Narrado por Jane:
—¿Cómo te sientes?—dijo Paola, mi prima—. Te ves de lo peor y estamos a punto de largarnos de este país, no encuentro sentido alguno.
Nos encontrábamos en el avión, a punto de despegar. Siempre habíamos soñado con viajar juntas y ahora todo se hacía realidad, era increíble. Sin embargo, lo más frustrante de todo, era que no podía dejar de pensar en Evan.
Me sentía vacía, por un lado me sentía feliz porque sabía que él me amaba y yo lo amaba a él, pero, ¿por qué someter a nuestro amor una tonta prueba de alejamiento?
Suspiré antes de responder.
—Evan terminó conmigo y al día siguiente me besó y me dijo que aún me amaba—expliqué brevemente.
Paola me miró con asombro antes de tronar cada uno de sus dedos.
—Juro que cuando lleguemos, voy a regalarle un golpe por cada lágrima que hayas derramado.
Sonreí antes de abrazarla e intenté alejarme mental y emocionalmente de Evan.
Durante el despegue, Paola sujetó mi mano y cerró los ojos, a pesar de que lo había negado, le tenía miedo a los aviones y nos esperaba una noche muy larga de un viaje lleno de turbulencias.
Al llegar, todo pareció ser un sueño y es que de cierta forma, lo era. Habíamos soñado con aquel momento desde hace años y hoy lo cumplíamos juntas. Por un momento, mi vida pareció ser perfecta.
Continuamos con el proceso de llegada y logramos salir del aeropuerto después de cuarenta y cinco minutos.
Después de registrarnos en el hotel y dirigirnos a nuestra habitación, me tiré en la cama y sujeté la almohada contra mi rostro.
—Levántate porque iremos de compras—dijo ella mientras buscaba un par de prendas en su maleta—. Me bañaré primero y espero verte en buen estado cuando salga.
Llevó consigo un par de toallas y algunas prendas que no pude distinguir.
La habitación era bastante amplia, ambas camas estaban distanciadas por una pequeña mesa de noche y justo al frente, se encontraba una televisión de aproximadamente treinta pulgadas. Un pequeño armario en el fondo de la habitación y a lado un escritorio con su respectiva lámpara.
Pensaba quedarme dormida hasta que tuve un mensaje de Evan.
Evan: ¿Ya llegaste? ¿Puedo llamarte?
Pensé muchas veces antes de responder y siempre llegaba a la misma conclusión: Si.
—¿Cómo te va?—preguntó él segundos después de haberle llamado.
—Parece que todo va de maravilla, Paola entró a bañarse y creo que saldremos dentro de poco,—mencioné mientras veía las calles de California a través de la ventana—¿y tú cómo vas? ¿Ya empacaste tus cosas para el campamento?
—Para nada, no tengo ganas de hacerlo, sólo...—tomó un respiro—. Te extraño y te necesito, no quiero ir si no estarás ahí.
Alejé el teléfono de mi oído para admirar su foto de perfil y noté que aún conservaba en ella una foto nuestra. Acerqué el teléfono con resignación.
—Te extraño más que nunca—susurré.
—Yo también, pero tenemos un trato, ¿no es así?—dijo él suspirando y tomando el silencio como signo de afirmación—. Bien, entonces cuéntame cómo te ha ido, ¿qué tal el viaje?
—Fatal, doce horas en un avión y dormir era la perdición, había una niña que no se callaba y tampoco dormía, realmente horrible—dije recordando a la niña revoltosa de ojos marrones sentada dos asientos detrás—, pero el lugar es fantástico, pronto saldremos a explorar y realmente es hermoso.
—Me alegro, ten un lindo día, alistaré mis cosas para el campamento y bueno, te llamo luego.
Nos despedimos e inmediatamente, Paola salió del baño con una toalla blanca envolviendo su cuerpo y otra mucho más pequeña, su cabello.
—Ve a bañarte.
—Está bien, mamá.
Entré con un conjunto de ropa en una mano y en la otra un juego de toallas café. Al encender la ducha, el golpe del agua contra el piso me tranquilizó en absoluto, me alejó de cualquier pensamiento y fue así que me dejé llevar por la corriente de agua durante los próximos veinte minutos.
Cuando salimos del hotel, los rayos de sol atacaron nuestro rostro y se sintió bastante satisfactorio.
—¿Por dónde empezamos?—dijo Paola mientras me miraba con una sonrisa dibujada en su rostro. La brisa hacía que los rizos de su cabello tomarán forma en el viento.
—Sólo caminemos y que el viento nos lleve—dije mientras comenzaba a caminar.
Las personas no apartaban la vista de su camino, lo cual me tranquilizó. Paola y yo aparentábamos ser dos niñas en un parque de diversiones, impresionadas por el tamaño de los juegos y la diversidad de formas que tenían los dulces.
El estilo de las personas era tan impresionante que de pronto, me sentí patética por llevar puesto una sencilla polera y unos jeans.
Pasamos por algunas tiendas de ropa y ambas no dudamos en comprar un montón de cosas.
—No sé tú, pero yo estoy muriendo de hambre—dijo ella mientras demostraba su estado con muecas y sobando su estómago en círculos.
—Yo también, busquemos comida.
—Mejor no, pidamos pizza en el hotel, estoy cansada.
—Me gusta la idea.
Al llegar al hotel, ambas estabamos agotadas, habíamos caminado demasiado, lo primero que hice fue tenderme en mi cama.
—Buenas noches—dije mientras cubría mi cara con la única manta que nos habían proporcionado.
—Son las ocho de la noche, ¿no tienes hambre? Voy a pedir pizza, tal como planeamos—dijo ella mientras tomaba el teléfono de la habitación.
Antes de marcar algún número, ella esperó una respuesta mía.
—Dormiré diez minutos y despertaré para comer, lo juro.
Tomé mi teléfono y verifiqué si tenía algún mensaje de Evan.
Evan: Perdón por todo.
Observé la pantalla por largos segundos, eché un vistazo a su foto de perfil que había sido actualizada minutos atrás, la hora del mensaje y absolutamente todo. Pensé nuevamente en el momento de la ruptura, en todas las acciones y palabras que él había desatado y que me habían lastimado. Sentí que pronto me echaría a llorar.
Dejé el teléfono lejos de mi vista y me sumergí en un corto sueño.
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Corazones inservibles
Roman d'amour¿Las casualidades realmente existen? ¿O sólo son búsquedas constantes de personas que persiguen encontrar su propio reflejo? Tal vez sea el destino, o quizá una simple búsqueda. Pero así comienza todo, con el encuentro de dos corazones rotos, con al...