento de sentirlo más cerca. Sus ojos buscaron los tuyos mientras se entregaban por completo el uno al otro.
Compartieron besos que hacían a sus corazones revolcarse en un sentimiento cálido y hermoso.
Tu cuello se volvió su escondite cuando las embestidas se tornaban más profundas, llenándote como solo él podía hacerlo.Era el único con el privilegio de ver como de tus ojos brotaban lágrimas a causa de todo el placer que le daba a tu cuerpo, el único que podía escuchar su nombre salir de tus labios junto a aquellos gemidos que lo traían loco.
Admiraba cada parte de tu cuerpo, como si fuese la obra de arte más increíble que alguien haya hecho.
Sus labios se unieron una vez más, callando todo sonido en la boca del otro cuando ambos estallaron en un placer abrazador que los dejó exhaustos.
Esa noche dormiste abrazada a su pecho.
Tu día no había resultado tan mal después de todo.