1. Un pasado Tormentoso

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Tomé aire una vez más, tratando de tranquilizarme, podía escuchar los latidos de mi corazón retumbar en mis oídos. Estaba en el suelo y me dolían los codos, al parecer acababa de aterrizar de mi cama al piso de manera aparatosa mientras dormía. Me senté en el mismo lugar aun sobándome los codos y miré a mi alrededor. Estaba sola en mi habitación, rodeada de oscuridad y silencio. Calculé que debía ser pasada la medianoche.

—¡Maldición! se me hará difícil poder dormir de nuevo— murmuré y entonces me cayó en ese instante el peso de la realidad de lo que había pasado unas horas antes y que me había desestabilizado por completo.

<<No siento lo mismo que antes... Es mejor que cada uno siga su camino>> sentenció con mirada ausente hacia un lugar lejos de mí, sus ojos vidriosos pero implacables.

Acto seguido se desembocó una ventisca descomunal... no recordaba nada con claridad después de ese momento. Me pasé las manos por los ojos porque comenzaron a sentirse nuevamente calientes, una piedra incrustada en mi garganta no me permitía tragar saliva y en el pecho sentí un vacío enorme.

—¿Cómo te sientes? — preguntó una voz en un susurro sobresaltándome. Di un pequeño brinco por la sorpresa, a pesar de que sabía exactamente de dónde provenía la voz, me sorprendió.

—¡De la patada! — dije en voz baja ya un poco más relajada, reprimiendo las lágrimas que amenazaban por salir al tiempo que escuché el sonido de unos truenos amenazando tormenta.

— Alexa, ¿Por qué llegaste así? ¿Qué fue lo que paso? — insistió la voz casi suplicante. Esa tarde había llegado, cerrado la puerta de mi habitación a mis espaldas y comenzado a llorar sin ver ni decir nada a nadie, lloré tanto que del cansancio solo me quedé dormida. Era verdad, le debía una explicación.

Me levanté de la cama, caminé hacia la esquina contraria del cuarto, encendí la luz y a continuación me dirigí hacia mi espejo alto y angosto con soportes de hierro forjado, se levantaba sobre su propia base de hierro, lo había tenido desde siempre. Me detuve frente al espejo y vi a una muchacha de rulos cobrizos, le caían más abajo de sus hombros y ojos verdes que me devolvía la mirada; esos ojos, aun algo enrojecidos, irradiaban tristeza.

Todavía perdida en mi reflejo, respondí casi ausente— Alejandro terminó conmigo.

Hubo un momento durante el cual solo vi mi rostro sin moverme, pero frente a mis ojos mi reflejo resopló y dijo con tristeza actuando de manera independiente a mis movimientos rompiendo el silencio—¿Es algo definitivo? tal vez está confundido.

Sonreí sarcásticamente, sin ver esa risa en el espejo porque ya no me reflejaba a mí solo podía verla a ella del otro lado, ella era mi amiga y confidente, su nombre es Andra, así la bauticé... Yo soy Alexa... y ella Andra... lo que compone Alexandra... mi nombre completo. No me quejo del nombre ¿Que podía esperar de la imaginación de una niña de no más de siete años?

No supe cómo pude dividir mi energía interior y dejarla dentro del espejo, mi padre me contó algo sobre necesidad de amigos o algo por el estilo. Al parecer creé mi propia mejor amiga cuando era una niña, él casi se muere de la impresión, ciertamente no todos podían guardar su subconsciente del otro lado del espejo como yo lo hice, no tengo ni la menor idea de cómo pasó, solo sé que la tengo y no puedo estar más agradecida.

Respondí —¡Es definitivo! No siente nada por mí... quizá nunca lo hizo—percibí como un veneno me recorría por todo el cuerpo, fuera de la casa la tormenta sonaba amenazante, y la luz de la lámpara que alumbraba la habitación se encendía y se apagaba una y otra vez. Cerré los ojos fuertemente tratando de tranquilizarme.

Me vio con gesto triste — Alexandra... no vale la pena que pienses en eso, él no merece tus lágrimas, se cierra un ciclo y otros se abrirán— dijo Andra en un tono dulce.

Elixir de Sangre ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora