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La boda de Priscila y Derek se celebraría en Londres dentro de dos días, por lo tanto, había tenido que viajar para estar presente a pesar de no haber cumplido con mis obligaciones de dama de honor por lo menos tenía que asistir y fingir, algo así me había dicho mi hermana y la verdad es que había sido considerada con el hecho de que Bárbara estaba enferma y, además, embarazada.

No había sido del todo una mala dama de honor, durante los meses pasados había ido una que otra vez a ayudarla con tonterías de las bodas, que para los demás no eran tonterías y aprovechaba para seguir los negocios y estar en la empresa Van Wyngaarden, la matriz. Las cosas parecían ir mejor que nunca en las empresas y con todos los negocios que había realizado, solo se podía pensar en la expansión, lo cual había puesto sumamente orgulloso a mi padre con quién logra hablar cada vez un poco más.

El abuelo había venido desde México para atender las segundas nupcias de su nieta mayor y estaba más de feliz de informarme que estaba por retirarse y, por lo tanto, las empresas irían a parar a mi dentro de poco, lo cual quería decir más trabajo, menos tiempo, menos vida ¿moriría un día en la silla dela oficina de uno de los edificios? Quizá, era probable.

"¡Ey, Raphaela! ¿Podrías concentrarte?"

"Sí, dime qué demonios tengo que hacer y lo resolveré en dos segundos, solo no me hables tanto de tantas cosas sin sentido."

"Es el acomodo de las sillas" me dijo ofendida, "¿Crees que deberían estar orientadas a ese arco? ¿O a las flores de allá?"

"No sé... eh, ¿arco?"

"Bien, entonces las flores."

No entendía para qué me pedía opinión si al final haría exactamente lo contrario de lo que dijera... ¡Oh! Era una buena estrategia ahora que lo pensaba, yo solía tener mal gusto para todas esas cosas, así que lo que dijera era la opción descartada siempre, vaya, Priscila era más lista de lo que dejaba ver a simple vista.

"¿Segura que estarás bien con que venga Timothée?" me preguntó de pronto, mientras veía la lista de su wedding planner.

"No es que podamos desterrar al padrino del novio ¿o sí?"

"No, pero lo hago por cortesía" sonrió, "en realidad he visto en internet que no parecen llevarse tan mal últimamente, dicen que se te descongelaron las venas cuando te fuiste de Londres."

"Me parece una tontería" arranqué una rosa, "en Nueva York también hace frío."

"Quizá" sonrió, "pero pareces mucho más tranquila allá."

"No es eso... es por Bárbara, ambos tenemos interés en las personas Rokfert, así que tratamos de no matarnos la mayor parte del tiempo."

"Claro... ¡Las flores van por allá!"

Sonreí y lentamente me aparté de Priscila, sobre todo cuando me di cuenta de que mi madre se acercaba a ella con esa mirada determinada de seguir agregando cosas a la boda. Salí de la mansión Van Wyngaarden, la cual había regresado a manos de mis padres después de que la recuperara en algunos meses y me fui hasta uno de los jardines internos de mi madre donde solía perderme desde que era una niña. Me subí a uno de los árboles más altos que se tenían ahí y abrí un libro y encendí un cigarro, mi madre odiaba que fumara así que tenía que esconderme pese a que yo era lo suficientemente mayor para no hacerle ningún caso.

"Es normal ver que caen hojas de los árboles, pero no cenizas." Di un grito con la repentina voz en un lugar tan solitario como lo era ese jardín oculto, el libro cayó al suelo, mi cigarro salió volando y yo caí estrepitosamente sobre alguien, debía agradecer que me subiera a una de las ramas más bajas del árbol. "Aunque tampoco es normal que caigan personas."

Timothée se quejó un poco cuando me moví para quitármele de encima y lo miré preocupada.

"¡Dios! ¿Te encuentras bien?"

"Considerando que me caíste desde una altura considerable" se tocó el estómago y los pulmones, "me has dejado sin aire. ¿Qué demonios hacías?"

No pude aguantar más y me dejé caer sobre mi espalda, envuelta en carcajadas.

"¡No has visto tu cara!" dije entre risas.

"Mira quién lo dice, tú no te viste al caer."

"Es verdad ¿qué haces aquí de todas formas?"

"Tu madre te busca" dijo dolorido, poniéndose de pie y tendiéndome una mano, "parece que se va a ensayar la entrada o algo así."

"¿Qué no es solo caminar?"

"No tengo idea" dijo fastidiado, "tengo cosas más importantes que hacer que caminar en un jardín como un ensayo."

"Yo igual" ambos caminábamos hacia nuestra zona de tortura, donde vimos a nuestros respectivos hermanos presos de sonrisas y una alegría que incluso se contagiaba, "pero creo que vale la pena el sufrimiento."

"Sí tú lo dices."

Timothée podía decir eso, pero veía la disimulada sonrisa en sus labios, estaba feliz también.

Pasamos varias horas discutiendo cosas de la boda, tanto Timothée como yo éramos una molestia puesto que teníamos que levantarnos todo el tiempo para atender llamadas o contestar mensajes urgentes, nadie nos decía nada cuando volvíamos, pero se denotaba que no les agradaba que no tomáramos con tanta importancia la boda como el resto de los presentes. Pero si se ponía en cuestiones prácticas, éramos Timothée y yo quienes estábamos pagando de alguna forma dicha boda espectacular.

"¿Quieres que te lleve a tu departamento?" me dijo mientras salíamos de la casa de mis padres.

"No, traje mi coche."

"Pensabas poder escapar en cualquier momento ¿cierto?"

"La esperanza nunca muere" sonreí, "no vemos."

Manejé hasta mi casa sintiéndome un poco extraña, no sabía cuál era el motivo, pero algo en mi interior se removía incomodo durante todo el trayecto e incluso después de entrar y cerrar la puerta, no me sentí plenamente relajada. Definitivamente los encuentros con Timothée siempre me dejaban un tanto extrañada y desconcertada, me volvía a ser agradable estar con él, pero mi cabeza se la pasaba gritándome órdenes para que me alejara todo lo posible.

Hice mi rutina de la noche, lavé mi cara, coloqué mi pijama e hice unas graciosas coletas en mi pequeño cabello, me fui a la cama con un libro en la mano y sin darme cuenta, había caído completamente dormida. Desperté de pronto al escuchar mi libro caer fuertemente contra el piso, mis nervios se alteraron y miré hacia todas partes, tenía la luz encendida y no se escuchaba ni un sonido en la calle.

No me gustaba sentirme atemorizada y eso siempre pasaba cuando de pronto sentía esa misma incomodidad que en el pasado, aquella en la que tenía la sensación desquiciante de que me observaban o me seguían. Sabía lo que tenía que hacer, revisar toda la casa para sentirme segura de que estaba sola, y lo hice, como pensé, no había nadie, solo era parte de la desazón de una mala experiencia en el pasado, había aprendido a manejarlo en México, cuando tuve que regresar debido a mis constantes ataques de ansiedad sufridos en España.

Volví a la cama y traté de dormir, tenía que estar lista para mañana, era el día de la boda de mi hermana, tenía que estar presentable, me agradaba Derek ahora que no parecía un amargado e incluso parecía llevarse bastante bien con mis sobrinos que igualmente parecían responder a él, sería una buena boda, una unión entre una Van Wyngaarden y un Volker, graciosa situación.

Cerré los ojos y caí completamente dormida.

El regreso de: RaphaelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora