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Jackson ahuecó la parte de atrás de su cabeza, pasando sus dedos a través del sedoso cabello con orgullo porque él sabía, que Aara no era una mera neonata. Había nacido en la forma de los antiguos, nacido de la manera que Jackson mismo había nacido.

No había sido "hecha", no en la forma en que un inmortal podría hacer a sus siervos, drenando la sangre humana y sustituyéndola con la suya propia, convirtiéndolos en una extensión zombi de sí mismos, con ninguna otra voluntad sino la de su creador.

No, a causa del sacrificio de Jackson, Aara había nacido del antiguo ritual, no hecho. Era la igual de Jackson en todos los sentidos. Con el tiempo, ella tendría todos los mismos poderes y habilidades que el propio Jackson.

Por ahora, sin embargo, ella estaba pasando por el mismo proceso que todos los neonatos hicieron. Fue reducida a sus más básicas necesidades; alimentarse y sexo.

Ambos Jackson podría proporcionarlos fácilmente.

Las rosas se desplazaban hacia arriba, sus dulces y suaves fragantes pétalos rozaban el dorso de las piernas y las caderas de Aara, acariciando suavemente su piel febril. Ella gimió, echando su cabeza hacia atrás, la sangre corriendo por su barbilla.

Jackson trazó los riachuelos salpicantes de su propia sangre con su lengua, barriendo el cuello y la clavícula de la muchacha mientras los pétalos rojos comenzaban a enrollarse nuevamente alrededor de sus extremidades.

Aara tembló en su abrazo mientras las rosas se curvaban alrededor de sus muslos, extendiendo sus piernas. Jackson capturó sus labios, llenándola de la vida más fuerte que había conocido hasta entonces.

Mientras tanto, los pétalos se deslizaron más profundamente dentro de sus entrañas, estimulando su punto dulce y moviéndose contra sus paredes incluso mientras ella se retorcía más alrededor de sus brazos. La marca en el cuello, del lado del corazón, comenzaba a picar, punzando dolor, pero buscando ser calmado con una sensación de placer.

Los pétalos rojos rozaron su cuello, en el lado derecho, descendiendo por la piel hacia su pecho. Cuando los labios de Jackson se acercaron a la curva suave de su busto, los pétalos entendieron que ahora su maestro se haría cargo. Dispersandose y deslizándose por su vientre. Jackson la miró con una sonrisa burlona reflejándose en sus ojos rojos.

—¡No, Jackson, oh no! Por favor no me muerdas, no ahí, oh, por favor-¡¡¡AH!!!.

Ella echó su cabeza hacia atrás y jadeó mientras Jackson la mordía en su lugar tierno. Debería haberla lastimado, pero no lo hizo. No había mayor placer para un inmortal que estar tan íntimamente unido con su pareja. Por siempre, se sentiría como uno, y era una intensa sensación que ningún humano podría imaginar.

Nunca antes habían sido capaces de hacer esto, pues cuando Aara había sido mortal, su joven cuerpo había sido demasiado delicado para que Jackson la tomara como él había deseado desesperadamente. Aara seguía siendo suave, pero ya no frágil.

Jackson la depositó sobre el altar y se retiró de su cuerpo lentamente, para acomodarse sobre ella, y entonces él entró en su calor, el más puro y fuerte contacto. Él la amó, y se lo demostró con su cuerpo. Sus ojos cerrados. Sus pupilas oscuras resplandecían de color rojo con un doble deseo.

Aara sollozó histéricamente, pero empujó contra él cada vez que volvió a entrar en su cuerpo, agarrando las nalgas de Jackson con sus talones, sus muslos apretando y forzando a Jackson de regreso dentro de ella a un ritmo casi castigador.

Su ritmo aumentó en un frenesí hasta que, con un grito mutuo Jackson se movió dentro de ella, hundiéndose en el pecho de la chica con sus dientes succionando vorazmente la dulce sangre roja que emanaba en su boca. Al momento siguiente, Aara se acercó furiosamente, agarrando la cabeza de Jackson sobre su pecho, arqueando la espalda en éxtasis agonizante.

El inmortal se derrumbó encima de ella, presionándola hacia abajo con un peso que era abrumador y reconfortante al mismo tiempo.

Aara miró hacia arriba aturdida, sus pequeñas manos acariciando a lo largo de los anudados músculos de los hombros de su compañero. El hombre de cabello oscuro hablaba tranquilamente.

—Tú nunca fuiste la puta del Diablo, Aara, fuiste su novia. Mi novia. Amada y adorada, sobre todo, por el resto del tiempo.

La muchacha sonrió suavemente, jadeando de sorpresa cuando el oscuro techo abovedado sobre ella desapareció y se encontró de nuevo bajo la luz de la luna carmesí. Jackson rodó fuera de Aara y yació junto a ella en la fresca hierba húmeda.

Jackson levantó la mano izquierda de Aara e hizo girar una fina hoja de hierba alrededor de su dedo. Aara observó admirada como la hierba se desplazó y mutó. Floreció en una diminuta rosa roja con los más delicados pétalos que jamás había visto. Lentamente se endureció, como agua congelándose, en un delicado anillo de oro. Todo lo que quedaba que decía que había sido alguna otra cosa era el tenue rubor de color rosa dejado en la rosa. Era el más hermoso anillo que había visto alguna vez.

Una banda similar, pero sencilla, de oro había aparecido en la mano izquierda de Jackson. Aara se echó a reír mientras su cuerpo desnudo estaba cubierto con prendas de lino blanco y Jackson se vestía nuevamente con sus túnicas negras. Las prendas eran de la mejor calidad, pero terriblemente sencillas.

Aara sonrió socarronamente, deslizó un dedo delicado y sus sosas, aburridas ropas tomaron remolinos de color. Delicados bordados de oro decoraban súbitamente las solapas y mangas.

Jackson miró hacia su ropa sorprendido. Él arqueó una ceja oscura.

Aara sonrió de satisfacción. —Mucho mejor.

La chica rodó sobre su estómago para admirar su anillo. Era perfecto, la noche era perfecta, todo era perfecto; sólo subsistía un problema aún.

—¿Jackson?

—¿Sí, cariño?

—Todavía estoy hambrienta —dijo con un atisbo de pena.

Jackson sonrió ampliamente y jaló a Aara en sus brazos, girándola alto en el aire hasta que el mundo estaba a sus pies. El eclipse lunar fue desvaneciéndose, el tinte rojo de la luz de la luna, desapareciendo cuando la luna, una vez más, asumió su tono plateado.

Debajo de ellos yacía una vasta extensión de negro azabache que sumió a la ciudad. Era precisamente ésta la profundidad de la noche y ni un alma estaba despierta. La aldea entera yacía durmiendo en sus camas, convencidos de su superioridad moral y rectitud, a pesar de que habían dejado a una joven a su destino, simplemente porque ella era diferente.

—No hay sangre que el Diablo ansíe más que la farisaica, no hay sangre más deliciosa que la del piadoso, los condenadores y los crueles —dijo Jackson tranquilamente.

La Novia del Diablo sonrió abiertamente.

Era una noche perfecta.

Fin

Not By The Moon [Jackson Wang]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora