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—¿Qué te dije sobre salir? ¿Ah? ¿Por qué nunca me escuchas? ¿Creíste que no lo sabría?—
Aunque quisieras no podías responder, la mordaza que cubría tu boca te lo impedía. Sabías que tu vida estaba en riesgo por ser la pareja de un mafioso, todos sus enemigos te tenían en la mira y por eso habían acordado mantenerte a salvo en un departamento lejos de él hasta que las cosas se calmaran. Pero ya habían pasado dos meses desde que no salías y te estabas estresando. Tu familia preguntaba por qué no los visitabas y las excusas se iban acabando.
Solo fueron dos horas, dos horas en las que fuiste a ver a tu madre para poder tranquilizarla y demostrarle que estabas bien cuando, al llegar, apenas tuviste la oportunidad de cerrar la puerta y ya estabas siendo acorralada contra ella.
Te asustaste al principio pero cuando viste a Jaehyun te tranquilizaste, aunque no duró mucho al ver su rostro lleno de ira. ¿Y ahora? Bueno, ahora estabas completamente desnuda en la cama, con tus brazos amarrados a la cama sin poder moverte demasiado.
—Sabes lo que te pudo haber pasado y aún así lo hiciste—
Tu piel ardía, los latigazos que recibías eran dolorosamente placenteros. Seguramente quedarían marcas que tardarían en desaparecer. Sentiste algo frío contra tu vagina y mordiste la tela en tu boca cuando algo duro se adentró sin aviso.
—Si te hubiese pasado algo no me lo perdonaría—
La cama se hundió y el cuerpo de Jaehyun cubrió el tuyo, su boca recorría tu piel mientras te acariciaba con desespero para luego llevar una de sus manos hasta tu zona y encender el vibrador que, hasta el momento, había sido olvidado.
Las vibraciones te llenaban de placer y tu cuerpo daba pequeñas convulsiones. La mordaza fue retirada de tu boca, dejando salir esos gemidos que estaban siendo opacados.
—No volverás a salir, haré lo que sea necesario para protegerte— sus ojos buscaron los tuyos —Aunque eso signifique mantenerte encerrada—
Estabas a punto de correrte cuando el vibrador fue retirado, pero antes de que pudieses quejarte Jaehyun ya se había enterrado profundamente en tu interior.
Las penetraciones eran duras y rápidas, tu cuerpo se agitaba violentamente por la fuerza ejercida en ellas. Tirabas de las ataduras intentado liberarte sin poder lograrlo.
Unas cuantas embestidas más hicieron falta para que ambos tuvieran su orgasmo. Mientras te calmabas , tus manos fueron soltadas y unos fuertes brazos rodearon tu cuerpo de forma protectora.
—Vendrás conmigo, es la única forma de que esté tranquilo— Besó tus labios dando un suspiro. Te aferraste más a él y solo asentiste antes de caer dormida.
