Parte 4

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Cada vez que sale de la escuela, Lila Rossi toma una pausa en su caminata. Ella se dirige al parque y se sienta en la misma banca para leer el mismo libro, claro, sólo cómo distracción.

Exactamente dos minutos después, aparece un coche lujoso, el cual se detiene quedando detrás de ella, con el vidrio de una ventana bajado.

—Señor Agreste, ¿Tiene alguna petición para hoy?

Menciona Lila mientras hojea el libro que trae en manos.
Gabriel Agreste sin dirigirle la mirada, comienza a hablar.

—Este es un encargo tan importante como el de la señorita Burgois.

—Oh, ¿Enserio? ¿De qué va?

—Quiero que se encargue de la señorita Dupaing Cheng.

Aquel apellido llamó la atención de la chica, siendo un acto inevitable, volteó a ver a el hombre que se encontraba en el carro.

—Sea más específico, exactamente, ¿Qué debo de hacer?

—Lo dejo a consideración suya. La necesito completamente vulnerable.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Lila. Dirigiendo su mirada nuevamente al libro que tenía, terminó de hablar.

—No sé preocupe entonces señor Agreste, yo me encargaré de ello sin problema alguno— musitó con emoción.

—Confío plenamente en usted señorita Rossi.

El vidrio de la ventana se subió y el carro arrancó.
Lila se levantó de la banca y guardó su libro. Cuando se fue de aquel lugar, comenzó a reír.

—Esto será mucho más satisfactorio de lo que pensé, ajajaja...

Marinette se dejó caer al piso golpeándose la cara, Tikki salió rápidamente de su bolsillo.

—¿¡Marinette!?

—¡Tikki! ¡Odio mi vida! ¡Ahora estoy inscrita en el concurso de poesía por no decir no!

—Ma-Marinette... Tranquila... Verás que todo saldrá bien... Ahora... Mejor levántate, ya que si tu madre sube y te ve tirada en el suelo llamará nuevamente al doctor.

La chica alzó la mirada y estirando sus brazos tomó a su Kwami.

—¡Tikkiiiiii! ¿Por qué? — gritó dramáticamente.

Antes de poder preguntar o responder, la pequeña Kwami escuchó pasos.

—Marinette, alguien viene — dijo algo nerviosa, pues Marinette no la soltaba.

—¿Eh?

Sin poder esperar a ser soltada, Tikki se escondió subiéndose a la cama de la chica. En ese preciso momento, Adrien abrió la puerta y asomó su cabeza.

—Hola Marinette, mi padre me dio permiso para quedarme un rato contigo, vine a pasarte los apuntes de ayer y...

Adrien observó a la chica, quien aún estaba tumbada en el suelo.

—¡Marinette!

Entró rápidamente y auxilió a la chica. Ella lo observó con incredulidad, el ver a Adrien solo lograba hacer que la chica perdiera la noción de la realidad.

Al ver su cara, él chico mostró una sonrisa amarga, pues la cara de la chica estaba cubierta por un raspón que había logrado enrojecer su frente y nariz.

Marinette finalmente reaccionó. Lo primero que enfocó su mirada fueron los ojos esmeraldas de él chico. Ambos se observaron por 20 segundos, sin ninguna distracción, sin ningún parpadeo...

Sentimientos ConfusosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora