Ten: Sanctuary

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Se montó en su carruaje con la ayuda de su esposa e hija. Seguía tarareando bobamente algunas de las canciones que la orquesta tocó. La fiesta había terminado. Todos los invitados se retiraron, incluido él; El Duque.

Se despertó en su habitación, en su cama. Como si se hubiera pegado un salto del carruaje a estar directamente en su cama, con su mujer al lado. Ella aún dormía. Como buen madrugador, despertaba con el alba, incluso con resaca.
Tenía un terrible dolor de cabeza que ya era casi costumbre tras una celebración. Sabía mejor que nadie sobre la pasada que se dio con las copas y botellas. Trató de levantarse, e intentó recordar, avergonzado, las cosas que habrían pasado anoche.
Fue invitado al cumpleaños de Su Majestad, y no se midió. ¡Qué bochorno! Repasaba en su mente, bajo un gran esfuerzo, actitudes que pudieron haber arruinado su reputación.

Sentado en su cama, todavía con los párpados caídos, recorrió vagamente los recuerdos. Había algo que le pellizcaba la nuca acerca de todo eso.

No fue claro, pero tuvo la sensación de que vio algo que no entendió. Lovelace, cerró los ojos y se golpeó la frente. Le ordenaba a su mente que acomodara los hechos.

El rey. El rey Niccals llegó a sus ideas. ¿Por qué? Se preguntó.

Alguien tocó la puerta, era la criada con su desayuno en una bandeja. Ya conocía el horario de su señor.

Entonces, tras darle el permiso de entrada a su habitación, se iluminó, como vela en la oscuridad.

—¡Stuart Pot! —exclamó. Asustó a la muchacha mientras le servía el té. Y su mujer se sobresaltó.

Ese era el nombre del otro involucrado. ¿Cómo olvidar esa cabellera azul? Tan molesta y llamativa, siempre opacándolo cuando salían a pasear.

Así fue que, luego de beber su té y alzar su meñique, decifró los recuerdos de su mente borracha: Murdoc Niccals y Stuart Pot habían cometido un crimen en la cocina del castillo.

Se vistió de inmediato, bajo los ojos confundidos de su esposa. No tenía cosas programadas para ese día. ¿A dónde iba con tanta ansiedad?

Caminó con la espalda derecha por los pasillos, hasta que llegó a la entrada. Un carruaje ya lo esperaba afuera. Se subió sin mucho drama, y partió de inmediato. Tenía gente que visitar.

...

Murdoc se encontraba de brazos cruzados y de pie, observando al juez con su penetrante mirada. La corona relucía en su cabeza.
Eduard Green intentaba mantener el contacto visual, pero no pudo. Bajó los ojos, tragando saliva sonoramente. Niccals impulsó una risita burlona.

Era una sesión privada, entre puros caballeros.

Stuart y el Duque Lovelace se encontraban sentados en la misma butaca. Ambos ya habían dado su testimonio anteriormente. Ahora era el turno del Rey.

Como la pareja de amantes ya había acordado antes, Pot no negó su relación sentimental con Murdoc. Cuando admitió que habían sido amantes por más de un año, un grito ahogado inundó el salón.
El juez observó a Stuart con infinidades de repudio. Todos en la sala lo aborrecieron tras esa confesión.
Mantener una relación con alguien de su mismo género era considerado uno de los crímenes más asquerosos y pecaminosos.
Pot se ruborizó, y bajó la cabeza. Pegó la mirada en el sucio suelo de madera bajo sus pies. No imaginó que así se sentiría decir la verdad.

Rápidamente le ordenaron que se sentara, y eso fue lo que hizo.

Miraba a Murdoc sin parar, sudando en cantidades. Se sentía incómodo de existir en la misma habitación que el resto del Parlamento. Notaba cómo El Duque hacía un gran esfuerzo para estar lo más lejos posible de él. Se recorrió hacia la derecha, chocando con otro hombre, cuando se sentó. Como si con tocarlo pudiera contagiarlo de esa falsa enfermedad.

❝Our Majesty❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora