Days Gone [AU]

Capítulo 1: City of the Dead.

«Dentro de cada demonio (ser) hay un arcoíris» repitió mentalmente aquella frase que había sido su mantra durante las últimas décadas, le recordaba que siempre había que mantener la esperanza incluso en el fondo del infierno, aunque ya no estuviese en ahí sino en la tierra.

Soltó un profundo y pesado suspiro para después inhalar el aire caliente del ambiente mientras intentaba reposar de los ardientes rayos del sol del sur de los estados unidos, bajo el pórtico del viejo hotel que fungía como refugio para varios supervivientes, y desde donde observaba como eran apilados los cuerpos casi esqueléticos de los infectados que desprendían un olor nauseabundo, y los cuales iban a ser cremados.

Llevó su mano izquierda a la base de su cuello sobando este de forma leve, para después dirigir su vista hacia la botella de agua que reposaba en su mano derecha. Hacía un par de meses que se encontraba en la tierra, incluso había tomado una apariencia más humana, su piel había adquirido más color y en sus mejillas ya no estaban aquellos distintivos lunares que le daban la apariencia de una muñeca en su lugar habían un par de mejillas sonrosadas y sus labios habían dejado su color negro natural y se tornaron cereza, entre otros rasgos lo único que había mantenido era su larga cabellera rubia que llegaba unos cuantos centímetros por debajo de su cintura y el cual ataba en una cola baja.

Su propósito inicial tuvo comienzo en el infierno y solo se enfocó en una investigación de lo que estaba sucediendo en la tierra, ya que la cantidad de almas que había empezado a arribar al infierno había aumentado de forma estrepitosa, incluso superando a las que habían arribado durante el evento que la humanidad llamo "segunda guerra mundial" o la antigua "peste".

Dicho aumento desmedido causó que la sobrepoblación que había en el infierno se agravara, instaurando una silenciosa guerra de poder entre los principados del infierno que empezaban afiliar a más y más pecadores a sus filas, entre ellos su padre Lucifer. Todo aquel movimiento del infierno terminó por llamar la atención de la esfera superior del cielo, quienes vieron aquello como una amenaza latente para una rebelión, ese temor fue lo que llevó algunas décadas atrás a instaurar los llamados "exterminios" que se llevaban a cabo cada 365 días sin falta por los Powers, los ángeles guerreros de la esfera segunda esfera, y ahora reducía el tiempo entre cada exterminio a tan solo tres meses alegando la gran afluencia de almas «¿qué clase de solución se suponía que era esa?».

Aquel hilo de pensamientos llevó a Charlie sentirse ligeramente sofocada, lo que le hizo dar un pequeño trago a la botella de agua. Ella había nacido en el infierno, para ser precisos era la princesa de este y había crecido viendo y buscando el lado positivo a todo y cada año desde la instauración del exterminio sentía como su corazón se rompía al escuchar los gritos y alaridos de su gente intentando salvarse sin darles una mínima oportunidad, esos cientos de almas pecadoras masacradas eran su gente después de todo, almas en las que incluso su creador perdió su fe y dio su espalda.

Trabajo un par de meses recaudando la información y datos de las almas recién llegadas, tanto como le fue posible, incluso recolectando pequeños rumores. La gran mayoría de las nuevas almas que ingresaban por las puertas de la ciudad de Dis decían haber sido atacados por sus congéneres de forma violenta mordiéndolos o rasguñándolos sintiendo un dolor inconmensurable y lo siguiente que recordaban era estar siendo juzgados por el Rey Minos, otros decían haber visto como muchos cuerpos se levantaban y empezaban a andar incluso después de llevar algún tiempo muertos «los muertos volvían a la vida» era lo que decían.

Pero ella sabía que cualquier alma que entra por las puertas del infierno no sale de él, y lo mismo sucedía con aquellas almas que atravesaban el río Leteo o río del olvido en la entrada al paraíso. Aunque los humanos documentaron algunos casos de revividos con magia voodoo, pero aquellos solo eran cascarones con espíritus errantes o demonios menores, y el único que había conseguido revivir a alguien había sido el hijo de Dios encarnado, que suerte había tenido Lázaro...