Capítulo 6: Destino

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Terminó de decorar la torta y colgó las guirnaldas en las paredes, se aseguró que el frasquito de mermelada hubiese quedado perfecto, lo colocó sobre la mesa y preparó el juego de té. Se miró una vez más al espejo, corrigió su rímel y se sonrojó al darse cuenta que debería darle la razón a su abuela como tantas otras veces, ¿qué sentido tendría negarlo? Ya no podía verlo como su alumno, poco a poco se había ido convirtiendo en algo más, ¿sería amor?, sacudió la cabeza intentando calmar esos sentimientos y salió del baño. Puso música y se sentó a leer el libro que él le había prestado.

El tic tac del reloj se volvía poco a poco insoportable, estaba retrasado, se preocupó pero no quiso llamarlo, temía causarle problemas, quizás no había podido salir de su casa, probablemente habrían ido familiares y amigos a saludarlo y ella, bueno, ella era un secreto, alguien que debía permanecer oculta, por el bien de ambos. Suspiró con tristeza al pensarlo, ¿algún día podrían caminar de la mano? Y al mismo tiempo insultó su ingenuidad y su torpeza, es que ¿podría decir con certeza que él la veía como algo más que una profesora que lo escuchaba?.

Las horas pasaron, se hizo de noche y ella se quedó allí, sentada en silencio en el sillón. El cd de música había terminado hacía bastante tiempo pero ella no lo había cambiado, quizás porque no quería escuchar más música, quizás porque ni siquiera lo había notado. La realidad la hirió al reconocerla, y algunas lágrimas escaparon de sus ojos... él ya no vendría...

Se asomó al balcón y miró la luna, brillante en el cielo, cerró los ojos y se dejó abrazar por una suave brisa de verano. Sonrió a la luna y elevó sus suaves palabras al firmamento, casi en un susurro

-Feliz cumple... que tengas dulces sueños... te quiero...-

Entró nuevamente y sonrió con tristeza al ver el frasquito de dulce sobre la mesa, lo guardó en la alacena y fue a su cuarto, se quitó el vestido y se acostó.

Era entrada la madrugada cuando la despertó el timbre sonando con insistencia, a tientas en la oscuridad atendió el teléfono del portero

-¿Sí?-

-Samantha...-

-¿Nathaniel? ¿qué te pasó? Pasá- dijo apresurándose a apretar el portero eléctrico para que él entrara al edificio. Fue a su cuarto y se colocó una bata ya que estaba en ropa interior. Estaba atándola cuando escuchó golpear la puerta, corrió a abrir y se paralizó al verlo así, con su rostro herido y la camisa roja de sangre.

-Nath...- fue lo único que alcanzó a articular, él entró, cerró la puerta de un portazo tras de sí y la abrazó con todas sus fuerzas, ella apenas podía contener el llanto. Separaron apenas sus cuerpos y se miraron a los ojos, ella acarició su rostro y él la besó con fuerza, se separaron para tomar aire, ella estaba petrificada, algo en su mirada la asustaba, él volvió a besarla y sin cuidado le quitó su bata

-¡Nath!- exclamó ella intentando cubrirse pero él volvió a callarla con un beso y la empujó hasta hacerla caer en el sillón. Se quitó la camisa arrancando los botones y recorrió con sus manos el cuerpo de esa mujer, tentadora y hermosa mientras no dejaba de besarla, arrancó entonces la ropa interior que la cubría y bajando apenas su pantalón sin quitárselo, la penetró sin piedad. El éxtasis y la lujuria lo dominaban, los impulsos animales se hacían presentes y sentía la satisfacción de, por primera vez en su vida, ser quien tuviera el control. Pero se paralizó al escucharla sollozar. La miró directamente y lo apuñaló el miedo y el dolor que pudo ver en sus ojos, se apartó de ella y se quedó mirándola en silencio avergonzado, reaccionando recién entonces de lo que acababa de hacer. Ella se mantuvo inmóvil unos segundos, intentando recuperar el aliento y tratando de entender lo que había pasado. Lo miró con piedad, se acercó a él, y lo abrazó acariciando su espalda con delicadeza. Él rompió en llanto y correspondió el abrazo con todas sus fuerzas.

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