Estigma y Síntoma N° 12

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~T~

Años después...

Me miro al espejo mientras peino mi cabello rubio, juré dejármelo crecer hasta que Edmund despertara, pero sus padres ya decidieron que lo iban a desconectar esta tarde, así que supongo que mañana me lo cortaré, ya no podré seguir esperando.

Mando un mensaje al trabajo de que no podré ir hoy y salgo de mi habitación. Han pasado tantas cosas este último tiempo, hice amistad con los amigos de Edmund, hubiera sido lindo haberlos conocido en otras circunstancias, tengo una casa propia, un emprendimiento sobre los estigmas en las piedras y un pequeño empleo con unos conocidos de la facultad. Mi vida es puro movimiento, conozco siempre a nuevas personas, aunque nunca me volví a enamorar. Supongo que ahora que desconectarán a Edmund tendré que pasar página y seguir adelante, conocer a alguien más, y eso. Aunque sinceramente no puedo ni pensarlo.

No quiero.

El día pasa lento, pesado, agonizante. Observo por la ventanilla del taxi y bajo de este cuando llego al hospital. Dentro del edificio visualizo a la madre llorar, entonces me le acerco.

―¿Qué ocurre? ―pregunto angustiada ―¿Llegué tarde?

―No... ―Llora ella ―no está.

―¿Cómo qué no está? ―expreso indignada ―¿Quiere decir que... ―No quiero ni decirlo ―¿Se llevaron el cuerpo? ¿Murió antes que lo desconectarán?

―No lo sé... no está ―Se inclina sollozando mientras su marido la sostiene del brazo para que no se caiga al suelo porque está muy frágil.

―Nadie nos dice nada ―me aclara el papá.

―Está clínica es una porquería ―me quejo.

Todavía sigo indignada porque nunca nos dejaron trasladarlo de hospital al de mi padre. Cuando todo esto termine, voy a iniciarles un maldito juicio, lo juro.

Comienzo a caminar y me voy a hablar a recepción, a mí tampoco me dicen nada, sin embargo yo sé a quién sí le pueden rendir cuentas, llamo a mi papá y el accede rápidamente para venir a mi encuentro, así encargarse él en persona. Mi padre tiene influencias, por esa razón logra llegar a la conclusión de lo ocurrido de manera veloz. Nos sorprendemos ante su explicación.

―La clínica no quiere justificarse porque perdieron al paciente.

―¡¿Qué quiere decir?! ―grita la madre de Edmund.

―Qué no está, se fue, no lo cuidaron, en conclusión hay dos opciones, o se lo llevaron o se levantó de su cama ―papá confiesa y quedamos perplejos.

No sé si asustarme o emocionarme.

Si resulta que se lo llevaron, podría morir si no se cuida como es debido y si resulta que se levantó, sería lo más maravilloso que podría suceder, aunque sería un inconsciente si se fue del hospital ¡Lo voy a matar!

Edmund

Odio los hospitales, los médicos, los medicamentos, prácticamente todo lo relacionado con la medicina. Lo odio, aunque lo necesito. Me siento tan mareado que solo pude llegar hasta el jardín de la clínica y caminé tan lento que parecía una tortuga, no sé ni si puedo hablar, me pica la lengua, la siento como seca. Estoy sentado en el pasto, apoyando la espalda contra la pared, miro los pajaritos en el árbol, creo que lo que me funciona bastante bien es la vista. Full HD. Me encuentro muy confundido.

¿Qué día será? ¿Por qué siento que todo es diferente?

―¡¡Edmund!! ―Oigo esa voz y giro mi vista a esa chica que me hace golpetear siempre el corazón.

Eso sí que está igual.

Aunque ella se ve distinta, se nota más madura, tiene el cabello muy largo, viste bastante formal, muy diferente de como antes, ¡y qué curvas!

―¡¡Oh Dios!! ―Cubre su boca para no chillar, se agacha hasta mí, veo que sus ojos se humedecen, luego me abraza ―¡¡Despertaste, estás vivo!!

―¿Qué ocurre? ―digo con dificultad, la garganta me carraspea.

Se aparta un poco, toma mis mejillas y me observa sonriente, aunque sus ojos empapan su rostro por las lágrimas.

―Estuviste años en coma.

―Vaya ―expreso sorprendido.

―No hables mucho ―Pone un dedo en mi boca ―. El doctor tiene que revisarte, no debiste levantarte así.

―No me gustan los médicos.

Se ríe.

―Por eso eres mi Edmund.

―¿Me esperaste? ―Sonrío.

―Toda la vida ―declara y se refriega un ojo, limpiándose las lágrimas.

―Me equivoqué, no eres mi enfermedad, eres mi antídoto.

Se ríe y vuelve a llorar.

―Oh Edmund ―Me abraza de nuevo con fuerza.

Mis padres llegan y acto seguido los médicos con mis amigos, todo el mundo está aquí, todos me reprenden, recibo el sermón de mi vida pero no me importa. Detesto todo lo que se relacione con mi salud, eso nunca va a cambiar. Aunque de hecho sí, el padre de Angie declaró que a pesar de que estuve en coma, siguió con mi tratamiento y que de hecho mejoré mucho. Algo que ni me enteré. En conclusión sí, tengo un medicamento de por vida, pero ya no tengo los mismos problemas de salud con mi enfermedad, mi único dilema ahora tiene que ver con mi coma y la rehabilitación. Nada en absoluto con mi anterior cuestión antes del coma. Al fin tendré una vida normal. Bueno, más o menos, pero ahora no tendré que lidiar con algo desconocido. Además ahora tendré a mi antídoto de mi lado.

El fin.

Eres mi enfermedad (C.G #4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora