Capítulo 7: Reencuentros

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Caminaron en silencio por aquel sendero que sólo Isabel y Samantha conocían, el viejo sauce agitaba sus hojas al compás de aquella brisa fresca que indicaba el fin del verano. Samantha caminó hacia la lápida bajo la cual descansaban los restos de su madre y sus piernas perdieron la fuerza, cayó de rodillas ante ella y finalmente las lágrimas comenzaron a abandonar sus ojos, sin permiso una tras otra, una tras otra, convirtiendo aquel leve lamento en un llanto desgarrador mientras se aferraba con todas sus fuerzas a esa urna donde guardaba las cenizas, los últimos restos mortales de Isabel Villar.

-Están juntas ahora, de nuevo, al fin, y cuando llegue mi hora yo también me les uniré, porque somos una, y aunque no pueda verlas sé que están ahí y que nunca van a dejarme sola... -la chica se despedía en voz alta, ahogada por la congoja, sus ojos convertidos en dos cascadas -llegó al fin el día Abue, ese que tanto esperaste, abrazá a mamá por mí ¿sí? gracias por haber sido mi abuela y mi mamá, gracias por haber sido mi maestra, espero no decepcionarte- escarbó con sus propias manos la tierra hasta formar un gran hoyo, volcó allí las cenizas de su abuela y poco a poco las comenzó a tapar -voy a dar siempre lo mejor de mí, siempre, y jamás voy a volver a temer dar amor, se los prometo, se los juro. Ayúdenme a no perder el rumbo, no me dejen sola... no quiero quedarme sola...-

Se derrumbó física y espiritualmente, perdió la fuerza y el sentido y se hundió en su propio dolor, en su propio temor, en su propia soledad, se tendió en el piso y rogó morir.

Entonces sintió una fuerza levantándola, sosteniéndola, un aura cálida abrazándola y abrió los ojos. Frente a ella, Nathaniel dibujaba una sonrisa en su rostro empapado en lágrimas, una sonrisa para ella, porque ella no estaba sola, lo tenía a él, se tenían el uno al otro mientras no se rindieran, mientras no dejaran ganar al dolor, mientras entregaran hasta la vida por amor.

Y así lo harían... pero esa es otra historia... 




"Aprendí a ser formal y cortés, cortándome el pelo una vez por mes
y si me aplazó la formalidad es que nunca me gustó la sociedad.

Viento del Sur, lluvia de abril. Quiero saber dónde debo ir,
no quiero estar sin poder crecer, aprendiendo las lecciones para ser.

Y tuve muchos maestros de que aprender, sólo conocían su ciencia y el deber,
nadie se animó a decir una verdad, siempre el miedo fue tonto.

Y el tiempo traerá alguna mujer, una casa pobre,
años de aprender cómo compartir un tiempo de paz
Nuestro hijo traerá todo lo demás, él tendrá nuevas respuestas para dar."


("Aprendizaje" de Sui Generis)

 ("Aprendizaje" de Sui Generis)

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Dedicado a Eloisa, mi abuela, quien me daba mate con eucalipto a escondidas de mi mamá cuando era niña y preparaba remedios para la tos con hojas de níspero y caramelo. Quien fue mi tutora y mi guía, quien se fue demasiado pronto, de quien no me supe despedir... 

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