Los corazones rotos son los más manipulables, cuando pisas una herida que nunca cerró, en aquellos que desesperadamente buscan "eso" llamado amor verdadero, se aferran aquello que les brinda una luz de esperanza, aunque sea al final solo una ilusión unilateral.
Hefestos realmente no le gustaba pelear, pero le fascinaba la creación de las armas. Las curvas filosas de las espadas, el diseño magnífico del los escudos, todo eso emocionaba a su corazón, ya que su físico no era bueno para la guerra, por lo que sus creaciones reflejaban la pasión de él.
Athena sabía que las mejores armas las creaba él, así que se le ocurrió acudir a Hefestos para que la ayudara, ya que en troya no marchaba como ella quería.
Athena siempre utilizaba su casco, que cubría su hermosa cabellera castaña, que le llegaba a las cintura, tenía un cuerpo atlético pero a la vez femenino, su piel era bronceada debido a las batallas que había tenido en el campo, sus ojos cafés demostraban su tranquilidad ante la adversidad, pero también podía demostrar mucha rabia aquellos que la desobedecian o que la habían ofendido, como la pobre aracne.
Hefestos al verla llegar a su morada, sintió alegría, ya que estaba acostumbrado a la soledad, y se sentía complacido que la diosa guerrera elogiara su habilidad en la Forja.
Athena se quedaba horas con el platicando, mientras Hefestos creaba nuevas armas para ella. Ante los ojos de athena el era un buen amigo.
Pero athena se descuido al ir con Hefestos, ya que poseídon la había estado observando, este dios la odiaba mucho después de lo que pasó con medusa y lo que pasó en cecrope.
Poseídon sabía de la falsedad de athena y lo envidiosa que podía llegar ha ser, entonces por qué no quitarle un amigo verdadero?... Después de todo, ella a hecho cosas peores, en cubriéndose en los humanos.
Él veía como los ojos de hefestos sonreían al ver a athena, después de todo era una diosa bella, y que era su amiga, poseídon espero a que la diosa se fuera.
-hola, hefestos.... He visto que realizas grandes trabajos -
Hefestos aún con su mazo, seguía golpeando el yunque, y veía los movimientos de poseídon.
-si, gracias.... Se te ofrece algo? -
-oh, vaya... No te has dado cuenta?... -
El sonido del hervor se escucho, usando el dios de la Forja puso una espada en el agua.
-no se... De que hablas... -
-athena... Ella Nunca está cerca de los hombres, pero tu te le has acercado... -
-yo no la busque... - con un rostro inexpresivo.
-por eso es una lastima, que no te des cuenta que ella te desea -
-no, no creo... -
-lo dices por tu físico, no?... Pero a ella no le gusta la belleza, no es es la caprichosa afrodita... -
-retirate si no se te ofrece nada... -
Poseídon se retiro, con una sonrisa, solo se necesita la duda para plantar el deseo. Gracias a la platica, distrajo a hefestos y robo el polvo del deseo de las flechas de Eros.
Hefestos veía su hogar, y no era el más limpio, además que hacía demasiado calor, entonces por que una diosa tan pulcra desperdiciaria su tiempo con el, aunque fuera una ilusión, su corazón vibró.
Athenas se encontraba en cecrope, mirando al cielo nocturno, y viendo como sus nuevas armas brillaban con la luna, una sonrisa salió de ella.
"quién pensaría que ser amable con alguien así, tendría tantos beneficios".
Athenas confiaba qué con eso, ella podría obtener más cosas de hefestos, para ganar troya y humillar a afrodita.
Atenas se quitaba su casco, y vio su cabellera algo enredada, y recordó a una sacerdotisa, que era bella y que los mortales habían dicho que sus cabellos eran más hermosos que los de athena.
"pero ahora esa belleza, tiene serpientes, ya no es tan bella verdad?".
Athena aunque escucho los gritos de aquella chica, los ignoro solo por que su hermosura traía más feligreses al templo, que a venerar a la diosa. Además con eso tendría el pretexto de castigarla de seducir a poseídon y convertirla en un ser horrible. Y así nadie más la compraría con una simple mujer.
A pesar de ser la diosa de la sabiduría y la guerra, muchos también la adoraban por justa, pero era sólo lo que ellos podían ver de ella, sin imaginar lo que hay dentro de su mente.
En el manto nocturno, hefestos salía de su hogar, y miraba a la luna, aún sosteniendo la manzana de eris, al verla su corazón aún dolia.
"cuando dejara de doler?", es posible que alguien como yo.... Si tenga amor?.
Al ver la manzana recordaba como su dicha forzada se convirtió en su martirio, y que tal vez era hora de soltar, para que emergiera otros vientos en su ser.
Mientra el esta de espaldas, no noto el finísimo polvo que poseídon había lanzado a las corrientes de viento, esa sustancia penetro cada poro de él, sus ojos ya no parecían amables, si no los de un satiro insaciable.
EL sol salía, los primeros rayos pasaban la morada del herrero de los dioses, y ahí estaba ella, con sus ojos puestos en el, su túnica se movía con el viento, sus ropas parecían ceñir sus curvas, en los ojos de hefestos es lo único que lograba mirar, era como un tunel del que no podía escapar, la voz de ella se escuchaba distante, el se le acercó, hasta poder tocar sus senos, ella parecía acariciar su mejilla, pero él trance se rompió, era un puñetazo en su cara, intentó reponerse de la caída y tratar de explicar, pero cuando se levantó una espada daño sus ojos, cegandolo completamente, y la diosa que alguna vez consideró su amiga, lo repudio, athena estaba encolerizada, y se llevó las mejores armas que vio.
Pero hefestos no comprendía lo que había sucedido, hasta que escucho las carcajadas de poseídon.
-tu crees que esa arrogante virgen se iba a entregar a ti?... -
-no... No se en que me equivoqué... -
-ella solo utiliza a los demás, y abusa de los débiles, eso es su verdadera "justicia".... Te abrí los ojos mi querido hefestos, ella no lo vale-
El corazón de él se desgarra, el dolor era insoportable, la humillación había sido tan cruel, que no le importaba perder la vista, sentía que su vida debía desvanecerse, los volcanes se estremecieron mientras sus lágrimas caían a la tierra.
Una voz conocida, se escucho.
-que te ha pasado??... -
Ella tocó su cara y vio con horror lo que le había pasado a sus ojos.
-quién te hizo esto?!!!... Quien se atrevió a dañarte... Fue esa zorra?... -
-no, eris.... No fue ella... Fue athena, no se bien lo que pasó, pero también fue poseídon... -
Eris, vendo los ojos de hefestos, y arreglo la armería, los ojos de eris brillaban como el oro ardiendo, sus puños no los podía controlar que clavo sus uñas, haciéndola sangrar.
-"pagaran... Pagaran esos dos" - se decía para si misma.
-lo importante es curar tus ojos, no puedes trabajar así, deberás descansar.... -
-eris, gracias, pero que haces aquí?... No que huirias? -
-me aburrí donde estaba, decidí verte... Y mira lo que pasó... -
Eris encendió las calderas, puso sus manzanas de oro a fundir, y añadió su sangre en ella. La mirada de ella se había convertido en una helada mortal, las alas que tenía se tiñeron de negro.
La guerra de troya, le dejó de importar, solo bajaría si algo salía mal, pero mientras estaría en busca de los castigados.