Día 1: Los 7 pecados capitales

600 16 1
                                    

Satine estaba sentada en el suelo. Tan frio como la noche que habían pasado en aquella misma cueva. Toda su vida había sido arrastrada al torbellino de eventos que habían sucedido los últimos meses, y ahora estaba sola.  - Se abrazó a si misma - debía ser fuerte, su pueblo la necesitaba. Resiguió los huesos de su brazo derecho hasta alcanzar el vértice de su extremidad, estar a la fuga no era glamuroso. Estaba estancada en esta cueva con los que una vez fueron enemigos de su propio pueblo, irónicamente ahora eran sus únicos protectores ante la guerra civil.

 El maestro y el aprendiz en la boca de la cueva hablaban, con un pequeño asentimiento el más joven hizo una pequeña reverencia para luego sentarse en el suelo mientras el mayor se iba del hogar temporal.  Satine había oído las historias, todo el mundo las sabía. El poder mágico de los Jedi. Ella ya no sabia distinguir si realmente era la guerra la que la estaba volviendo loca, amenazando cada centímetro de su pacíficamente, excavando cada día un poco mas entre los horrores que sucedían y deteriorando la poca sanidad que la ahogada voz de la esperanza le ofrecía, pero tenia la sensación de que sus protectores podían leerle el pensamiento. Privacidad no era precisamente lo que este lugar ofrecía. Quizás eso era lo que necesitaba, simplemente un momento de soledad - aunque - temía que la tristeza la llevase a un lugar donde ella jamás pudiese regresar. 

Obi-Wan se colocó en el suelo. Tomó aire. Ambas manos colocadas en sus rodillas mientras cruzaba las piernas. Su maestro le había dicho que debía ir a revisar la situación en Mandalore, con suerte esta misión se acabaría de aquí nada y él podría volver a su entrenamiento sin tener que soportar a la Duquesa. Se despojó de ese vibrante sentimiento y buscó la fuerza. Cerrando los ojos, desconectando de este lugar su propio ser alcanzo ese rio de fuerza. El todo y la nada. Podía sentir a Qui-Gon no muy lejos de allí y a su lado a Satine observándole, perturbando este descanso, como una mancha azul paisaje blanco. Su signatura en la fuerza era tan distintiva para él como un Nexu en medio de Naboo. 

- No hay emoción, hay paz. - Comentó serenamente mientras respiraba profundamente. - No hay ignorancia, hay conocimiento. No hay pasión, hay serenidad. No hay caos, hay armonía. No hay muerte, existe la Fuerza. - Recitó el código jedi en busca del confort que la fuerza le daba, abrazándolo en medio de sus dudas. Lo recitó intentando creérselo. 

- El código Jedi, verdad? .- Comentó con un hilo de voz Satine.

El padawan simplemente asintió. Tomó una calmada respiración y abrió los ojos dirigiéndole la mirada a Satine. Tan solo tenia la esperanza de que no empezasen a discutir una vez más. 

- Nunca entendí el propósito de este.- Comentó de forma diplomática. 

- Es el camino de la senda Jedi, el estilo de vida y nuestro lugar de confort.-  Respondió Obi-wan cerrando los ojos ante la explicación. 

- Entonces no os permiten sentir emociones?  - Su voz tomó un tono más cínico. 

- No es eso a lo que se refiere el código.- siguió la conversación. 

- Entonces, explícame aprendiz Jetiise 

Obi-wan se sorprendió al abrir sus ojos y encontrarse a la duquesa delante suyo. Bueno, en realidad se sorprendió de que - precisamente - ella se interesase en el código Jedi.  

- E-el código jedi...es más que la senda jedi, nos ayuda a recordar como hemos de comportarnos y cuando no puedes encontrar este camino.- Comentó sintiéndose más torpe por cada palabra que salía de su boca.- Yo lo uso para relajarme, meditar y conectar con la fuerza. 

- Entonces, que significa No hay pasión, hay serenidad?- Respondió ella.

- Déjame explicártelo de otra manera.- Obi-wan tomó otra inalación.- Como jedis no podemos dejarnos dominar por aquellos sentimientos que te dirigen al lado oscuro, esos puntos que pueden considerarse capaces de corromper a la persona, la ira, la gula, la avaricia, el orgullo, la lujuria, la envidia, la pereza... El código jedi solamente nos recuerda como es el camino. 

- Así que podría decirse que todos aquellos que se mueven por amor son corruptos?.- Satine desafió al padawan como decenas de veces que había hecho. 

- No, nosotros somos jedis, nos dedicamos a proteger la paz, para esas personas.- Comentó manteniendo la serenidad. Qui-Gon estaría orgulloso, se dijo a si mismo esbozando una sonrisa. 

- Lo veo un poco represivo.- Comentó ella encajando sus ojos con los del joven. 

Él la miró con una mirada confusa, sus manos ya no en posición de meditación, dio paso a que ella extendiera su respuesta. 

- La lujuria, el amor, el orgullo, estos sentimientos de euforia son parte del ser humano, sentirse...atraído... - Hizo una pequeña pausa.- Es algo que compone a las personas que no puedes borrar, reprimirlo es lo que el código te impone. Ser todos iguales no os hace perder una parte de vosotros?  La individualidad que nos hace especial a cada individuo?

Las palabras habían abandonado la mente del joven padawan. 

- A caso quieres encontrar a un jedi avaricioso? o un Jedi vengativo?.- Comentó el chico, no estaba listo para esta conversación.

- No me refiero a esas emociones, me refiero a que hay sentimientos positivos que el código os hace abandonar.- Ella respondió. 

- Los jedis tenemos prohibido la atracción.- Comentó llevando la mano cerca de ella. Dudando por unos segundos pasó un mechón del pelo dorado de Satine detrás de la oreja de ella.

- Os prohíben amar.- Determinó ella. 

El silencio llenó la habitación. Ambos con una tormenta en su interior y su propio debate. Obi-Wan llevó sus manos otra vez en la posición de meditar.  Esta vez las colocó en el centro de su ser haciendo una especie de triangulo. 

- Para ser un jedi tienes demasiado orgullo. - Comentó ella reaccionando. 

 Obi-wan dispuesto a contraatacar cuando su maestro apareció por la puerta de la caverna, dejando las palabras en la mente de obi-wan. 

- Duquesa, me temo que debemos movernos de lugar. - Comentó Qui-Gon.- Padawan, prepara las cosas, he de hablar con la duquesa Satine. 

- Sí, maestro. - Comentó Obi-Wan. 

Se alejó de ambos en busca de las pertenencias que habían llevado allí. Podía ver como Qui-Gon hablaba con la joven. Trabajaba en ignorarla mientras recogía las cosas. Una pequeña ola de tristeza invadió el lugar bajando la temperatura a 0 grados. Malas noticias. Obi-Wan sabía que la Duquesa estaba en una profunda tristeza, la podía comprender, alguien como ella nunca había estado en peligro, corriendo por su vida - se convenció.- todo esto era nuevo. Pero detrás de ello había algo más que ella no dejaba ver. Era misteriosa y aún así él tenía una obsesión en esos ojos cristalinos. Meneó su cabeza mientras recogía algunas provisiones. Ese viaje les estaba haciendo perder la cabeza. - No hay pasión, hay serenidad- Esa rubia que buscaba pelea con él cada vez que se encontraban, chocando como dos Verlts rabiosos - No hay emoción, hay paz- esa joven que ahora estaba de luto - No hay muerte, existe la Fuerza - dentro de la mente de obi-wan se alejaba el código tomaba una diferente perspectiva, debía aclarar su mente, meditar. La lujuria se había apoderado de él. Debía reprimir este sentimiento  antes de que Qui-Gon se diese cuenta. Él era un jedi.  Pero Satine era diferente, dentro de él algo quemaba, lujuria, el sentimiento animal de desear una persona mas allà de lo que jamas podria pensar. Sabía que la pubertad hacia este tipo de cosas pero siempre las creyó un mito. Quizas al final simplemente había de aparecer la persona indicada. Pero no, esto no era lujuria, no, lujuria es querer una persona fisicamente y nada más, él quería un futuro con ella. Sí era atractiva, no podía negarlo solamente estaría evitando un pensamiento que le había perseguido los últimos meses. Él podía llegar a amar a Satine y eso lo asustaba mucho mas que el lado oscuro. 


Obitine week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora