sᴇᴄᴜᴇsᴛʀᴀᴅᴀ [𝐏𝐚𝐫𝐤 𝐉𝐢𝐦𝐢𝐧]

𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟒

El día de hoy comenzaba de la mejor manera posible, simplemente comenzaba a tener algo que siempre deseé tener a mi lado; solo necesito que ella pueda sentirse de esta misma manera.

Se que cuando me propongo algo no paró hasta conseguirlo y también se que soy capaz de hacer cualquier cosa por ti y por nuestro amor.

El simple hecho de planear algo durante alrededor de diez años salió a la perfección sin errores y lo mejor de todo yo no quedaría como un sospecho; en cambio Minho si.

Me desperté muy temprano en la mañana para poder preparar el desayunó para ella, cocine algo sencillo pero delicioso a la vez; terminé mi tarea y subí por las extensas escaleras que poseía mi casa.

Caminé por el extenso pasillo hasta detenerme delante de una puerta de color blanco; busqué en mi bolsillo una llave la cual abría la puerta antes mencionada.

Introduje la llave en el cerrojo y le di una vuelta, abriendo esta automáticamente; ingresé a la habitación y sobre un mueble de color blanco deje la bandeja que traía en mis manos.

En cuanto la deje por seguridad a lo que realmente me temía cerré la puerta pero esta vez conmigo adentro; luego volví a dejar la llave en el lugar de antes.

Me acerqué a paso lento y me senté en un costado de la cama, ella descansaba totalmente tapada de pies a cabeza; me quedé unos segundos en silencio viendo simplemente el cobertor de la cama hasta que este comenzó a moverse y de la nada ella habló.

—¿Qué hago aquí? ¿Quién eres? ¿Qué quieres?—. Dijo ella con voz temerosa

—Solo quiero que no te asustes, que lo tomes con calma, no quería que las cosas pasaran de esta manera pero así sucedieron—. Dije

—¿Park?—. Dijo ella dudando sobre su pregunta

—Asi es—.

Como respuesta ella se destapó completamente dejándome verla por fin, su rostro reflejaba miedo; sorpresa y duda.

—¿Para qué me quieres? ¿Para qué me secuestraste?—. Dijo comenzando a sollozar

Solo pude agachar mi cabeza, realmente era estupido lo que estaba haciendo pero quién no arriesga no gana, y aunque no me gustara verla de esa manera; solo así ella descubriría que soy el hombre para ella.

—Contestame ¿Por qué lo hiciste?—. Dijo ella para luego limpiarse las primeras lágrimas que habían comenzado a caer

—Porque es la única forma—.

—La única forma ¿Para qué?—.