VI

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Para todos fue evidente lo que ocurría en el pequeño salón, incluso el viejo Merry lo había notado, pero al parecer los jóvenes en cuestión no eran conscientes del ambiente que se generaba entre ambos. Nami no contestó la pregunta del moreno, dejó la bandeja con bebidas en la mesa de centro de la habitación y le hizo un gesto con la mirada al moreno para que la siguiera afuera del hogar, y Luffy, sin hacerse esperar y disculpándose con los mayores con los que había estado hablando, salió tras los pasos de la pelinaranja.

— Lo siento mucho por el ambiente incómodo de recién, lo que pasa es que esos dos eran amigos de antes y se habían peleado, esperemos que ahora puedan solucionar el asunto — les explicó Usopp, mintiendo sobre la verdadera situación que había entre ambos.

— Usopp, ¿crees que está bien dejarlos conversar a solas? — preguntó Kaya, entre preocupada y curiosa.

— Créeme, no es que esté bien, ¡es que lo necesitan! No sabes lo difícil que ha sido lidiar con los lloriqueos de Luffy durante el rodaje, su interpretación de guerrero ni siquiera tenía vida, era como estar viendo a un novato en un intento por actuar — contestó Usopp, afirmándose el puente de la nariz con su dedo gordo e índice, mientras negaba lentamente con la cabeza, gesto que hizo que Kaya le diera un suave abrazo diciendo que ya había pasado lo peor.

— Seguro que ahora se arreglan las cosas en el trabajo — le susurró.

— Nami, ¿cuánto más te vas a alejar del hogar de Merry? — le preguntaba Luffy a la distancia, mientras que la chica avanzaba apresuradamente calle abajo.

— Estoy llevándote a mi casa, ahí no podrán fotografiarnos ni estorbar, ¿de acuerdo? — contestó ella, sin voltearse a mirarlo.

— ¿De verdad iremos a tu casa? Qué emoción, sabré como vives — exclamó el moreno, sonriendo de oreja a oreja.

Antes de salir del hogar de Kaya, Nami le explicó a Luffy que sería mejor charlar en otro sitio, pero que él debía mantenerse a una cierta distancia de ella para que las personas que los vieran no pensaran que iban juntos -además de haberle explicitado que por favor se cubriera el rostro con su remera-, órdenes que el muchacho siguió al instante.

— Oí, Nami, ¡de aquí veo tu casa! — le dijo el chico, corriendo emocionado hasta las escaleras que lo llevaban a la puerta de esta. Desde ahí era imposible perderse.


— ¡Espérame! — le gritó la chica, intentando seguirle el ritmo. Entraron al hogar de Nami y, una vez dentro, Luffy se puso a curiosear.

— ¿Cuál es tu dormitorio?, ¿vives sola?, ¿siempre has vivido aquí? Aaaah, me emociona saber un poco más sobre ti, Nami.

— Cálmate, pareces un niño en el circo... Toma asiento, ¿quieres beber algo?


— No, quiero que hablemos.

— Ah, claro. ¿De qué quieres hablar? Además de las preguntas que me acabas de hacer — le preguntó, acomodándose en el sofá.

— Nami, esa noche que fuimos al mirador del castillo, ¿de verdad no sentiste nada? Es decir, al día siguiente me pediste que no volviera más a tu librería. No sabes lo que me dolió escucharte decirlo.

— Luffy, escucha. Eres una estrella de cine, no sé mucho sobre ti y no sé que tan sincero seas con todo lo que dices, pero... Aún así, esa noche sí sentí algo. Más allá de la vergüenza que me dio el hecho de que me besaras, tuve una sensación extraña que me recorrió por completo, ni siquiera sé como explicarlo — contestó Nami, mirando algo nerviosa al moreno.

— Mh, entiendo lo que quieres decir. Pero, ¿por qué alejarme? Es decir, porque quisiste dejar de verme — volvió a preguntar, acercándose levemente a su lado, sin apartar la mirada de los ojos de Nami.

Entre letras y amoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora