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Octava Parte.

Razón 2: Aislamiento.

Caía la noche en Cruz del Sur, estaban por cerrar el patio, las presas empezaron a guardar los balones y a salir en orden del lugar.

Seguí a la multitud, de camino a mi celda, en un abrir y cerrar de ojos, estaba dentro de la cama, mientras intentaba pensar cosas aburridas para conciliar el sueño.

Y escuche ruido, mucho ruido.

Los funcionarios empezaron a sacar a las reclusas de sus celdas y las ordenaron en fila, miraba a las demás confundida, sin saber que estaba sucediendo.

—Atención, registro.

Y así, empezaron a entrar a las celdas, de una en una, buscando algo que pudiera incriminar a aquellas hijas de puta.

Veía a Zulema mover su pie inquieta, miraba constantemente hacía atras, alarmada.

—¿Qué te pasa? —Le susurre.

—Tengo la droga de Anabel, le debía un favor —Soltó de repente.

Mi mirada fue hasta los funcionarios, que se acercaban de a poco.

—Joder...

Y pasó lo esperado.

En una de las patas de la silla, había una pequeña bolsita con un polvo blanco.

Valbuena salió de la celda riendo, nos mostro aquella sustancia y hablo.

—¿De quién es esto?—Pregunta aún entre risas—Sino hablan se van las 4 a aislamiento, ¡¿De quién es?!.

Zulema suspiro, y por un segundo, creí que iba a confesar.

—La droga es de Melissa.

Mis ojos estuvieron a punto de salirse de sus cuencas, Valbuena me tomo por la muñeca e intento llevarme con él.

—No, no, no, eso no es mio, ¡La droga es de Zulema!—Intente defenderme.

Él no me escucho, me guió directamente a aislamiento.

¡Chirring!

Escucho la puerta cerrarse, intento gritar con todas mis fuerzas que nunca estuve involucrada con esa bolsa llena de polvos blancos, pero nadie me escucha.

Ahora, estaría 1 semana aquí gracias a la mayor hija de puta que conozco.

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Mis dedos golpean la puerta provocando que esta haga distintos sonidos. Me deleito con esto mientras espero a que llegue el desayuno.

El sonido de una de las puertas abrirse me distrae, no pasa mucho para que escuche la carcajada más caracteristica aquí. La de Zulema.

Gateo hasta una de las paredes y espero a que deje de reir.

—¿Qué haces aquí?—Pregunto.

Escucho chocar su espalda contra la pared y arrastrase hasta el piso.

—Golpee a Macarena con una bandeja llena de pure de papa.

Por algunos segundos el silencio domina la conversación, miro al techo, observando la bombilla a punto de fundirse.

Una voz llena de un ritmo suave domina mis oidos, Zulema canta una melodía que no reconozco, no es español.

Me callo y dejo que su voz domine el ambiente.

—Zulema...—La llamo, la mora deja de cantar y me escuha—Razón número 2: Por tu culpa estoy en aislamiento.

Escuho de nuevo su risa y aquella canción proveniente del otro lado de la pared. Golpeo mi cabeza contra esta repetidas veces mientras la escucho cantar la melodía que sé, no saldrá de mi cabeza por unos días.

12 Razones Para Odiar a Zulema Zahir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora