—Espero no hayas hecho cosas malas—habló Mingi, dándole pequeñas caricias en su espalda desnuda—. La otra vez pude haber matado al chico con el que estabas, pero eso hubiera sido malo para ti.
Yeosang cerró sus ojos, dejando que los movimientos de su novio recorrieran su piel. Le pidió a Mingi que no volvieran a meterse con Seonghwa, su relación dependía de eso. Hasta entonces lo mejor sería que Hwa no se entere que conocía a aquellos hombres que intentaron robarles a ambos.
Mingi y Yeosang tenían una de las peores relaciones amorosas que pudiera existir en una pareja, pero las peleas, los celos y desacuerdos era la muestra de afecto más común entre dos personas que se necesitan en un mundo que les dio la espalda desde un principio. Yeosang era todo lo que Mingi tenía, e intentó protegerlo hasta verlo crecer. Estaban tan solos, que ya no podían imaginarse una vida sin el otro.
Sin embargo, Yeosang a veces tan sólo lo veía como un hermano mayor. Era cuando ya no sabía si debía seguir con él, o dejarlo y arruinar su vida. Él ha sido la única persona que se preocupó por su bienestar y lo ayudó a que nada malo le pasara. Tal vez ese era el motivo que lo mantenía aferrado a Mingi.
—Ya debo irme—susurró, aproximándose a levantarse de la cama—. No me esperes estos días, no sé cuándo volveré.
Mingi suspiró, levantándose luego de él. Lo tomó con ambas manos de la nuca y lo besó varias veces, como acto de despedida. Otra vez volvió a sentir aquella misma soledad que lo visitaba luego de todas las veces en que Yeosang desaparecía, sin dejar rastros de dónde estaría.
Para suerte suya, logró volver a la mansión tiempo antes de que Hwa despertara. Esperó tranquilamente a su lado, viendo cómo poco a poco los rayos de sol hacían su aparición a través de la ventana. Lo miró por minutos eternos, intentando descifrar qué tipo de sueño tenía. ¿Qué tal si lo despierto en la mejor parte? pensó, sonriendo con la idea.
Por alguna extraña razón, su estado anímico y personalidad cambiaban al tenerlo cerca. Podía ser él mismo sin tener que enojarse con las personas, puesto que su mente y la de Hwa se conectaban instantáneamente con cualquier cosa que decidían hacer, especialmente al hablar. Nunca fue un chico malo, sólo uno bueno con impulsos repentinos, pero al estar con él, su mente parecía entrar en un estado de paz y tranquilidad absoluta.Lo primero que los ojos del mayor vieron al despertar fue una pequeña y dulce sonrisa dedicada a él. Segundos después se sintió por unos segundos algo tímido con la idea de que lo estuvo observando dormir, pero pronto se fue cuando Yeosang le habló.
Con el pasar de los días, Seonghwa se sentía más tranquilo, convencido de que Yeosang no volverá a dejarlo. Desde su regreso la unión entre ambos fortaleció la amistad, a tal punto de hablarse con total confianza y cariño. Con Yeosang en la casa el silencio y aburrimiento no existían, incluso formó una agradable relación con los trabajadores de la mansión, pensó conocer a todos los que Seonghwa conocía, ya que aseguró no tener amigos, hasta que alguien apareció repentinamente una tarde de Sábado. Era el inigualable San. Su confusión aumentó cuando éste saltó a los brazos de Seonghwa.
¿Seonghwa deja abrazarse de esa manera?
Cuando lo vio a Yeosang, sus ojos se expandieron enormemente, llenos de sorpresa y curiosidad. De inmediato supo que era aquel chico del que tanto Hwa hablaba aquella vez que se accidentó.
—Él es Choi San—le dijo a Sang—. San, él es Kang Yeosang—se dirigió al contrario.
—Hola, San—lo saludó, tímido.
—Hola, Yeosang—le sonrió con esa hilera de dientes brillantes.
Luego de eso, Seonghwa no encontró manera de estar prestarle atención a los dos a la vez. San hablaba hasta por los codos, y hasta le molestó un poco a Hwa que ignorara a Yeosang luego se haberle dicho que moría por conocerlo también. Yeosang sólo los dejó tranquilo, apoyándose desde sus codos sobre el balcón de la habitación, viendo al sol ocultarse por completo. Su mente parecía vagar en ninguna parte, pero pensar en tantas cosas a la vez. Sintió un gran alivio cuando el silencio ocupó el lugar nuevamente, en señal de que San por fin se fue. Seonghwa no dudó en acercarse a su lado, sin poder decir nada, pero queriendo hacerlo. Lo observó de reojo, y luego miró hacia donde sus ojos veían. Yeosang no parecía estar molesto por la actitud de San, sino demostró desinterés, y lo olvidó en cuestión de segundos.
—Lamento eso—le murmuró.
—¿Lamentar qué?—respondió sin mirarlo.
—Estás muy callado—ignoró su pregunta—¿Sucede algo?
No respondió, tan sólo lo miró por cinco largos segundos, analizando cada parte de sus facciones, sin ninguna expresión en su rostro. Durante todo el día sólo hubo una pregunta en la cabeza de Yeosang, una de las dudas más fuentes por la que pasó luego de mucho tiempo; ¿qué clase de vida quiere tener? ¿cómo merece vivir?
Era muy temprano para responderse eso, pero no podía vivir dos vidas por siempre. Luego de pasar tanto tiempo con Seonghwa, una persona sin complicaciones y con una personalidad tan dulce, pensó en la posibilidad de estar a su lado, y dejar aquella rutina que tuvo por años con la misma persona, en un pequeño hogar en el que se sintió solo todos los días de su vida, sin el amor de dos padres que lo ayudaran a crecer y a educarlo. Sin embargo, también sabía que con una persona como él, su amistad con Hwa no duraría por siempre. Supo desde tiempo que haría algo tan tonto que terminaría arruinando todo lo bueno. Era el motivo por el cual no tenía tantas posibilidades de elegir. Pero, deseaba tanto, tanto, tanto, de verdad, mucho, permanecer a su lado, y llevar una vida más tranquila. ¿Por qué no intentarlo todo para que perdure?El mayor estuvo a punto de rendirse al no recibir respuesta de su parte, hasta que Yeosang dejó caer con delicadeza su cabeza sobre su hombro, dejándolo con la mente en blanca sin poder reaccionar.
—Gracias por dejarme entrar a tu vida, Hwa.
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Siempre me quedo sin inspiración):

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1990. [SeongSang AU]
FanficSeonghwa le temía a la idea de sentir interés por un chico en pleno 1990, de fijarse en él; pero, ante la aparición de Yeosang en su vida, un joven ayudante de su mansión, tal vez no debía hacerle tanto caso a los pensamientos que inundaban su mente...