Para Llevar

Mar de pensamientos

El olor a café inunda mi aposento. El Sol empieza a colarse por las rendijas que dejan las cortinas en la ventana. Un día más en el encierro, mientras que enciendo la televisión para conocer qué ha pasado en el mundo exterior.

Las noticias no son alentadoras, continúa muriendo la gente, pero no sólo por culpa de la pandemia, el hambre también comenzó a hacer lo suyo. Afortunadamente, por decirlo de alguna forma, sigo en mi bunker trabajando, junto con Teo, mi gato, y una buena cantidad de alimento.

A pesar de tener lo necesario para sobrevivir un par de semanas, no he podido conciliar el sueño. Llegan a borbollones muchos recuerdos, buenos y malos, de la familia, los amigos, los tormentos amorosos, los paseos, las peleas familiares, los momentos de locura y desborde, las idas a cine... Todo, absolutamente todo pasa por mi mente como flashes durante una sesión de fotos.

– ¿Será este el final de nuestra existencia? – Meditaba mientras sorbía el café y miraba fijamente al gato, mi fiel y única compañía.

No tendría de qué preocuparme, si la humanidad ha sobrellevado esto de las pandemias.

– ¿Y si pasa lo contrario? –

Mientras enciendo los aparatos electrónicos para comenzar otra jornada laboral en el anonimato, me asomo por la ventana para observar la soledad en la calle.

– ¿Es temprano o definitivamente se extinguió la humanidad? –

Reviso la hora y todavía es temprano, por lo que ya no me asusta tanto la falta de transeúntes.

Lo anterior me da pie para seguir meditando sobre mi futuro, o al menos lo que puedo proyectar a corto plazo.

Trato de buscar otra forma de pasar el tiempo. Alimento a Teo, limpio su caja de arena y coloco un par de panes para el desayuno.

– ¿Y si escribo todas esas historias que llenan mi cabeza? –

El olor a tostadas quemadas me hace regresar del mar infinito de mis pensamientos.