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     El humo borroso del sueño se aparta y me aclara la vista al abrir los ojos. Pero... ¿qué?

     No me encuentro en la cueva. Estoy en una sala completamente blanca. El suelo de losas de mármol y las paredes blancas me ciegan por completo. La sala tiene muy pocos muebles. Estoy detrás de dos mesillas de un tono gris muy claro. Son pequeñas, pero no parece que se me vea. En el centro de la habitación hay una cama como las de hospital con las sábanas también blancas y... ¿una persona?
     Hay alguien sobre la cama. Tiene las manos y las piernas atadas con correas marrones. La persona está quieta. ¿Dormida? No, más bien parece calmada. ¿Qué está pasando aquí?

     De la nada, aparece una figura oscura. Negro sobre blanco, rompiendo la armonía de la estancia. Me froto los ojos y entonces distingo las figuras, la de la persona tumbada y atada y la oscura: son esos dos, la mujer de cabello oscuro y el hombre de mirada demoníaca. Ella está tumbada, demasiado calmada.
     No hago ningún ruido. Ella mueve la cabeza un poco y lo mira. Sonríe. Él también lo hace, pero su gesto es diferente. Es muy siniestro. Su sonrisa... más que amabilidad...  Un escalofrío me recorre, su mirada es la de un loco. Su sonrisa deja ver sus dientes y tengo la sensación de que se alargan y se afilan. Una sonido gutural a modo de risa sale de su garganta. Ella está desconcertada. No sabe qué está pasando, se le nota en su rostro. Tiene los ojos fuera de sus órbitas, las cejas le dan un aspecto de miedo y tristeza.
     Mi corazón late muy deprisa y noto como el aire entra y sale de mis pulmones con pesadez.
   
     ... ¿Qué?

     El hombre ha extendido su mano izquierda y de ella ha empezado a crecer un amasijo de color azul marino. Al poco adopta forma sólida y vuelve a producir ese ruido gutural.
     De su mano ha salido una vara acabada en una media luna enorme de color azul marino con cuatro pinchos gruesos y sin punta del mismo color en la zona interna de la semiluna.
     Ella en ese momento empieza a removerse en la cama intentando soltarse las muñecas y tobillos de las correas con desesperación.
     El hombre hace girar su "arma" entre sus dedos hasta que termina colocando la punta superior de la semiluna en el hueco del cuello, justo debajo de la nuez, entre las clavículas. La punta inferior la coloca un poco por debajo del ombligo.
     Ella se retuerce con violencia y emite pequeños ruidos. Él se empieza a reír. Los pinchos de la semiluna empiezan a crecer hasta llegar al cuerpo de la mujer y comienzan a perforarla. El cuerpo de ella se arquea de forma muy poco natural, su cara expresa dolor y sus ojos están aún más fuera de sus orbitas.
     Grita. Grita.
     Grita.
     Los pinchos salen por su espalda. Cae sangre a borbotones. Las sábanas y el suelo están manchados. La bata blanca de ella está destrozada y ahora es roja. De repente, empieza a gritar con mucha más fuerza y se agita todavía más arqueándose con mucha violencia. Los pinchos comienzan a abrirse. Están formados de varillas metálicas afiladas que se abren y cortan el cuerpo de la mujer. Antes de llegar a los bordes de su cuerpo, frenan y salen de este dejando caer el cadáver.
     Las paredes están salpicadas de sangre. El cuerpo cae haciendo un sonido muy desagradable. El hombre se ríe de forma muy siniestra. Cada carcajada hace que me estremezca.
     El hombre se lleva una mano a la cara y la otra sujeta el brazo contrario mientras se ríe. Mis ojos se fijan en la mujer. Sus ojos vacíos apuntan en mi dirección. Los noto recorriendo todo mi ser, como si me abrieran y me leyeran.
     Sin querer, mi respiración se hace dueña de la habitación. El hombre se ha callado. Me está mirando, enfadado.
     Mierda.

SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora