❝Our Majesty❞ 2doc/Studoc

Eight: Run

Murdoc saludaba con una resplandeciente sonrisa a la elegante carroza, que se alejaba con el trote de los caballos, mientras el chófer tiraba de las riendas y agitaba su látigo. Guardias iban montados, para proteger a la familia.

Arséne y María iban a visitar a sus padres, los abuelos del pequeño de un año. En cambio, él insistió en que estaría ocupado con sus deberes reales, y que lamentaba no poder acompañarlos. El príncipe se despidió de su padre con una sonrisa, y la reina de su esposo. Un último beso entre ellos selló la separación.

Esto gritaba y afirmaba que ambos estarían fuera por exactamente un mes. Su privacidad era un hecho. Quién podía negarlo. Daba el agradable resultado de no más interrupciones en su relación con Stuart. Su querido Stuart.
Niccals no podía estar más feliz, le dolían las mejillas de tanto sonreír. No paró de hacerlo desde que se enteró del viaje que su esposa decidió hacer, incluyendo a su hijo. Se portó muy bien esos días.

Cuando confirmó que el vehículo se encontraba lo suficientemente lejos, dio la vuelta y corrió como un loco por el jardín y por los pasillos. Sostuvo la corona con una mano para que no se le cayera tras tanta carrera. Ignoraba las miradas reprochantes que le dirigían las criadas de manera "disimulada". Era el rey, y podía hacer lo que sus santas ganas le recomendaran. Ahora que María no se encontraba ahí, no temía a ser acusado frente a ella por sus comportamientos infantiles. ¡Ni siquiera había cumplido sus veinte años! Merecía algo de esa diversión juvenil.

Llegó a la puerta de húmeda madera que tantas veces había consultado. Antes checó que nadie lo viera ahí parado. Cuando confirmó la soledad del pasillo, escupió y tragó aire para recuperarse. Se incorporó y acomodó la corona sobre su cabeza. También peinó su flequillo de la manera que a Stuart le gustaba: Casi mostrando las cejas. Intentaba lucir presentable para la gran noticia, pero no contuvo su emoción cuando llegó la hora de llamar a su amor secreto.
Tocó con más ansias que nunca.
Harold la abrió con totalidad, dando vista completa a su pequeña, oscura, y fría habitacion.

—¿Ya se fueron?

—¡Ya se fueron!

No tardó en ser rodeado por el cuello e impulsado dentro de ese cuarto. Sus labios se juntaron, de una manera dramáticamente apasionada.
Al separarse, rieron; inundados en felicidad absoluta. Cerraron la puerta y dieron una pequeña celebración ahí mismo. Murdoc tomó las sábanas y empezó a jugar con ellas. Pot lo imitó, fingió tener un vestido. Así, actuaron como marido y mujer, recreando la boda del moreno. Con los invitados y todo. Se lo tomaron en serio. Stuart hacía de María, y a Murdoc le parecía adorable. Deseaba que la persona en ese altar, ese día, haya sido Stu en realidad...

Sabían que una buena racha se acercaba para su relación.
Y bueno, no se equivocaban.

El rey moría de regocijante euforia. Por primera vez en su vida tenía el poder absoluto. Sin padre, sin hermanos mayores, sin esposa, sin un heredero a quien educar. Se sentía como todo un hombre liberado.
Sin problemas podía sacar a quién quisiera de las habitaciones en cualquier momento; y quedarse a solas con su lindo amante. Hacían cosas que siempre habian deseado hacer.

Le escribía cartas a María, mientras Stuart estaba sentado sobre la mesa, tarareando una canción que empezaba a componer. Era toda una inspiración a la hora de mentir con la tinta.

Stuart disfrutaba poder transcurrir cualquier comida con Murdoc. Era la primera vez que sentaba en la mesa principal.
Podían hacer cosas totalmente cursis, como darse de comer el uno al otro, y luego estallar en carcajadas, haciendo que alguno escupa su vino.
Adoraban ser tan cariñosos, pero lo ocultaban en inocentes burlas.

Y Murdoc disfrutaba poder pasar horas en el salón de música con el peliazul, ahora en cualquier horario. Nadie tenía el derecho de reclamarles. Apartaba al parlamento, pero aún así era obligado a tomar varias medidas. Le jodía que sus consejeros reales siempre le recalcaran ser más atento con su trabajo.