XV

437 32 33
                                    

Pasaron dos días hasta que yo conseguí despertar. Estaba confuso, pues al principio no me acordaba de nada. Me sentía extraño, pero era agradable. No era algo que experimentaba por primera vez, pero sí que lo había olvidado. Me sentía descansado, que el sueño había servido para algo. Ahí recordé que ahora era humano. Miré a mi alrededor para ubicarme, moviéndome un poco, y me di cuenta de que me encontraba en mi habitación de Jorrvaskr.

La puerta estaba abierta y me di cuenta de que alguien estaba esperando fuera. Esta persona salió corriendo hacia mí cuando escuchó que me movía. Resultó ser Aela.

—Oh, veo que por fin has despertado. Te has levantado antes que Vilkas incluso.

—¿Dónde está Serana?

—No sé porqué, pero sabía perfectamente que eso iba a ser lo primero que dijeras al despertarte. Tienes a Serana siempre en tus pensamientos. Puedes estar tranquilo, ella está bien. Se encuentra arriba comiendo algo. He tenido que obligarla, han pasado dos días y ella no se separaba de ti ni un segundo. Sabía que necesitaba comer algo.

—¿Ahora te preocupas por ella?

—No sé por quién me tomas, pero sí. Si te refieres a lo que tuvimos tú y yo, eso está más que superado. Tú también deberías hacerlo y olvidarlo, dado a que tienes otra mujer en tu vida. Ya te dije que yo estaba feliz por ti. Además, durante este tiempo hemos estado charlando y conociéndonos mejor, ya que no había otra cosa más divertida que hacer por aquí. Ahora, no sé si podríamos considerarnos amigas, creo que no, pero al menos puedo decir que nos llevamos mucho mejor que antes.

—Me alegro de que os llevéis bien. Aunque ya no estemos juntos, Aela, sigues siendo mi amiga. Confiaría mi vida en ti.

—¿Así es como se siente Lydia? Vaya.

—Me temo que sí, siempre lo veo en sus ojos. No sé como hacerla sentir mejor, pero dudo que tú estés tan dolida como ella.

—No estoy dolida. Era un cambio que sabía que algún día iba a ocurrir. Lo he aceptado sin más.

Yo no dije nada.

—En cuanto Serana… estoy segura de que estás deseando verla, pero creo que es mejor que esperes un rato a que ella acabe de comer. Realmente lo necesitaba. No sé si los vampiros se pueden morir de hambre, pero mejor no comprobarlo.

—Sí, lo comprendo. Esperaré.

—Dime, ¿cómo te encuentras? ¿Qué se siente al volver a ser un humano normal y corriente? ¿Algo distinto?

—¿Sabes lo que siento? Que estoy descansado. Nunca he echado tanto de menos esa sensación. No recordaba lo maravillosa que es.

—Ahora eres más vulnerable a las enfermedades.

—Como al vampirismo, ¿no? Por eso lo dices.

—Realmente no lo decía por eso. Es más, Serana ha estado dos días enteros contigo aquí, estando tú indefenso, y tu cuello sigue igual de limpio. Está claro que ella sabe controlarse y que no te va a morder nunca.

—Yo os lo dije, pero no pareciais muy convencidos con lo que os decía.

—Sí, lo siento. Es difícil confiar en un vampiro. Estoy convencida de que para ti lo fue en un principio. Tenías razón, solo teníamos que conocerla para darnos cuenta de que ella no es un ser cruel y despiadado como los de su especie.

—Exacto, es como nosotros. No vivimos como animales como otros que son de nuestra misma sangre.

—No quise verlo en su momento, pero ahora lo importante es que lo hago. Bueno, creo que no voy a entretenerte más con esta charla. He de suponer que estás deseando ver a Serana, así que voy a ir a por ella. Supongo que ya estará terminando de comer.

El corazón del Dovahkiin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora