ADELANTO I

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HACE CUATRO AÑOS

Barcelona, España. Diciembre, 31, 2014.

Barcelona se encontraba ante los ojos verdes de Rubén, la brisa decembrina le rozaba el rostro constantemente, tanto que había llegado un punto en el frio se empezaba a colar por sus mejillas y la punta de su nariz respingada se enrojecía. Y aunque, debido a sus entrenamientos en las montañas nevadas de Noruega tenía una resistencia envidiable para soportar los climas más excesivos, la brisa continua de aquella nochevieja se estaba colando por su camisa y ya se había convertido en una molestia.

Debatió si su humor le permitiría salir de su habitación esa noche, pues apenas unas horas atrás había finalizado con la razón de su estancia en Barcelona, su misión. Habiendo llegado hace solo catorce horas atrás, le tomo apenas tres inspeccionar el terreno, dos elaborar un plan y en menos de una hora ejecutarlo de manera exitosa, para así tener en su control el dispositivo con la información confidencial de importancia para su agencia, el SDI o, mejor dicho, el Servicio de Defensa e Inteligencia.

Sonrió para sí mismo, en todos sus años de servicio no había fallado en ninguna misión y aquello le había convertido en un agente de prestigio, con un rango de clase Beta siendo un especialista en programación y hackeo.

Otra ráfaga de aire le provoco un escalofrío, ceñudo se froto los brazos en un amago para conseguir un poco de calor y se reprendió a sí mismo, debió de traer consigo el saco que iba a juego con el pantalón.

O tal vez no había sido buena idea salir a celebrar esa noche, pero ya se encontraba ahí, en la terraza de aquel hotel a unos minutos de la celebración de nochevieja.

«Menudas vistas»

Pensó.

Aunque había estado otras veces en Barcelona, jamás lo había estado en alguna festividad y mucho menos en año nuevo. Las luces cálidas del lugar y todo el esmero en la decoración decembrina le estaban dando su toque especial. Tal vez consideraría el regresar el siguiente año en un viaje de placer y no de trabajo.

—¿Menudas vistas, no crees?

Escuchó a su lado. Una loción masculina, justa y con una pizca de dulzor llenó sus pulmones. Miro de reojo, se trataba de un hombre de al menos un metro y ochenta y pico centímetros, con cabello castaño oscuro y bien vestido para la ocasión, al igual que la mayoría en esa terraza. — ¿Puedo? —señaló la silla a su lado y Rubén solo asintió levemente. No tenía contemplado tener compañía esa noche, pero teniendo en cuenta el día y la ocasión no estaba mal.

—Están muy chulas... No le había prestado atención antes la verdad.

—¿Primera vez en Barcelona?

—Se podría decir, si...—carraspeo incómodo. Los motivos de su estadía en el lugar no eran de confesar abiertamente. — ¿Y también es su primera vez en...?

Finalmente, volteo a verle. Cuando los ojos verde-ámbar de se encontraron con los oscuros de aquel hombre, un escalofrío le recorrió el cuerpo, posiblemente de la impresión que le causo ese hombre apuesto, cejas anchas, pestañas cortas pero espesas, nariz larga pero celestial, unos labios finos y en su mandíbula había una barba de pocos días.

—¿Puedo? —señalo justo a su lado.

—Si. — apenas pronuncio y aquel hombre se acercó a su costado haciéndole compañía en el barandal de la terraza de aquel hotel.

—Y no, no es mi primera vez aquí... Cada que tengo la oportunidad de venir, siempre me hospedo en este hotel, tiene las mejores vistas que cualquier otro.

—Puedo verlo.

Y un silencio que sorprendentemente no era incomodo se instaló entre ellos. Solo se dedicaron a admirar la nocturna Barcelona y a dejar que el viento les rozara en sus rostros.

—¿Qué es...

—¿Qué es...

Una sonrisa apareció en las comisuras de ambos ante la interrupción del otro.

—Dime.

—No, no, insisto.

—Yo... Disculpa que no me he presentado. Me llamo Samuel, Samuel de Luque. —con media sonrisa le extendió su mano.

—Rubén Doblas.

—Un placer, Rubén.

Estrecharon sus manos en un apretón firme, suave y embriagador a la vez que le erizo los vellos al castaño y los envolvió en su propia burbuja hasta que un camarero apareció con unas copas flauta rellenas de champagne y una tira con doce uvas dentro.

—Gracias.

Dijeron al unísono cuando este se retiró, sorprendiéndose entre ellos mismo por la segunda coincidencia.

—¿Vamos? — Samuel señalo el centro de la pista donde se encontraban las demás personas y el castaño solo asintió.

Se levantaron de sus asientos acercándose al tumulto.

—¡Cinco! ¡Cuatro! ¡Tres! ¡Dos! ¡Uno! ¡Feliz año nuevo! —corearon al unísono y en compañía de los desconocidos.

Los fuegos artificiales se ubicaban en el cielo, las voces de las personas festejando otro año se perdían entre otras, ahora solo estaban ellos dos en aquel lugar lejanos a todo.

—Feliz año nuevo, Rubén.

—Feliz año nuevo para ti también, Samuel.

Chocaron copas con una sonrisa cómplice, tal vez la noche se alargaría un poco más, con ellos dos juntos y en un lugar más íntimo.

Mr & Mr de Luque | RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora