Antes

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Ella podía verlo absolutamente todo, aún que los guardias reales quisieran que no lo hiciera, aún que le tapasen los ojos ella podía imaginar todo lo que estaba pasando con tan solo escucharlo. Que le vendaran los ojos era una ayuda más para poder verlo, la niña se guiaba en la oscuridad, podía ver sombras matando a otras sombras, sombras muertas, sombras decapitadas pero ella no quería hacerlo.

Una lagrima salió de aquella venda negra que tenia puesta en los ojos, una mueca de sufrimiento salió de aquella niña de unos nueve años que había sido alejada de su familia y de todo lo que conocía. No sabía a donde iba, no sabia que harían con ella, lo único que sabia es que nada bueno estaba pasando y eso la atemorizaba.

Le destaparon los ojos cuando llegaron a un tren subterráneo. No veía mas que oscuridad y ella le aterraba por que donde la gente no veía absolutamente nada ella lo veía todo. 

Una tenue luz se enciendo y dejo a la luz un vagon llenos de niños con un número en la parte superior izquierda de sus camisetas.

La niña se miró y vió que ella también tenía un número puesto 1311.

A su lado había un niño no mucho mayor que ella, era rubio, con unos ojos azules tan bonito como el color del cielo. El estaba triste y asustado, ella lo notaba.

Quería hablarle a aquel niño, ella sentía una pequeña conexión con el pero tenía miedo de asustarle más aún.

Todo el mundo en pie, dijo una voz grave, masculina por un altavoz colocado en la parte izquierda del vagón.

Los guardias, vestidos todos de un color gris horrible, se pusieron en pie y todos los niños se levantaron tras ellos. Cuando se abrió la puerta del vagón todos bajaron, los niños sin saber a donde iban.

Muchos de ellos lloraban, otros se negaban a ir y los guardias los arrastraban por el suelo bruscamente.

La niña miró hacía delante y luego fijo la vista al suelo, repleta de miedo, siguió avanzando hasta lo que seria su nuevo 'hogar', si es que podía llamarse así.

Cuando entraron dentro de aquel edificio de color gris mugriento, rodeado por un enorme muro que no dejaba ver lo que había fuera de el, con vigilancia se podría decir que exagerada, llevaron a la niña a un baño con todas las demás niñas y allí las obligaron a ducharse y a ponerse un mono de color gris, cada una llevaba un numero, el mismo que le habían puesto en aquel vagón.

Luego llevaron a todos los niños a una sale enorme con muchas sillas, había un escenario. Cuando todos los niños estuvieron sentados una mujer subió al escenario, era una mujer de unos cincuenta años, su color de pelo era igual que el de los monos de todos los niños, tenía unas cuantas arrugas en su cara pero, al contrario que todo el mundo allí, ella no iba de gris si no de un rojo escarlata. Su miraba asustaba a cualquiera, tenía unos ojos verdes penetrantes que miraban de forma disgustada a cualquier persona.

—Hola a todos pequeños siiftems— dijo la mujer de rojo—.

Los había llamado pequeños 'criminales'.

—Os preguntaréis el porqué estáis aquí— hizo una breve pausa para mirar la sala de derecha a izquierda de una forma intimidante — Estáis aquí para servir a vuestro país, por que vuestros padres no han podido hacerlo, sois el futuro—.

La mujer de rojo dio bastantes leyes, cosas que se podían y no se podían hacer en ese lugar.

Al terminar aquella 'reunión' los niños fueron llevados a una habitación, de dos en dos, en relación con el número que llevaban asignado.

La niña llegó hasta la puerta donde ponía 1311-1312, aquella era su habitación. Entró en ella, era una habitación minúscula, había una minúscula ventana protegida con barrotes, una litera pegada a aquella ventana, dos baúles, uno para ella y otro para su compañero. No había nada más en aquella pequeña habitación.

Su compañero entró por la puerta. Era un niño.

Ella recordaba aquellos hermosos ojos azules, era el mismo chico que había visto a su lado en el vagón del tren. Era aquel niño triste y asustado.

—Hola, soy Aisha— dijo la niña tímidamente— Aisha Sombres—.

—Daven —dijo el niño—.

La niña no le entendia, le miro con cara extraña y el dijo:

—Me llamo Daven  Kveltov —dijo el niño— Pero puedes llamarme Dav— sonrió—.

La reina de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora