✿|6| - Final.

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   Su madre tiró de los cartílagos de su oreja, destripándole un alarido de dolor.

—Entonces, Mikaela Shindo —lo miró fijamente—, con que Yuu-kun jamás te iba a gustar, ¿huh?

   Enrojeció de pies a cabeza, sintiendo que la corbata del traje sofocaría su respiración.  Carraspeando, enterró la mano en sus muy bien peinados cabellos, que a la luz tenue del salón, se veía oscurecido.

—Mamá, por favor, no trates de avergonzarme —susurró en cuanto notó que algunos invitados paraban las orejas para escuchar.

   Ella acomodó su collar de perlas y atinó a reír con ternura.

—Cielo, todos sabíamos que esto pasaría —se giró hacia el centro de la pista, donde un muy bello Yuichiro bailaba el vals con su padre.

   Mika, sin poder dejar de observarlo con total admiración, suspiró.  Su cabello, ahora negro cual manto de estrellas, danzaba al ritmo de la melodía.  Su cuerpo, bastante más relleno y curvilíneo que antes, se movía con tal soltura que sintió celos de su propio suegro por tener la oportunidad de bailar con él antes que él mismo.  Cruzó los brazos en su pecho, soltando un bufido.  Era injusto.  Él era su, ahora, esposo.

   Su esposo.

   Finalmente, la fantasía del pequeño niño que tanto lo perseguía para casarse con él, se había hecho realidad.  Habían recitado los votos nupciales mirándose a los ojos, expresándose con ellos todo lo que en palabras no podían.  Ahora estaba allí, creyendo que no conseguiría ser capaz de contener la felicidad habitando en su ser, porque había contraído matrimonio con la persona que amaba.  Inconscientemente acarició su anillo que resaltaba orgullosamente en su dedo anular.  Si hubiese sabido que todo acabaría así, siendo él tan dichoso junto a ese lindo chico, jamás habría huido y rehuido de él.  Jamás lo habría apartado con palabras hirientes.

   La melodía llegó al clímax, trayendo con ella, una oleada de poderosos aplausos.  Él vitoreó al unísono, sonriendo ante el espléndido espectáculo de su amado y su suegro.  La pista nuevamente se colmó hasta más no poder transcurridos sólo algunos minutos y la música sonó fuerte y clara.  Esta vez, fue el turno de la gente para ser protagonistas de la noche.

   Vio a Yuu buscarlo entre la multitud y levantó el brazo.  En un parpadeo, lo tenía colgado al cuello.  Su madre negó con una sonrisa, yéndose rápidamente para darles la privacidad necesaria.  Abrazó el cuerpo del azabache, alzándolo levemente del suelo, pues desde que desistió de utilizar aquellos zapatos que modificaban su estatura, ahora sus brazos ya no cabían cómodamente en la curva de su cintura.

—Bailaste muy bien, amor —murmuró en su oído, bajando la cabeza para tomar sus labios por un segundo.

—¿De verdad?

—Por supuesto —conectando sus ojos profundamente, sonrió con todo el cariño albergando su alma.

   De pronto, cuestionó lo surrealista que aquella escena era.  En las películas o novelas, describirían ese momento como mágico: las personas, la música, el mundo, desaparecían.  Pero él estaba allí, sosteniendo a Yuu, aún oyendo a los invitados hablar, la canción retumbarle dentro del pecho y la tierra bajo sus pies.  Lo único que podría llegar a describir como extraordinario, era la manera en que el simple hecho de realizar algo tan vano como mirar a ese chico a los ojos, despertaba en él unas increíbles sensaciones: cosquillas en el estómago, calidez en su corazón y las ganas de amarlo hasta que su cuerpo aguante y más allá, si tal cosa era posible.

   Sonrieron enseñando los dientes, permitiendo que las facciones de sus rostros se arrugaran acorde a la despampanante expresión.  Y aquello le demostró, que al parecer el sentimiento era mutuo.

Insoportable ◤MikaYuu◢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora