— ¿Puedo sentarme aquí? — preguntó una voz algo familiar, provocando que al instante Nami alzara la mirada, totalmente sorprendida.
— ¿Perdón? — susurró medio aturdida.
¿Estaría teniendo visiones? Frente a ella estaba de pie, con una enorme sonrisa, Monkey D. Luffy. ¿Cómo era posible? Si hace instantes estaban charlando a través de Onegram.
— No teper d0no.
— ¿Qué?
— Nada, solo bromeo. No me contestaste si podía sentarme aquí, así que tomaré ese silencio como un sí. ¿Sueles venir aquí a menudo? — prosiguió hablando él, intentando no largarse a reír por la actitud entre seria y despistada de la pelinaranja.
— No realmente, suelo venir al Les Goûts Thés solo cuando los días están fríos. Disculpa que pregunte, pero... ¿Me estabas espiando o siguiendo?
— ¿Te molestaría si es así? — preguntó de vuelta el moreno, apoyando el rostro en ambas manos.
— Bueno, tendría que denunciarte a la policía por psicópata.
— Que bueno que no te estaba espiando entonces... Supongo que el haber revisado tu perfil de Onegram no cuenta como psicopatear, ¿verdad?
— ¿Entonces eres un stalker?
— Qué dices — contestó comenzando a reír a toda voz; por lo general era él a quien stalkeaban y seguían a todas partes.
Si su rostro tenía algo de encanto sobrenatural o únicamente ligado a las estrellas de cine, su estruendorosa risa lo hacía parecer alguien sumamente simple e incluso más humano.
— No, no es nada de eso. Me alojo en el hotel que está cerca y mientras observaba el paisaje desde mi ventana, simplemente te vi entrar, no muchas chicas de por aquí tienen tu color de cabello. Te hablé a tu Onegram, pero preferí venir a charlar contigo en persona. Me gusta más ver a la gente a la cara cuando hablo con ellas, que simplemente estar observando un chat lleno de letras.
— Te entiendo, me pasa igual. En realidad, mi Onegram me lo creó mi ayudante, ¿la recuerdas? Insistió en que así estaría más conectada, pero no uso mucho mis redes a no ser que sea necesario o esté aburrida — comentó Nami, de pronto, sincerándose con el sujeto que tenía en frente.
Era tan extraña la sensación que él le transmitía y el ambiente que se generaba entre ambos desde que se habían visto en la librería que, de alguna manera, Nami sentía que podía confiar en él.
— Mi caso no es muy distinto del tuyo, mi mánager insistió en que tuviera perfiles en las redes sociales porque así era más fácil promocionar mi imagen, tener fans nuevos, etcétera. Aunque lo único que manejo yo es Onegram — dijo Luffy, jugueteando con un sobre de azúcar entre sus dedos.
— Claro, debe ser difícil ser una estrella de cine.
— Mentiría si dijera que no, hay que mantener muchas imágenes, soportar malos tratos, intentar ser agradable con todo el mundo, pero al mismo tiempo es divertido y hago lo que me gusta.
— Me alegra oír que otra persona más a mi alrededor hace lo que le gusta. En fin, ¿no pedirás nada? Yo estaba por marcharme — comentó Nami, buscando con la mirada a Pudín en caso de que el moreno quisiera ordenar.
— No, no te preocupes, cené antes en el hotel, pero si ya te vas, te acompaño. O espera, ¿querías invitarme algo? — le preguntó con tono coqueto.
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Entre letras y amores
FanfictionPara Nami, ser la dueña de una cadena de librerías no la hacía sentirse particularmente afortunada. ¿La razón? Solo vendían libros sobre viajes turísticos y geografía, algo que a las personas de pleno siglo XXI no les interesaba demasiado, pero ¿qué...