7.

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—Eh, Guzman, ¿que tal? —Ander a mi lado le estaba enviando un audio al rubio, y yo intentaba no reír por la excusa tan barata que habíamos inventado entre los dos.— Muchas gracias por hablar con mi padre, al final me ha levantado el castigo y todo. —me miró unos segundos y le hice señas con la mano para que siguiera hablando.— Que no voy a ir hoy, estoy un poco cansado del entrenamiento, hablamos mañana, ¿vale? Chao. —y el sonidito de que su dedo había soltado el botón me permitió soltar una gran carcajada.

—¡Joder! Después de mil intentos. Anda ya, que el chofer no nos va a esperar toda la vida.

Habíamos quedado en ir juntos a la fiesta, y agradecía aquello ya que no me apetecía demasiado ver a Christian por vergüenza.

Soy demasiado suelta por mensaje y a la hora de hablar cara a cara me siento expuesta y el miedo a ser juzgada me impide expresarme del todo.

—¿Dices que se lo creerá? —cuestiona subiendo al auto negro junto conmigo.— Odio mentirle así, pero no me queda de otra.

—Yo creo que si. No creo que pase por su cabeza la idea de que te estás escapando a la fiesta conmigo. —alzo una ceja, y tomo mi móvil para ver mis notificaciones.

Al entrar a Instagram, las historias de Samuel fueron las primeras en aparecer. Las pulse y pude observar las luces de navidad en su casa. Sonreí por lo lindo que se veía.

"¡En cinco estaré ahí! 🤪" Respondí.

"Llegarás tarde si no te apuras. Te quedarás sin ponche." Recibí como respuesta.

[...]

La música inundó mis oídos desde que comenzamos a subir las escaleras, y me agarré de la ropa de Ander para no perderme entre la multitud de gente que pasaba.

—¿Que haces aquí? —la voz de Samu me hizo girar, y le di una sonrisa como saludo.

—Pues nada, me ha invitado el bocazas de Christian. Pero bueno, ya veo que no te ha dicho nada.

El rizado levantó la botella de alcohol que traía, y yo formé mis labios en un puchero. Era mi forma de conseguir lo que quería algunas veces, aunque la mayor parte del tiempo no funcionaba.

—Da igual, no te preocupes, yo te presento gente. Vengan. —Comenzó a guiarnos, hasta llegar a la cocina, en donde estaba el chico de grandes cejas.

—Omar. —El de pestañas bonitas dijo su nombre, llamando su atención.— Este es mi amigo Omar. Ander y Julia.

—¡Sí! Creo haberte visto en casa de Nadia el otro día. —sonreí, fingiendo ser la primera vez que lo conocía, y el pareció captar esto y me sonrió.

—Es verdad, un gusto verte de nuevo.

—Van a mi clase pero no son uno de los líderes del futuro afortunadamente. Déjenme las chaquetas.

—Encantado. —se dirigió a mi amigo.

—Igualmente. Me suena tu cara.

—Pues a mi la tuya no, ¿Andrés has dicho?

—Ander, Ander. —respondió antes que yo el dueño de la casa.

—¿Y tu Roman, no?

La tensión sexual en el ambiente podía sentirte a kilómetros de distancia, así que sonreí a ambos y decidí dejarlos.

—¡Oh, miren, ahí está Marina! —dije, y volé en dirección a la colorada en cuestión de segundos.

—¡Hola, cariño! —alcancé a escuchar que salía de sus labios, debido a la música.

𝐄́𝐋𝐈𝐓𝐄. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora