Lyla

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Se despertó conmocionada al escuchar el golpeteo de las ramas del pino contra el alfeizar, corrió a cerrar la ventana, pero se detuvo en seco al sentir que algo andaba mal. Allí estaba su hermana mayor, en la esquina de su cuarto, sin moverse, parte de su rostro estaba oculto en su enmarañada melena del cual sobresalía uno de sus ojos, cristalizado y palpitante.

Quiso acercarse a ella pero el miedo era más fuerte, estaba paralizada, esa espeluznante figura no podía ser su hermana, su mente le decía que saltara por la ventana, que no le dolería la caída, todo estaría bien; pero en cambio, su corazón le insistía en que mantuviera la calma, estaba aluciando, solo era cuestión de pestañear y todo se habría ido; una difícil decisión que tomar para Lyla.

Confiando en su corazón cerró los ojos, tomó el aire frío de la madrugada y se empezaron a escuchar los alaridos de su hermana detrás de la puerta, pidiéndole que le abriera. No entendía qué estaba sucediendo, trató de abrir los ojos, pero fue imposible, los gritos de ambas se unieron en una sinfonía gutural que iba y venía por toda la habitación.

Nada estaba bien, las cosas habían escalado demasiado rápido, hace unos minutos se encontraba soñando que era una famosa escritora de cuentos para niños, que acababa de ganar un premio y daba su discurso de cómo su hermana había sido su mayor inspiración para escribir su primer relato.

De repente los gritos cesaron, aunque ella seguía gritando, no podía oír, ver o moverse, así que en ese caso, qué le aseguraba que la aterradora presencia no le había inyectado una extraña sustancia en el cuerpo para poder raptarla y llevársela en su saco junto a otros niños a su caldero de bruja, sin duda ya estaba perdiendo la cabeza, estaba imaginando demasiadas cosas, o tal vez no, no lo sabía y tampoco tenía a quien preguntarle.

De vuelta en la realidad, Lyla continuaba sentada en frente del mostrador de Taco Bell

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De vuelta en la realidad, Lyla continuaba sentada en frente del mostrador de Taco Bell. Por suerte nadie la había visto quedarse dormida, miró el reloj en la pared y recordó que estaba en su descanso, solo habían pasado veinte minutos, le quedaban otros cuarenta para almorzar, si se movía rápido le alcanzaría el tiempo.

Salió disparada hacia su casillero, tomó su recipiente y se sentó en una de las mesas, su hermana Liz le preparó bolitas de carne con salsa de manzana y jugo de piña con arroz. Mientras comía se percató que era aún más temprano de lo que había visto hace un rato, pero no le dio demasiada importancia, a veces las manecillas la confundían un poco, no era la gran cosa, tenía más tiempo, y eso era bueno.

Llegó su compañero Jack y le preguntó por qué comía dentro del restaurante si los martes en la mañana no le tocaba turno, pero ella le explico que Jessica la llamó para pedirle el favor que la remplazara ese día porque debía visitar a su hermano mayor en Denver, así que estuvo de turno con Tyler hasta el mediodía.

- ¿Qué tal va el libro?- le preguntó de repente.

- Bien, pero no se puede vivir toda la vida de las ventas de un libro para niños, eso sería una completa locura.

ILUMINA ①Donde viven las historias. Descúbrelo ahora