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Cuando cierto australiano de pelo rubio y rizado se encontraba a mi alrededor no podía evitar comportarme distinto. Me sentía como una completa tonta a su lado, me daba rabia porque sabía que no era ninguna estúpida, pero no podía evitar actuar distinto a lo que yo era usualmente cuando estábamos juntos.
Sentía que debía poner cierta distancia entre nosotros, porque si me mostraba tal cual, nos estaríamos conociendo mucho más, a un nivel más profundo y eso me daba un poco de miedo. Sabía que él era completamente auténtico conmigo, por eso yo tenía que establecer una barrera.
Además confieso que me ponía un poco nerviosa, así que fingir que me interesa mucho menos y una actitud segura de mi misma en todo momento me ayudaba a sentirme mejor. Pero este viaje me estaba dificultando algunas cosas.
No estaba a solas con él, mis mejores amigas estaban con nosotros, no podía actuar distinto con ellas, tampoco con sus amigos. Y sabía que se estaba percatando de ciertas cosas. Él parecía tenerlo todo bajo control, dispuesto a darme su amistad más sincera independientemente a nuestras aventuras sexuales.
Y me daba tanta rabia, quería gritar y golpearle por ser así de lindo.
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Nuestro segundo día en Disney había llegado a su fin, tristemente para mi. Tras la cena fui a la habitación con Gina y aproveché para darme una ducha. Estaba bastante cansada y las duchas siempre lograban hacerme sentir como nueva.
Al salir me puse un camisón de Aladdín que había traído, me eché algo de crema en la cara, sintiendo mi piel completamente aliviada, libre de maquillaje, limpia. Amaba esta sensación. Cuando salí del baño Gina se había quedado dormida con su teléfono en la mano y no pude evitar sonreír, qué tierna se veía.
Puse su teléfono a cargar en la mesita de noche y la arropé, se había quedado dormida sin querer y ni si quiera había podido hacer eso. Yo por mi parte, me acosté en mi cama pero ante mi poco sueño me dediqué a revisar mis redes sociales.
