10.

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—Buenos días. —deje mi mochila en el suelo, y observé a la chica a mi lado. Parecía confundida.

—¿Que tu no estabas enojada conmigo? —Nadia no quita la vista de su cuaderno, y yo ruedo los ojos en respuesta.

—No tenía que enojarme contigo por algo que ni si quiera me hiciste a mi, lo siento. —saco mis útiles, y los dejo en la mesa, mientras acomodaba bien lo que iba a usar.— Nunca pienso mis palabras o acciones cuando me enojo, así que.. ¿Amigas de nuevo? —hice puchero con mis labios, lo que logró sacarla de su transe. Alzó sus cejas de forma divertida y asintió varias veces.

—Esta bien, amigas entonces. —aplaudí frenéticamente, y al no poder contenerme, la abracé con mucha fuerza.— Ya, ya. Tampoco nos pasemos de cariñosas.

[...]

En la hora del almuerzo, me encontraba con mi amiga musulmana. Ella no tenía hambre, pero yo devoraba mi sándwich de queso con rapidez y mi estómago rugía en respuesta. Había gastado mi tiempo para comer contándole lo de mi hermano, y tenía que apresurarme antes de que se haga el horario de volver nuevamente a clase.

—Bueno.. es lindo que lo tengas contigo después de tantos años. —habló mientras que yo aún estaba concentrada en masticar bien mi comida.— ¿Puedo contarte que me ha pasado a mi ahora? —asentí varias veces, limpiando las migas del borde de mi boca.— Resulta que, Guzmán solamente se acercó a mi porque apostó con Lu a hacerme perder la virginidad.

Ya sabía dicha información, pero decidí hacerme la sorprendida ya que había prometido ayudar al rubio.

Fingí ahogarme con el pan, tosiendo unas varias veces. Mis mejillas se tornaron igualitas a un tomate cuando noté que había llamado la atención de otras personas cerca.

—¿Estas bien? —sobó mi espalda, y yo asentí como pude.

—¡Menudo hijo de puta! Conocerá mi ira cuando lo vea. —la chica negó.— ¿Como que no? Nadia tía, no me digas que estás pensando en perdonarlo. —arrugué mi entrecejo y la observé, intentando quitarle algo de información.

—No lo se, es que.. —mordió su labio inferior, y miró hacia otro lado.— Es complicado.

Y ahí es cuando entendí todo de inmediato.

—¿¡Te gusta Guzmán!? —varios alumnos se giraron y mis mejillas se tornaron como un tomate a los pocos segundos. La chica en frente me hizo una seña con la cara de que la había cagado y murmuré "Perdón" varias veces.

—No es como que puede gustarme tampoco. Enamorarme de un cristiano es lo último que le hace falta a mi padre para matarlo.

—¿De verdad lo que piense tu padre es más importante que Guzmán? —arrugué mi entrecejo.

—No lo entenderías. Es fácil opinar cuando no estas en mi posición.

Y no se equivocaba.

—Lo siento, sabes que no quise ofenderte o algo.

—Lo entiendo, no te preocupes. —sonrió ladinamente.

Al levantar la vista me encontré con la mirada de Ander de inmediato, el cual venia hacia mi a paso lento mientras sostenía su bolso con libros o útiles.

—Vuelvo en un minuto, Nadia. —ella asintió sin darle mucha importancia, y deje el lugar no sin antes alzar mi pequeña mochila de cuero y teléfono.

A paso apresurado comencé a caminar hacia el baño de chicas, y escuchaba las pisadas del de rulos atrás mío.

—¡Eh, Julia! —escuche su voz, y lo único que hice fue mover mis piernas más rápido.

𝐄́𝐋𝐈𝐓𝐄. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora