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Novena Parte.

Razón 3: Prohibir cosas.

Escucho el sonido de la puerta, después de estar 1 semana aquí, sin ver la luz del sol y sentir el poco aire que entra por las rejas y los altos muros, salgo de las sabanas y veo a Valbuena esperando para sacarme de aislamiento.

Intento organizar mi cabello de camino a mi celda, está hecho un desastre, freno de repente y veo a Anabel sonreir desde la entrada del lugar al que me dirijo.

Dejo al funcionario de lado y entro a la celda como si no la hubiera visto, no tarda mucho en seguirme y sentarse a mi lado.

—Esperaba ansiosa a que salieras de aislamiento—Sonrie—Aún me debes 2.000 euros, y ya te he dado mucho tiempo.

Al decir lo ultimo, Anabel me toma por la muñeca y me acerca a ella, sus ojos radian ira y sus uñas se implantan en mi piel dejandola marcada.

—Tienes 24 horas, si mañana no tengo mi dinero... Puede que despiertes sin brazos.

Diciendo esto, me suelta y sale a paso confiado de la celda. Veo mi mano marcada, duele. Me recuesto en mi cama, pensando que cojones voy a hacer sin dinero.

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Sostengo el teléfono ansiosa, esperando a que una voz responda al otro lado, diciendome que todo estará bien, que me ayudará y que saldré de esta.

Bib, Bib.

Es lo unico que logró escuchar, al tercer o cuarto pitido alguien bastante conocido responde.

La voz me tiembla, pienso en mi cabeza que debo decir mientras alguna lagrima espera por salir de mis ojos.

—¿Mamá?—Por algunos segundos, ella no responde a mi llamado, escucho su respiración y algún suspiro—Necesito tu ayuda.

La mujer rie por lo bajo, aún sin creer lo que le digo.

—¿Que has hecho ahora?, ¿También te han pillado con droga ahí dentro?.

Intento mantener la calma y no llorar, pero es realmente difícil escuchar a tu madre hablarte así.

—Sabes que lo hice para ayudarte—Ella vuelve a reir.

—Ayudarme... Que linda manera de ayudarme.

Tomo aire e intento hablar con la poca voz que me queda.

—Necesito algo de dinero... Tengo algunas deudas pendientes y... —Su risa se escucha al otro lado de la línea, por varios segundos las lagrimas no paran de salir de mis ojos. De repente, su risa ya no está.

Levanto mi vista, Zulema cuelga el teléfono y me mira de brazos cruzados.

—¿Qué te pasa? —Pregunta.

Quito los rastros de que alguna vez estuve llorando y respondo lo más seca posible.

—Nada.

—Ya... Dime una cosa—Dice,recostandose en la pared y mirandome a los ojos—¿Por qué lloras mientras hablas con tu madre?, ¿No se supone que las madres son las que te alegran la vida? —Pregunta de repente. No se que contestar a ello—¿Por qué la llamabas?.

—Necesito dinero, o Anabel me cortará los brazos —Digo sarcastica.

Zulema suelta una de sus famosas carcajadas y habla.

—Te prohibo seguir llorando por tonterias, Anabel no te hará nada, no lo permitiré —Al decir esto, da media vuelta y se dispone a irse. Mi voz la frena.

—¡Es fácil para ti decirlo!, ¡Estás a salvo!.

La mora suspira agotada y regresa hacía a mí.

—Razón número 3: Te prohibo cosas.

Rie y vuelva a girar, está vez, si camina hasta que mis ojos dejan de captarla.

12 Razones Para Odiar a Zulema Zahir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora