Unos golpes en la puerta de su habitación provocan que sus ojitos se abran lentamente e intente acurrucarse más en su lugar, necesitando del calor de las cobijas, los cuales le hacían sentir más pequeño de lo que era.
─Joe, cielo. Arriba, debes ir a la escuela.─ oyó la voz de su madre provenir del otro lado de la habitación. ─¡Joe, despierta! Anda, bebé. Te preparé el desayuno. ─ luego de unos pasos en las escaleras y, segundos después, Dominique siendo reproducida nuevamente, una y otra vez.
El pelirrojo siente una mirada sobre él mientras intenta conciliar el sueño nuevamente, y recuerda haberse dormido en plena oscuridad, con el diablo parado frente a su cama, simplemente viéndolo. Le arden los ojos de haberse quedado dormido llorando, y el pitido en su oído le saca de quicio.
Por lo menos su alma sigue en su cuerpo.
En cuanto sus enormes ojos se abren, nota una figura negra sentada en su cama, a su lado. Observó por unos segundos cada anillo en los largos dedos del diablo, notando los raros símbolos que apenas relucían. Temía alzar la vista para ver su rostro, pero cuando lo hizo simplemente se encontró con una firme mirada sobre él, y al hombre más hermoso de la existencia con un serio semblante.
Intentó no ver sus ojos debido a que el pitido en su oreja aumentaba.
─¿Te asusté? ─ ambas cejas del arcángel se alzan, y su tono es tan sarcástico que Joe tiene que morder su lengua con fuerza y recordar que es un ser infernal para no responder de la misma forma.
El pelirrojo negó lentamente antes de suspirar y sentarse en la cama con lentitud. Estaba despeinado, le ardían los ojos y aún sentía malestar. Vio nuevamente al diablo, el cual intentaba verlo fijo.
─Buenos días ─ dijo éste, y se inclinó hacia el mundano.
La respiración de Joe se cortó y su cuerpo comenzó a temblar, temiendo por lo que podría pasar. Pero, claro: Jamás se hubiese esperado un suave beso en la mejilla de parte del ser más vil del planeta.
Aún con la mirada baja, apretó sus labios y se sonrojó, provocando que el diablo sonriera de lado.
─Puro... como el veneno. ─ simplemente dijo.
─¡Joe!─ unos golpes lo hicieron ver la puerta, y ni siquiera tuvo que voltear para saber que el diablo ya no estaba allí.
Suspiró y se puso de pie, tomando el uniforme de su escuela y yendo al baño luego de haberle avisado a su madre que estaba despierto.
Le costó un poco bañarse, desnudarse y saber que el diablo estaba allí, en alguna parte escondido, viéndolo como vino al mundo. Se duchó con rapidez, lavó bien su cuerpo, buscando el sentirse, de alguna forma, bien.
No funcionó.
Al salir, se secó y vistió. Los zapatos negros, los pantalones del mismo color, una camisa blanca abotonada y un suéter azul con el logo del instituto. Sus mechones rojizos seguían húmedos, y continuaba con su aspecto de niño muerto.
Ya se estaba acostumbrando, y apenas llevaba pocos días de la invocación. Sonaba extraño comentarlo, como si fuese lo más normal del mundo tener al diablo acechando en donde sea.
Ya había terminado, fue a su cuarto y preparó su mochila con sus deberes. Notó que habían cosas que no había terminado, y mientras se lamentaba comenzaba a pensar en una manera de pedirle las respuestas a Gwilym Lee, su compañero de clase y coro.
Subió los escalones del sótano con las correas de la mochila colgadas de sus pequeños hombros, intentó evitar la canción volviendo a comenzar en el tocadiscos de su sala y caminó hasta la cocina, sentándose en una silla, con su desayuno en la mesa y su hermana en una silla del frente.
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• Dancing with the Devil // hardzello (adaptación) •
Fiksi Penggemar• Es 1967 y Joe está harto de ser aquel chiquillo religioso el cual todos molestan. Ya cansado de Dios fingiendo no oírle, decide tomar otras riendas a escondidas; ¿Qué tan mal podría irle si recurrirá al Diablo? ¿Qué tan rápido le oiría éste? Es ho...