Capítulo 11.

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Una legión, pensó Jungkook un tanto perturbado. Él nunca había exorcizado a alguien con una gran multitud de demonios dentro.

Se quedó helado durante varios segundos o minutos, no lo sabía con exactitud.

Sacudió la cabeza, estaba dudando demasiado del poder que le concedía Dios.

Yo puedo, se dijo a sí mismo.

Le roció otro poco de agua bendita para que se debilitara. Estaba apunto de retomar las oraciones, pero el poseído se retorció y logró liberarse del agarre de quienes lo sostenían, haciendo que todos cayeran al piso luego de una fuerte sacudida del suelo.

El rubio salió corriendo de la habitación y se dirigió escaleras abajo.

—¡Jimin! —gritó Seomin yendo tras él. Jungkook se le adelantó y al pasar por su lado casi la tira al piso.

Al llegar abajo las luces estaban apagadas. Todo estaba completamente oscuro. La luz de la luna era tapada por las cortinas. Jeon se dirigió hacia donde creía que había visto los interruptores de luz.

Entre tropiezos con algunos muebles los alcanzó.

—Joven Jeon, ¿dónde está? —habló Namjoon bajando las escaleras.

—Aquí —respondió. Iba a prender las luces, pero una fría y huesuda mano se lo impidió.

Se quedó quieto, podía sentir la pesada respiración de aquel demonio que se apoderaba del cuerpo de Jimin.

Con la mano libre buscó su crucifijo para quitárselo del cuello, pero lo derribaron otra vez y sintió como lo jalaban de las piernas y lo arrastraban hacia quién sabe dónde. Sintió pánico. Dio unas patadas para intentar liberarse, pero era en vano.

—Señor Jeon, ¿qué sucede? —era la madre de Jimin.

Quiso responder, ni una sola palabra salió de su boca.

Escuchó las pisadas de alguien corriendo en su dirección.

—¡Las luces no encienden! —gritó alguien.

—Señor Jeon, responda —dijo alguien más.

Sintió que lo dejaban de arrastrar y el ruido de metales chocando, cuchillos.

Es el fin, no hay nada más que hacer. No puedo hablar ni moverme, pensó Jeon.

El cuerpo del rubio se colocó encima del suyo, colocando una mano en su cuello, retirándola rápidamente debido al crucifijo. El sonido de aquella pesada respiración fue acercándose a su oído, susurrando una palabra apenas audible:

—Quítatelo —era la voz de Jimin, sonaba tan inocente y asustado.

Jeon completamente hipnotizado por aquella voz se lo quitó al instante, arrojándolo lejos.
La mano del rubio volvió a posicionarse en su cuello, acariciando y dejando uno que otro rasguño.

—¿Por qué hacer esto? ¿Por qué quieres expulsarme? Seré bueno, Padre Jeon —el rubio continuó susurrando en su oído—. Haré todo lo que quiera, pero permítame quedarme.

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⏰ Última actualización: May 28, 2020 ⏰

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